16º Adaptándose

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16º Adaptándose

Tras lo sucedido con Jane, Elisabeth y el pequeño William fueron vigilados exhaustivamente durante los días siguientes. Darcy no estaba dispuesto a permitir que volviera a ocurrir los mismos hechos que tanto dolor había traído a la familia en Netherfield. Tantas fueron las atenciones, que Lizzy acabó sintiéndose agobiada y, aun poseída por sus hormonas, comenzó a llorar en los brazos de su hermana mientras Georgiana y ella le hacían compañía y disfrutaban de su pequeño sobrino.

Darcy se dedicó gran parte de la mañana a escribir cartas a los familiares y amigos más cercanos, narrándoles el gran acontecimiento e invitándolos a visitarlos pronto para conocer al nuevo integrante de la casa.

El coronel, por su parte, se sentía un poco desubicado. Se sentía inmensamente feliz, pero no sabía si estaría bien visto subir a visitar al pequeño y su madre sin que Darcy lo invitara, y dado que las dos jóvenes damas permanecían en la habitación de la señora Darcy, no estaba seguro de que era lo que debía hacer en esos momentos. Pensó en ir a echar una mano a su primo, pero desechó la idea de inmediato al pensar que esas cartas que escribía serían muy personales y él no podría colaborar. Sin tener nada mejor que hacer, decidió salir a pasear un rato, esperando que a su regreso su presencia fuera más útil.

Cerca de la hora de la comida, el señor Darcy apareció en la habitación, siendo recibido por unas risas procedentes de las dos orgullosas tías, que no hacían más que elogiar cualquier gesto que hacía su sobrino.

-Señoritas, creo que es hora de que salgan para arreglarse antes de la comida- Les informó educadamente pero sin perder la sonrisa- Y es hora de que este señorito y su madre descansen un poco.

-Tienes razón, hermano- Concordó Georgiana con él al ver la cara de cansancio de Lizzy- Volveremos esta tarde.

-De acuerdo- Sonrió Elizabeth, aliviada de tener un momento de paz. Adoraba a las dos jóvenes, pero en esos momentos lo único que quería era dormir un poco.

Una vez salieron las dos, Fitzwilliam se acercó a la cama y observó a su hijo dormir entre los brazos de su madre. Parecía un precioso ángel, ajeno a cuanto lo rodeaba.

-Aprovecha y duerme un poco- Le indicó su esposo, haciendo un gesto con los brazos para que le pasara al pequeño- No sé cuánto tiempo podré contener a las dos tías eufóricas.

-Espero que sea unas cuantas horas- Se sinceró ella, cediéndole al pequeño y acomodándose entre las almohadas- Las quiero muchísimo, pero no veía el momento de que se marcharan.

-Hablaré con mi primo, y entre los dos, les buscaremos alguna distracción- Dijo depositando al recién nacido en la cuna junto a la cama con todo el cuidado del que era capaz. Después, se sentó junto a su esposa y cogiéndola de la mano le preguntó- ¿Te sientes bien? ¿Has notado algún malestar?

-¿Podéis dejar de preguntarme eso?- Se quejó Elizabeth por enésima vez esa mañana- ¡Estoy perfectamente!

-No te alteres, por favor- Intentó disculparse, sabiendo que estaba siendo algo pesado con el tema- Sé que puedo sonar muy sobreprotector, lo reconozco, pero solo quiero que estés bien.

-Y lo estoy, te lo aseguro- Apretó la mano que sostenía las suyas.

-De acuerdo, no volveré a preguntarlo, lo prometo- Le aseguró, esperando ser capaz de cumplir su promesa- Vendré a visitaros a los dos- Le sonrió acariciando su mejilla.

-¿Y no puedes quedarte aquí conmigo?- Le dijo, indicándole un lugar en la cama junto a ella- Apenas te he visto esta mañana, y me gustaría tenerte a mi lado un rato.

A pesar de todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora