Capítulo 2: Entrenamiento

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El resto de las clases pasa sin importancia, ignorando el hecho de que la impasible mirada del chico nuevo no dejó de aparecer en mis pensamientos, alguna manera encontrare de fregar su estancia aquí.

Terminando las clases voy a mi auto por mi maleta deportiva y voy directo a los vestidores de chicas que están en las canchas. El año que ingresé, las porristas y el equipo de fútbol le prohibían a los miembros de la banda estudiantil usar los vestidores, claro que eso era antes, antes de mí.

 Remplazo mis ajustados jeans por unos leggins azul metálico y tenis en lugar de zapatillas, me quita la blusa y me quedo solo con el top ajustado.


Estoy segura de que mi día de mierda seguirá.

La función está por comenzar; dejo mi maleta en las gradas, estiro mis brazos, flexiono rodillas. Tengo doscientos traseros flácidos bajo mi mando, formando una banda estudiantil que más bien parece el ejército nacional. Guillen, el director de la banda, fue militar y no duda en entrenarnos de la misma manera.

— Tienen diez segundos para formarse — les ordeno mover el trasero con voz de mando. De inmediato corren a la bodega, unos cuantos entran y pasan los instrumentos a las filas que se forman rápidamente afuera.

— Diez — grito.

Los chicos que ya tienen sus instrumentos corren hacia la línea de formación y se colocan por estatura en tres filas diferentes. Tambores al frente, percusiones ligeras en medio, trompones y trompetas al final y a un costado se forman, en fila hacia atrás, los animadores.

— Nueve, — aumentan la velocidad — ocho, — Beltrán trae mi par de baquetas — siete, — las filas empiezan a tomar forma, ya solo faltan los chicos dentro de la bodega — seis, — camino frente a la primer fila dando vueltas — cinco, — acomodan sus instrumentos — cuatro, — cuerpos firmes, rígidos y con vista al frente — tres, — muy bien — dos, — esos son mis chicos — uno — todo está en su lugar.

Recorro las filas supervisando la formación, doy un baquetazo en la parte trasera de las rodillas a los que no están bien posicionados doblando su postura. Una vez listo todo tomo mi caja y me coloco en la misma posición que mis compañeros en mi lugar.

Guillen está por llegar en cualquier momento. Cierro los ojos y respiro hondo. Un segundo después escucho pasos por un costado, solo puede ser él.

— ¿Cómo están mis chicos favoritos? — Saluda como todos los días. — Hoy desperté de muy buen humor... — Comienza la anécdota del día. — Levanté mi trasero de la cama y dije hoy será un gran día — puedo detectar el uso de sarcasmo a pesar de su gracioso tono de voz. Mierda. Ya lo sabe. — Llegué al colegio con una gran sonrisa, café en mano, donas Simpson en la otra, aplasté mi trasero en mi oficina y encontré una linda nota de buenos días de la Química Elsa.

Lo sabía. Ahí está, lo ha dicho, ahora me freirá en aceite hirviendo. Diablos, al menos seré un platillo delicioso.

— Green ¿sabes algo acerca de ello? — Pregunta retórica, no contesto. — El día de hoy todos, absolutamente todos sus traseros trotaran toda la clase alrededor de todo el estadio. Así es mis pequeños, cortesía de su querida sargento Green.

Que fanatismo tiene por la palabra todo y sus derivados. Ahora todos quieren mi cabeza ruede, que novedad. Después de dar instrucciones para empezar a trotar en perfecto orden y tiempos, empezamos el recorrido con instrumentos incluidos. El trote, aunque no es como correr, desgasta y tiene que ser constante.

— Al carajo contigo Green — el Chilango reniega a mis espaldas.

— Jodido sea tu culo — cortesía de Paty, la puta.

— No puedes comportarte una sola vez — se les une Ryan.

—Detengan sus reproches, mariquitas del campo — digo con fastidio.

Sí, soy respetada y todas esas boberías de secundaria pero aquí, entre los míos, este tipo de cosas son permitidas, más cuando por mi culpa todos estamos dando vueltas como estúpidos alrededor del estadio en lugar de ensayar el número del próximo partido. Así que, adelante, vengan esos reproches.

