capítulo 34

271 16 0
                                    

Zuko's POV:

Entré a mi habitación para dormir un poco antes de salir rumbo a Yu Dao. Cuando el General Mak me informó que el Rey Kuei estaba marchando hacia aquella colonia, no podía dejar de pensar en que Ozai tenía razón.

Me recosté en mi cama y sentí que mi cabeza chocó contra algo más que sólo mi almohada. Me levanté ante la extraña sensación y noté que había caído en contra de la almohada que Mai solía ocupar cuando se quedaba conmigo. Encima de ésta, estaba la cadena dorada que yo le había dado el día del Cometa de Sozin. La tomé entre mis manos, sintiendo como si mi corazón se estuviera rompiendo. Le había dado aquella cadena para simbolizar que siempre estaría con ella no importando qué, sin embargo, sentía como si esto significara que Mai no quisiera que estuviera más a su lado.

No pude evitar pegar la almohada a mi nariz, aspirando cada rastro del aroma de Mai. Juro que podía sentir su esencia ahí. Los recuerdos me invadieron. Tomé de nuevo la cadena de oro en mis manos. En ese momento comprendí cuánto había lastimado a Mai y que ella no iba a volver…

Ryu's POV:

Ran y yo estábamos sentados en la pequeña cocina de mi casa, tratando de comer lo que yacía en nuestros platos. La lluvia que caía afuera hacía el ambiente entre nosotros más lúgubre. Ambos mirábamos ocasionalmente hacía un papel que decía que el Rey Tierra se estaba preparando para ir nuevamente a guerra en contra de la Nación del Fuego.

–Parece que todo lo que hicimos fue para nada –me dijo Ran con una voz pasivamente agresiva. –No importa el que nos hubiéramos unido al ejército ni que terminamos en la Roca Hirviente ni que hayamos liberado Ba Sing Se. Al final, no importó porque ellos van a ir de nuevo a guerra por sus estúpidos intereses frívolos, no importándoles cuán dañado y dividido sigue el Mundo ni que haya gente sufriendo en ambas naciones.

–Sigo sin creerlo –admití, tratando de imaginar por qué se había desatado todo esto tan rápido. Creía que Zuko entraría en razón.

Nos quedamos callados nuevamente hasta que un golpeteo urgente apareció en mi puerta. Ran y yo nos miramos extrañados.

–¿Esperas a alguien? –me preguntó mi amigo con el ceño fruncido. Negué con la cabeza.

Nuevamente, tocaron mi puerta. Esta vez con mayor intensidad y me obligué a levantarme para dirigirme a la entrada de mi casa, pero antes de abrir, nuevos golpes se escucharon. ¿Quién podría estar tan desesperado por verme? Abrí la puerta y mis ojos se abrieron con sorpresa al ver a la persona frente a mí.

–¿Mai? –pregunté confundido. La joven estaba empapada por la lluvia, con una maleta en su mano y lucía más pálida de lo normal.

–Hola Ryu –contestó débilmente. –¿Puedo pasar?

–Claro, pasa –le dije con urgencia, una vez que me recuperé de la impresión de verla parada frente a mí. No había pasado ni un mes desde que había ido a verla a la Nación del Fuego. –Debes de estar congelándote…

Me hice a un lado para dejarla pasar y una vez que estuvo adentro, se quedó intacta a lado de la entrada.

–Ryu, ¿quién era? –me preguntó Ran, haciéndose presente. Él abrió los ojos con sorpresa y parecía algo enojado al ver a Mai. –¿Princesa?

–Hola Ran –contestó Mai sin mucho interés.

–Trae una toalla, ¿quieres? –le pedí a mi amigo, mientras tomaba la maleta de las manos de Mai y comenzaba a guiarla a la cocina.

–Seguro… –contestó él entre dientes.

Mai caminó lentamente atrás de mí. Yo dejé su maleta en la mesa de mi cocina y la obligué a sentarse en una silla a lado del lugar donde habíamos preparado la comida para que pudiera calentarse. La observé atentamente y noté que Mai parecía una muerta en vida. No sólo por su color, sino por el semblante que tenía.

¿Cómo Rebelarse por Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora