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Arturo Medina, hombre trabajador y emprendedor, poseía una pequeña librería en el centro de Santiago. No le iba mal, pero el dinero no le sobraba, y menos ahora, que había sufrido por tercera vez un asalto cuando iba camino a depositar al banco el dinero en efectivo ganado en la librería que él regentaba.

A esas alturas ya sabía que no era una mera coincidencia, pero, ¿cómo impedir que le volvieran a robar, o, quién le aseguraba que para la próxima él, o los suyos, no iban tener tanta suerte para salir ilesos?

Esas respuestas no las tenía. Si lo volvían a asaltar su negocio se iría a pique. Ya había pedido un préstamo al banco para solventar aquella pérdida. No podía permitirse el lujo de que su negocio se hundiera. Después de su hija, la librería era todo lo que poseía y amaba en esta vida.

Para problemas desesperados, medidas desesperadas, por lo que Arturo decidió buscar asesoría, y tal vez, protección para realizar las transacciones, y si encontraba a quienes estaban detrás de los robos, mejor aún.

Buscó entonces, un detective privado en cuanto anuncio encontró por internet. Pero al momento de enfrentar la entrevista con quienes prestaban el servicio, no lo convencían. Arturo era un hombre de piel, que seguía sus instintos y corazonadas. Y hasta ese momento, nadie le daba confianza suficiente con la primera impresión.

Con el pasar de los días, la angustia empezó a torturarlo y a sumirlo en un estado depresivo. No estaba comiendo bien, y su hija empezó a mirarlo con preocupación, que se acentuaba todavía más, cuando él respondía que estaba bien y su rostro evidenciaba todo lo contrario.

—¿Por qué no sales a darte una vuelta, papá? Te noto un poco pálido —propuso Ana, su única hija, tocándole la frente por si tenía fiebre—. Está flojo el horario, puedo arreglármelas con Joaco. Te hará bien respirar algo de aire primaveral.

Arturo esbozó una sonrisa. Ana era una bendición para él, estaba muy orgulloso de ella. Era idéntica a su esposa que falleció hacía ya quince años. Su mujer le había ayudado a continuar la tradición familiar de su amada librería, por eso no quería perderla. No era solo su esfuerzo, también lo era de ella. Fue muy duro para él lidiar con todo cuando quedó viudo, pero por su hija salió adelante.

Ana se había convertido en una linda mujer de veintiocho años. Su piel era blanca como el alabastro, y lo que más le gustaba, era la eterna y sedosa melena castaña que le llegaba a los hombros. No era muy vanidosa, y eso se notaba en su cabello revuelto y sus cejas que eran gruesas y pobladas pero muy definidas y que ella apenas perfilaba cuando se acordaba. La misma Ana decía que sabía perfectamente que no era una belleza arrebatadora y rompecorazones, y que debía compensar esa carencia con cerebro.

Ahhhh su hija era todo un caso. Para él era la niña más bella de todas —y sobre todo cuando ella estaba contenta—. Ana apreciaba las pequeñas cosas de la vida. Era sencilla, humilde y sensata.

Arturo suspiró ante la propuesta de su hija, ella tenía razón. Asintió con la cabeza y aceptó salir de la librería a despejarse un poco.

—¿Te traigo un jugo de naranja? —ofreció Arturo con cariño.

—Uy sí, por favor —respondió casi con los ojos brillantes de la emoción—. Y un chocolatito —pidió como una niña.

En el centro de Santiago, abundaban los carritos de vendedores ambulantes que exprimen las naranjas en frente del cliente, y por una módica suma de dinero, se compraba el más fresco y natural jugo sin azúcar añadida. Nada mejor para comenzar el día.

Arturo sonrió un poco más, era tan fácil hacer feliz a su hija, a ella le bastaba con solo simples gestos y quedaba contenta. Enfiló sus pasos por la calle Huérfanos —donde se ubicaba la librería—, atravesó MacIver y siguió avanzando hacia el poniente, hasta llegar al carrito de jugos naturales. Compró dos y mientras pagaba, algo pegado a un poste del alumbrado público lo distrajo. Se acercó, era un anuncio, con el contacto impreso en varias tiritas de papel para arrancar y leyó:

[A LA VENTA EN AMAZON] Buscando un destino (#9 Contemporánea)Where stories live. Discover now