Después de la quinceava vuelta pierdo la cuenta, Paty la puta no deja de quejarse del sudor de su entrepierna. Ryan y Patterson tienen hambre. Mis piernas empiezan a latir.

— Al diablo contigo Green — retoman las quejas.

— Pagaras la comida, maldita — dice Beltrán cansada.

— En mi casa si sobrevivimos a esto — ofrece el Chilango.

— Les comprare una pizzería y se las meteré por el culo, mariquitas— respondo.

En definitiva, hoy no es mi día. Estoy sudada, haciendo ejercicio con un montón de mariquitas en lugar de dar órdenes. Esto no es de Dios ¿Qué hice para merecerlo? De acuerdo, no hay necesidad de responder eso.

Todo es culpa del ardiente chico nuevo y su caliente mirada, tan caliente como el jodido sol justo ahora.

*

Nada mejor que disfrutar la tercera rebanada de pizza, recostada en un sillón de cuero, en bóxer y sostén, recién duchada, bebiendo Sprite con una pizca de wisky, viendo Netflix, rodeada de mis amigos en la casa de uno de ellos sin padres vigilando.

Ahora que lo pienso una sección espectacular de sexo sería mejor, pero al menos nos estamos entendiendo. No solemos estar tan tranquilos, pero después de una hora y media trotando bajo el sol solo queremos estar tumbados.

La tarde cae, reviso mi iPhone, trece mensajes, ciento cincuenta y siete WhatsApp, dos llamadas pérdidas, algunas notificaciones de Facebook, decenas de solicitudes de amistad e Inbox ¿Acaso creen que no tengo una vida? Echo un vistazo rápido a lo sobresaliente, invitaciones a fiestas, un par de citas y el recordatorio del ensayo de esta tarde. ¡7:10 pm! Mierda. Lo olvidé.

Me visto rápido, me despido de todos y conduzco como loca hacia la casa de Cody. El chico nuevo. Espera, excremento de vaca podrido. Aquí estas otra vez, invadiendo mi mente. Largo, vete. Shuuu. Joder, esta tan bueno.

En el verano creamos una banda de rock con los chicos de la secundaria, fue una manera de reencontrarnos y perder el tiempo en vacaciones pero ahora mismo resulta complicado reunirnos con el regreso a clases.

En el camino le mando un texto a papá diciéndole donde estaré. Llego a las 7:35 pm a casa de Cody, saludo a su mamá desde afuera, ella responde con un enérgico movimiento de manos desde la ventana de la cocina y yo me voy a la cochera.

— Eres imposible Green —Karen me reprende apenas me ve.

—Ya estoy aquí, joder— respondo fastidiada.

Saludo al resto y tomo mi lugar, donde mi hermosa batería me espera. Cambio mis zapatillas altas por unas especiales para tocar. Estoy algo cansada y estresada, por irónico que suene vine al jodido ensayo de una ruidosa banda. Ok Isa, tienes unos métodos extraños de llevar las cosas.

— Toquemos algo tranquilo chicos — Propongo. Aceptan, después de algunas canciones, tocamos Gorilla de Bruno Mars, aunque Karen no tiene una voz tan espectacular al menos se defiende.

La letra me tienta; soy una solterona en peor situación que la nerd del colegio. Hace tres mes que rompí con Bryan, el ya pronosticado capitán del equipo de fútbol de mi generación. Es jodidamente guapo, atento y todas esas cursilerías pero me aburrió. Creí que era alguien con más carácter... me equivoqué como con todos.

El cuerpo empieza a pedir algo de acción, llamare a Joseph para tener uno de esos jugosos desahogos carnales. En definitiva no me considero una puta, zorra tal vez, pero una zorra discreta.

Necesito sexo. Necesito a Joseph. 


Cierro los ojos y... aparece de nuevo, el chico nuevo parado frente a la bruja. Mierda. Abro los ojos de golpe, pierdo el ritmo de la canción. Esto no puede estarme sucediendo a mí. Ese chico nuevo ha invadido mis neuronas. Joder, pero si apenas lo he visto. Esto está mal.


La chica de mis sueñosWhere stories live. Discover now