5º Un pequeño atisbo de luz

2.9K 181 19
                                    

5º Una pequeño atisbo de luz

El viaje a Pemberley fue bastante extraño para los tres. La mayor parte del camino fue en silencio, ya que normalmente era Elizabeth la que sacaba los temas de conversación. El señor Darcy no era muy hablador, y aunque Kitty intentaba mantener con él una charla amena, éste se limitaba a responder con educación.

En la segunda jornada del viaje, tras haber parado a pasar la noche en un pequeño pueblo que había en el camino, Elizabeth no prestaba atención a lo que ocurría dentro del carruaje. Bastante distraída, apenas fue consciente de nada hasta que se quedó dormida. No despertó hasta que notó un leve zarandeo. Al abrir los ojos, vio a su marido.

-Elizabeth, cielo, estamos llegando- Ella se incorporó rápidamente, mirando el paisaje, y reconociendo aquel paseo que tanto le gustaba recorrer.

De inmediato tuvo la imperiosa necesidad de salir y disfrutar de aquella frescura y calma que tanto había echado de menos. Ansiosa, empezó a hacer movimientos bruscos, queriendo salir del carruaje, pero poniendo nerviosos a su hermana y a su marido.

.¿Qué te ocurre, Lizzy?- Preguntó su hermana, preocupada por la cantidad de movimientos que hacía- ¿Has visto algo fuera?

Consternada porque no pudieran entenderla, negó enérgicamente, señalando el exterior una y otra vez. Tanto el señor Darcy como Kitty se miraban extrañados, incapaces de comprender que sucedía. Lizzy, viendo que no conseguiría hacerse entender, sacó el brazo por la ventanilla de la calesa y golpeó varias veces la puerta, haciendo que el cochero parara de inmediato.

En cuanto cesó el movimiento, Elizabeth abrió la puerta y bajó, deseando tocar aquel terreno con sus pies. Darcy bajó tras ella rápidamente. El comportamiento tan extraño de su esposa lo tenía desconcertado. Asombrado, vio cómo se acercaba rápidamente al riachuelo que había al borde del camino, se quitaba los zapatos y se sentaba en el borde, metiendo los pies en el agua fría.

-Cariño, por favor, sube al carruaje, ha sido un viaje muy largo y tengo ganas de llegar a casa- Ella lo miró sonriente, disfrutando del contacto con el agua, y le hizo una señal con la mano, indicándole que se adelantara con el carruaje- Lizzy, sube al carruaje- Su voz sonó tensa. Ella volvió a mirarlo, sorprendida de aquel tono, y negó lentamente- Elizabeth, no voy a volver a repetirlo, sube al carruaje- Ella levantó la mano y simuló el movimiento de caminar. Darcy suspiró antes de responder- No, Elizabeth, no vas a salir sola, así que haz el favor de subir al carruaje si no quieres que te suba yo mismo.

Asombrada por aquella amenaza, nada propia de él, Elizabeth se puso en pie, volvió a colocarse los zapatos y se dirigió hacia el carruaje. Su esposo le tendió la mano para ayudarla a subir, pero dominada por su orgullo herido, Lizzy rechazó su brazo y subió por su propio pie.

Segundos después subió él, con la mirada iracunda, y el ver como Elizabeth se había sentado junto a su hermana en lugar de volver al lugar que ocupaba anteriormente, a su lado, le hizo hervir la sangre. Sin embargo, por respeto a su cuñada, decidió callarse.

La calesa continuó su recorrido por el camino hasta llegar a la gran mansión de Pemberley. Al llegar, Kitty, guiada por un enorme entusiasmo, bajó rápidamente, antes incluso que el señor Darcy, admirando aquel lugar tan maravilloso. Darcy descendió tras su cuñada y se volvió para tender su brazo a su esposa, pero de nuevo fue rechazado.

Haciendo alarde de todo su autocontrol, el dueño de la casa las condujo al interior, donde se escuchaba una hermosa melodía procedente de la sala de música. Como si alguien la estuviera llamando, Lizzy echó a correr en dirección a esa habitación, donde encontró a Georgiana, sentada al piano, practicando una de sus muchas partituras.

A pesar de todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora