Capítulo 20

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Mientras voy camino a casa sobre mi vespa, cuento los días que han pasado desde que Thomas ha llegado a nuestras vidas, y la conclusión es que solo han sido un par de semanas desde que mi vida se ha vuelto un completo desastre. He vivido estos días tan intensamente que siento que todo ha transcurrido en meses.

Estaciono mi vespa detrás del auto de Thomas, el insecto se quedó en casa pero no sabe lo que le espera si le sacó la más mínima lágrima a mi amiga. Miro hacia la casa al bajarme, no hay ninguna luz prendida, quizás se han reconciliado y yo estoy apunto de entrar a casa para arruinarlo todo. No sé porque mi madre me llamó Ignacia en vez de Desastre.

Me quito el casco mientras me acerco lentamente a la puerta principal, siento mi cuerpo temblar de puro nervio. Busco las llaves en mi bolso y cuando las encuentro las hago sonar exageradamente para que me escuchen y se separen si es que están en la sala haciendo a saber qué cosas. Abro la puerta de un portazo y la luz se enciende sola, me espanto.

— ¡SORPRESA! — oigo a gente gritar.

Me refriego los ojos sin importarme mucho que la máscara de pestañas se me corra. Veo a todos mis conocidos darme la bienvenida con tanta felicidad que me contagio, busco con la mirada entre la gente a mi amiga para preguntarle que está sucediendo pero me ella encuentra primero y se abalanza contra mi.

— ¿Qué es esto? — pregunto.

— Tu fiesta de cumpleaños, coneja — dice con alegría.

— Pero si mi cumpleaños es el miércoles.

— Lo sé, pero has estado tan distraída que quise darte una sorpresa ¿no te gusta? — hace un puchero.

Miro a mí alrededor y mi atención se detiene en el marco de la puerta de la cocina. Mis ojos se pierden en su sonrisa y en la marca que se dibuja en sus mejillas al hacerlo, mi corazón se acelera y le maldigo un millón veces por fijarse en él.

Thomas levanta un vaso de plástico azul que sostiene con su mano y me lo enseña mientras dice en voz baja "salud". Suspiro bajo al darme cuenta que no se han peleado, este es mi castigo por alegrarme aunque sea un poco, siento como el peso de la tristeza cae sobre mis hombros.

— Gracias, Maia — le intento regalar mi mejor sonrisa de agradecimiento.

— Me parece que no te ha gustado mucho la sorpresa — creo que me he vuelto muy mala para fingir últimamente — ¿Estas bien?

Asiento apretando los labios.

— No te creo.

— No he tenido un buen día, solo quiero encerrarme en mi habitación.

— Entiendo — acaricia mi mejilla para darme un poco de tranquilidad —, puedes hacerlo, no me enojaré si te vas.

— Gracias.

— Pero antes debes saludar a tus invitados, por favor — me pide e intenta poner esa mirada de gato con botas.

— Bueno — pongo los ojos en blanco y esbozo una sonrisa.

Me alejo de mi amiga y comienzo a caminar entre la gente para saludarles a todos, tantos conocidos y solo sigo teniendo a Maia como la única amiga de verdad, me gustaría que Ian estuviese aquí para que también me dé un poquito de animo. Está será la primera vez que celebro mi cumpleaños sin él desde que le conozco.

Y sin quererlo me quedo un rato más con las personas que por alguna razón han querido ser parte de mi vida y están aquí para darme un buen recuerdo de mi cumpleaños numero veintitrés; compañeros de clases en la universidad, personas que trabajan conmigo en la fundación y algunos que he ayudado también. Dejo que me cuenten sus anécdotas y me hagan reír, de pronto he olvidado del porque estuve triste cuando llegué a casa.

Lo más bonito de ti ©Where stories live. Discover now