Dime la verdad

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¡Hola a todos! Espero que todos estén bien, pido disculpas por la tardanza, pero este capítulo en particular ha sido bastante complicado, y el siguiente será peor 😨.

Les agradezco a todos por sus hermosos comentarios, me alegran la vida y me animan a continuar la historia 💖✨

Sin retrasarlos más, los dejo comenzar su lectura 🤗

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Los siguientes días transcurrieron con extrema lentitud, como si el universo estuviera enterado de sus planes y lo torturara haciendo más extensa su espera, pero ya sólo faltaban tres días para navidad, Milo se encargaba de recordárselo cada día.

Suspiró con pesadez, al fin había regresado a casa después de un doble turno, no era tan tarde, el reloj de pared junto a la entrada de su casa marcaba las nueve con cuarenta y dos minutos, tiempo suficiente para comer algo, bañarse y dormirse.

De un impulso se levantó y caminó hasta el baño, cuando una extraña sensación lo invadió, se sentía observado, mas no le incomodaba; volteó a su derecha, topándose con el oscuro pasillo que llevaba hasta la habitación de su padre y la suya. Se enderezó observando la puerta de la habitación de su padre por unos segundos... cuando ésta de pronto se abrió con lentitud.

-¿Q-qué demonios...?

Su cuerpo se tensó inmediatamente, tragó grueso y dio un paso hacia la puerta; estaba nervioso, mas no asustado, no podía evitar creer que aquella extraña presencia que sentía era su padre.

Abrió la puerta en su totalidad, sintiendo un inconfundible olor entrar en sus fosas nasales, era el perfume que su padre usó toda la vida. Era la única prueba que necesitaba: era su padre.

-¿Padre? -preguntó al aire, sin recibir respuesta- ¿Qué quieres?

Tras formular aquella pregunta algo a su izquierda cayó. Encendió la luz en un acto reflejo, notando que un libro había caído de la parte superior del clóset, quedando a los pies del cofre de su padre. Todo cobró sentido en su cabeza en ese momento, su padre intentaba decirle algo, y ese algo tenía que ver con lo que había ahí dentro.

Con suma rapidez tomó el cofre y lo jaló, dejándolo a sus pies, se sentó en el suelo y lo abrió; tomó el diario entre sus manos temblorosas, había evitado el diario lo que más había podido, no deseaba leerlo después de las pocas hojas con información personal que había asaltado. No lo creía correcto y había optado por evitarlo... pero esto era otra situación. Lo que sea que lo estaba llamando sólo quería una cosa: que leyera el diario.

Abrió el libro en la quinta o sexta página, no reparó en ello, retomando su última lectura, no era nada relevante, sólo un par de anécdotas.

«12 de Febrero.

No pude soportarlo más, necesitaba volver al orfanato, aunque Manigoldo no pudiese acompañarme. Y lo hice. Volví después de dos días de mi última visita, si bien el último mes había concurrido al lugar en reiteradas ocasiones, ésta fue la primera en la que no iba acompañado. Manigoldo se disculpó por no poder asistir, mas lo comprendí, sus estudios eran primero y no me interpondría en ellos...»

Continuó su lectura algo menos tenso, relajándose conforme continuaba leyendo, aún sin comprender lo que su padre quería que descubriera. Eso pensaba, hasta que llegó a una fecha que jamás olvidaría.

«28 de Julio.

...Ya es tarde, de madrugada, para ser preciso. Mañana será un gran día, estoy ansioso, no lo puedo negar.

Shattered MemoriesWhere stories live. Discover now