Capítulo 7

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Entonces la escuché, una fuerte carcajada salió de él, reía y reía sin parar.

- Tenías que ver tu cara,- dijo entrecortadamentente entre risas.

- Lo siento princesa, no lo pude evitar.- Sabía que amaba hacer bromas pero esta en particular había sido bien pesaba, yo realmente me asuste por un momento. Crucé mis brazos sobre el estómago haciendo un mohín y mirándolo con el entrecejo fruncido.

- No fue gracioso, idiota.- pero él no paraba de reír e hizo que una sonrisa involuntaria se posara en mis labios.

- No te preocupes, ya estamos llegando. Te prometo que te va a gustar y me perdonarás.- respondió ya más calmado y guiñandome un ojo.

Subimos una pequeña colina y al tope de esta nos encontramos con una especie de mirador. Estacionó el carro y nos bajamos. Había cerca de 6 carros más estacionados en diversos lugares. Era una planicie con varias mesas estilo campestre por un lado, caminamos hasta borde  de la baranda y el paisaje me quitó el aliento. A los lejos se veían las luces de la ciudad como pequeñas luciérnagas, se podía ver un lago y el reflejo de la luna llena en él, miles de estrellas se dejaban notar claramente cubriendo el cielo, era hermoso realmente.

- Estoy perdonado, ¿cierto?,- lo escuché preguntar a mi lado. Sus ojos azules centellaban y una sonrisa cálida adornaba sus labios.

- Casi,- Murmuré. Ante lo que él rió.

- No, sé que ya me perdonaste,- y fue mi turno de reír.

Hacia frío y agradecí haber traído chaqueta. Diego fue al carro y sacó de este una especie de canasta, se acercó a una de las mesas y me hizo un gesto para que fuera hasta allá. Solo una mesa, la más alejada de nosotros estaba ocupada, en ella dos chicas y tres chicos charlaban tranquilamente. Más allá se veían dos parejas en el mirador y un grupo de amigos cerca de dos camionetas.

Diego sacaba comida del cesto, un vino, un pequeño pie de limón, - ¿como sabía que me gustaba?- y colocaba todo en orden en la mesa.

- Te diría que lo he hecho todo yo para impresionarte pero la verdad es que la mayor parte es obra de mi hermana.- sonreí ante su sinceridad, era imposible estar mucho rato seria con él. - Igual espero que lo disfrutes.-

La comida estuvo deliciosa y le pedí que le diera las gracias a su hermana de mi parte. La charla con Diego siempre era fluida y fácil de llevar, no había silencios incómodos y los temas eran variados. Tras el delicioso postre y mientras tomábamos otro poco de vino yo ya estaba algo achispada y él se puso serio derrepente y se quedó observando un rato el vino.

- Yo no sé como empezar esto,- rompió el silencio alzando la cara para verme.- Ensayé varias veces como decirlo pero no soy capaz de recordarlo en este momento.- Una sonrisa se formó en mis labios con eso. No tenía filtros, no se guardaba nada.

- Me gustas.-soltó- No, no es simplemente que me gustas, me encantas. Me pareces hermosa, divertida, amable, sexy, atenta. Debo confesar que el día choqué contigo en la cafetería fue a propósito, pero al tenerte frente a mi no supe que decir ni como presentarme- eso sí no me lo esperaba. - Te vi entrar al aula y me pareció ver una ensoñación.- me miraba directamente a los ojos y me sonroje.

- El día de la fiesta casi me haces dar un infarto, tú en un mini short no era algo bueno para mi pobre corazón. Cuándo te moviste de esa forma tan sensual restregándome contra mi se me olvidó hasta como respirar y tuve que tomar toda mi fuerza voluntad para no lanzarme sobre ti porque sabía que todo eran efectos del alcohol en tu cuerpo. Ese día muy tarde tuve que tomar un baño de agua fría.- soltó de repente riendo.

Tomó mi mano y me vio directo al ojos. -Me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras salir conmigo, ¿que dices?-. Diego era calma, era paz, era risa, era certeza en lugar de incertidumbre, era puerto seguro.

