33. Desde el corazón del guerrero.

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Desnudo y de mal humor, el guerrero bebía el aguamiel sin dejar de mirar a través del balcón. La luna llena y la ciudad bajo esta se cernían sobre él. Embriagarse era el pobre intento de distraer el efecto de la mujer siendo arrancada de su carne.

Estaba rendido a la necesidad de crear un dios del tiempo para él, por pura desesperanza sería uno que sí le escuchara e hiciera caer la noche eterna en ese momento, así, ella no desaparecería de sus ojos, porque era indiscutible que los recuerdos se desvanecían. En unos años ninguno de los dos recordaría bien el rostro o la voz del otro. Erenn habría desaparecido de ella, Beata parecería un sueño precioso.

La vida era una ramera promulgadora del dolor. No iba a darle las gracias como muchos fieles, cuando en realidad prestaba personas en la existencia de todos para luego arrancarlas, por eso Beata nunca sería suya, por eso imaginaba a su propia deidad para preguntar por qué estaba tan enloquecido por esa llorona.

La miró sobre el hombro. Dormía de lado, con las pieles enrolladas en sus piernas, los senos apretados gracias al brazo de ella. Tan pequeña y gentil. Detallando su boca entreabierta y el cabello extendido, se bebió lo último del aguamiel para lanzar el odre a un lado. Tarde contó con que el ruido la despertaría.

—¿Erenn? —ella estiró el cuerpo perezosamente, moviendo la pelvis y las piernas en una tortura lenta y deliciosa, pero al mirarlo a los ojos, se detuvo, para levantar la mano, ofreciéndosela—ya tendré mucho tiempo para no sentirte en las noches. ¿Podemos estar despiertos hasta que no lo soporte? por favor.

Y cuando sonrió con tristeza, Erenn ya había dado un paso adelante dispuesto a pedirle que se quedara. Arrodillándose con lentitud, levantó las pieles con la intención de darle a ella el placer que creyó, buscaba, pero nada más tuvo fuerzas para acostarse encima de la princesa y pegar la oreja entre sus pechos. Cerró los ojos con fuerza, ninguno dijo nada. Ella cubrió sus cuerpos con las pieles, rodeándole después la cabeza con los brazos.

—¿Olvidarás todo esto? —se sintió como un afeminado Paki apenas salió la estupidez.

No puedo.

—Probablemente ambos lo haremos—musitó ella sin aliento—pero podemos ser amigos en la siguiente vida.

Y por eso, no le diría nada. La mujer al frente no era ya la desorientada que conoció, ella tenía ordenadas sus prioridades, y estaba dando la cara con dignidad. Un leve temblor se adueñó del guerrero. Tuvo que aferrarse más fuerte a la causante de sus males, volviendo a ser un niño.

Evitar esta necesidad.

❃❃❃❃❃❃

Beata se vistió con un gran dolor de cabeza, todo era pesado y a ella tenía la sensación de que se iba a desmayar. Al terminar de ponerse la última joya que le quedaba, se volvió a Erenn, que a su vez terminaba de acomodarse los pantalones.

—Es como si ya no te conociera—murmuró él viéndola con desgana. Lo invadían unas ojeras prominentes y oscuras. Ambos habían pasado la mayor parte de la noche hablando, abrazados, como dándose algo similar al amor.

—¿Por qué? —confundida, pasó las manos por el hermoso y carísimo vestido de trasparentes telas rosadas y blancas que habían comprado el día anterior.

—Cuando vistes así, vuelves a ser esa desconocida de Addana—Beata apartó la mirada, evitando hacer una mueca—Vamos, Alteza. El barco espera.

Pero apenas ella pasó por su lado, Erenn le rodeó el abdomen con los brazos, haciéndola detener mientras escondía la cara en su cuello, abrazándola con algo que ella quiso pensar, era dulzura. Cerró los ojos, tragándose el dolor de ¿un romance silencio?

El abrazo del guerrero|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora