Capítulo veintiuno: ¿Eres feliz?

578 82 16
                                    



Una vez más necesité rehabilitarme; me tenían con cuidados especiales debido al estado de mi corazón, por lo que tenía que ir regularmente al hospital para chequeos. Entré en la lista de espera de transplantes de órganos en busca de un corazón, pero debido a las razones de mi deterioro estaba hasta el final de ésta.

Realmente no me quejaba de ello, si podían darle el corazón a un niño que no tenía ninguna culpa o a un alcohólico drogadicto que se hizo mierda el corazón por su estilo de vida, ¿cómo podrías siquiera levantar la mano en protesta? Por lo mismo llegó un punto en donde acepté mi muerte inminente, decidí enmendar mis errores y disfrutar lo que me quedaba de vida.

Poco a poco empecé a sentirme mejor. Por irónico que sonara, mi vitalidad aumentaba conforme mi muerte se acercaba. Volví a entrenar a Yuri, aunque ya no podía hacer demostraciones de los saltos ni forzar mucho mi cuerpo. Honestamente, mi condición física era deplorable; había bajado de peso considerablemente y mis huesos, ligamentos y articulaciones se sentían débiles y deterioradas. Por suerte, aún tenía la fuerza suficiente para entrar a la pista y sentir las cuchillas bajo las plantas de mis pies resbalar placenteramente por el hielo.

Después de cortar lazos con Lev no había vuelto a verlo; él no había intentado contactarme y yo agradecía eso. Amaba a ese hombre, realmente lo hacía; pero mi amor estaba lejos de ser como el suyo. Sabía en el fondo de mi alma que él no era el amor de mi vida, que mi corazón nunca le pertenecería del todo y sería egoísta de mi parte mantenerlo a mi lado a sabiendas de que parte de mí nunca le correspondería.

Finalmente, casi seis meses después, tenía la sensación de que por fin mi vida empezaba a tomar orden. Sentía algo que prácticamente había olvidado y no estaba seguro cuando fue la última vez que lo sentí: felicidad genuina. Estaba en paz conmigo mismo y con lo que me rodeaba. Creía que eran pocos los cabos sueltos que dejaba atrás y pensaba vivir mis últimos meses disfrutando a mis seres queridos.

La vida se burló de mí una vez más el día en que Yakov murió. Todos sabíamos que estaba enfermo, pero tanto él como Lilia nos habían escondido la gravedad del asunto. El golpe nos cayó como un balde de agua fría a todos... y es que, realmente se veía saludable. Nunca se mostró ni mínimamente débil frente a nadie y actuó como si todo fuera perfecto hasta el día en que cayó muerto en la cocina de su casa, preparando el desayuno para sorprender a Lilia, quienes hasta el último día negaron haber regresado como pareja.

Todos lloramos la pérdida juntos. La sensación de vacío en nuestros pechos nos unía más que cualquier otra cosa. Para todos los que alguna vez fuimos sus alumnos, lo que perdíamos no era sólo un entrenador, sino una figura paterna; especialmente para Yuri y para mí. Ambos, habiendo crecido sin padres, no teníamos otra figura paterna más que el viejo gruñón que nos gritaba todo el tiempo y amaba decir "te lo dije".

Lilia perdió la cabeza después de ese día. Dejó de sonreír y la mayor parte del tiempo parecía estar inmersa en sus propios pensamientos, completamente ajena al mundo real. Yakov murió y se llevó a Lilia con él, dejando su cuerpo como un cascarón vacío que temíamos se rompiera.

No pasó mucho tiempo que nos dimos cuenta que requería cuidados mayores a los que nosotros podíamos dar y fue internada en un centro de la tercera edad. Hasta la fecha la visitamos cada semana y organizamos alguna salida una o dos veces al mes. Hemos hecho picnics, parrilladas, idas al zoológico... cualquier cosa que la distraiga y le haga pasar un rato más ameno.

Por otro lado, mi corazón seguía fallando y mi condición física empeoraba. Sabía que me quedaba poco tiempo pero los doctores confirmaron mis sospechas, explicándome después de varios análisis que mi corazón con trabajos se mantenía en funcionamiento y me quedaban aproximadamente seis meses de vida... cuando mucho.

Otra oportunidad.Where stories live. Discover now