El me miraba expectante y yo tomé mi decisión. Me levanté un poco y acorte la distancia entré nosotros estampando mi boca sobre la suya. El tomó mi cara y respondió a mi beso, fue gentil, suave, cálido, tal como él, su lengua tocó mis labios y yo le abrí espacio y lo deje explorar mi boca. El beso termino y el dejó un momento su frente apoyada a la mía para luego posar sus labios en mi frente y despagarse de mi y regalame una gran sonrisa.

- No te vas arrepentir de esto, princesa.- Yo sólo sonrei esperando que sus palabras fueran ciertas pero unos ojos verdosos llegaron a mis pensamientos y yo los empuje lejos de ahí lo más rápido que pude.

Diego me dio la mano y nos acercamos de nuevo al mirador. Hablamos un rato más hasta el frío hizo castañear mis dientes y el me puso su chaqueta encima y me dijo que ya era hora de volver.

-*-

Al llegar a casa me despedí dejando un corto beso en sus labios y me baje. No había dado muchos pasos en el camino frente a la casa cuando sentí un brazo halarme y unos labios estamparse contra los mios.

- Sentí que ya te extrañaba,- susurro contra mis labios. Yo sólo sonrei y le dio otro beso.

- Buenas noches galán,- le dije con tono juguetón.

- Descansa princesa.- Fue su respuesta, luego se giro y se subió al carro mientras yo me daba la vuelta con una sonrisa boba en mis labios. Era pasada media noche y me extrañó ver la luz de la sala prendida, había una silueta en la ventana que me movió rápidamente antes de que yo abriera la puerta. Lo único que alcancé a ver fue la espalda de Sebastián mientras entraba a su despacho y daba un fuerte portazo.

-*-

Los días fueron pasando y mi relación con Diego solo mejoraba. Él era un mar de atenciones y detalles para mi, no podía quejarme. Llevábamos ya dos meses de relación sin mayores contratiempos.

Habíamos rendido ya varios exámenes entrando a la recta final del semestre. Durante ese tiempo mamá vino un fin de semana a visitarme, Sergio estaba en sus ires y venires debido al trabajo pero siempre que había un tiempo salíamos Laura, él y yo, se podría decir que todo iba bien excepto por Sebastian. Casi nunca lo veía, creo que me evitaba cuando sabía que estaba en casa, las pocas veces que me lo topaba él iba de salida o a penas llegando y entraba como bólido directo a su recámara. A penas me saluda, a veces simplemente me gruñía un:- Hola,- o un: -Buenos días-. En ese tiempo siempre estaba solo, a Nina no la volví a ver.

La tarde de un sábado luego de haber pasado el día con Diego acompañándolo a visitar a su abuela que estaba hospitalizada, estaba tan extenuada que sólo quería llegar a acostarme. Abrí la puerta y la imagen que se posó ante mis ojos fue la que menos esperé. Sebastian estaba en uno de los mueble en la sala con una chica a horcajadas sobre él, sus manos apretaban sus gluteos mientras ella se movía refregandose contra él que le devoraba la boca, llevaban ropa aún y se separaron rápidamente al escuchar mis llaves caer.

Lágrimas invadieron mis ojos y no entendía porqué, nosotros no éramos nada, yo había tomado la decisión de estar con Diego y debía respetar eso, él podía hacer lo que quisiera con su vida. Sus ojos viajaron de mi a la chica y trató de quitársela de encima mientras decía mi nombre pero yo ya estaba subiendo las escaleras y yendo a mi habitación. Mi reacción me desconcertó, no podía ponerme así por él, era absurdo, tenía un novio al que le tenía cariño y respetaba, cualquier otro pensamiento debía salir de mi cabeza.

Después de eso lo evité con todos mis fuerzas, escuchaba a través de la puerta a ver si estaba por ahí antes de salir, caminaba con sigilo y evitaba permanecer cualquier sitio de la casa que no fuese mi cuarto.

VIVIENDO CON MIS "PRIMOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora