21. La corte avivara.

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En algún momento del amanecer, ella despertó al sentirlo recostarse a su lado. Y por amor a los dioses, era un alivio estar de espaldas y envuelta en la oscuridad, sin embargo, el ansia era acrecentada por el silencio.

Respira lento—ya estaba bastante tensa—no te mue...

Abrió los ojos por los brazos de Erenn deslizándose sobre y bajo ella al tiempo en que la atraía a él. Beata no respiró ni cuando la refugió entre su pesado abrazo, encogiéndose hasta que ambos cuerpos encajaron. Al inhalarle él con fuerza por detrás de la oreja, Beata expulsó la bocanada de aire en una rendición bochornosa.

Era delicioso.

Otra respiración suya la golpeó, y ella tuvo que cerrar los ojos para gozar el estremecer de su piel viajando hasta los dedos de las manos. La intimidad era perfecta. Muchas veces, siendo una princesa, Beata fantaseó con sentir un abrazo tan cálido, jamás hubiera creído que el dueño de este era alguien tan rudo, sin embargo, lo sentía hasta dulce.

—Y-yo quiero... —farfulló él con algo de temor, por ello, Beata sintió en cada parte de su ser lo que seguía. Diría algo hermoso que ella merecía, una leve declaración de afecto—quiero metértelo.

Y así escuchó muy bien el crujir de sus ilusiones rompiéndose otra vez, no obstante, se sintió menos herida y hasta pudo reírse de la situación, de sí misma por haber puesto los ojos en semejante hombre tan tosco.

—Me conmoviste, guerrero—murmuró frotando el trasero un poco contra la entrepierna del nombrado, que afianzó su agarre sobre ella.

—Por favor—musitó con cierto desespero que la hizo contener de nuevo el aliento—déjame metértelo.

Por los dioses, ¡Qué vulgar es! —se lamentó ella casi en un sollozo mimado—¿Por qué me encanta así?

—E-está bi...

—¡Erenn! —la puerta se abrió al tiempo en que el grito de Paki resonó por los aposentos. Para entonces el guerrero ya había cubierto a Beata con las pieles hasta la cabeza. Ella se sonrojó, quedándose muy quietecita.

—¡Eh, eh! —oyó de Erenn—¡Largo de aquí, Paki! ¿No ves que la tengo como quería?

Beata aprovechó para darle un codazo.

—¡Levántate ya! —le gritó Paki—El príncipe hijo de puta ha llegado a la entrada del valle con casi cien soldados. En cuanto atacamos con las catapultas pudo calmarse, pero sigue ahí. Ha gritado que solo quiere a la mujer, si la entregas te dejará en paz.

—¡¿Qué?!—gritaron Erenn y Beata, esta, quitándose la cobija de la cara para ver el rostro tenso de Paki a pesar de la oscuridad—¿Cuál fue tu respuesta?

—Le grité que le entregaríamos a la Reina—dijo viéndola a los ojos con una transparencia que la sorprendió. Al menos no era un completo hipócrita.

El orgullo de ella había sido muy pisoteado, pero todavía le quedaba. Valiéndole un demonio el estar en ropa íntima, se incorporó dando dos pasos amenazantes hacia Paki.

—Tú no elijas sobre mi vida, mocoso, ¡No olvides quién soy! —pocas veces había temblado como ese momento.

Paki la miró odiosamente.

—La mujercita tonta de mi jefe, sí, por la que nos van a matar a todos—ella sonrió de oreja a oreja; escuchó a Erenn llamándolos a ambos. Beata se acercó hasta que la punta de sus pies tocó las de Paki.

—Para ti soy la que te quitó el lugar que quieres en la vida de Erenn—murmuró tan bajo para que el nombrado no lo notase—me fastidias otra vez, niño, y le hablaré de tus lindos sentimientos.

El abrazo del guerrero|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora