Capítulo 2: Un extraño viejo amigo

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La noche se acerca y decido por marcharme a casa. Quiero estar sola y no pensar en lo que acaba de ocurrir hace unas siete horas.
No obstante, alrededor de mi casa tengo a dos guardas en la entrada y dos más donde da salida a mi jardín. Aunque nunca les obligué a hacerlo y siempre se van turnando.
Y, a pesar de que sea muy fácil entrar, ya que vivo cerca del mar, nunca nadie se ha atrevido a pasar por la zona.

Supongo que tengo suerte por ello. No quiero pensar en qué le podría pasar al que se que atreviera a hacerlo.
Por eso siempre le digo a los chicos que a medianoche den media vuelta y se piren. Que se acomoden en sus casas.
Y, a pesar de que se vayan, eso no cambia quién soy para ellos y nunca me han faltado al respeto. Tampoco quiero que piensen que me ablando por permitirles el bajar la guardia.

Al llegar a casa tiro las llaves encima del mueble y voy directa a la sala de estar, donde suena música ambiental desde la televisión. Desde la entrada puedo percibir un aire acogedor y, a la vez, olor a un vino recién abierto. Me dirijo hacia el salón y me tumbo en el sofá mirando hacia el techo. Siento como todo mi peso me empuja hacia abajo, como presiono el colchón de algodón del sofá e intento relajarme dejando caer mi brazo izquierdo hacia fuera.

—Hola, nena —oigo desde lejos. Unos pasos de pies descalzos que andan sobre el parqué se acercan hacia mí. Mis ojos ahora están cerrados y no hago nada más que gemir cuando siento unas manos húmedas debajo de mi camisa.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin moverme.
—No pareces muy contenta —él se agacha.
—Me apetece estar sola —le miro. Está justo a dos centímetros de mí. Sus manos han pasado a mi pelo, acariciando mi nuca. Observo como las gotas caen de su pelo a sus pectorales desnudos, dejando que su cuerpo refleje su piel bronceada con la luz que proviene de la chimenea —. Y ponte algo de ropa.
Él suspira y se levanta. Se queda quieto intercambiando miradas conmigo hasta que se quita la toalla envuelta en sus caderas y se la coloca en los hombros mientras va hacia el baño.

Yo decido levantarme y voy a la cocina. Hay dos copas de vino y la botella está medio abierta.
—No entiendo por qué tienes que... —dice mientras se pone la camiseta y camina hacia mí saliendo del baño.
De repente se oye un ruido desde fuera. Me giro y le miro. Él se queda atónito.
—¿Qué coño ha sido eso? —pregunta con desconcierto.
—Shush, calla —le pongo mi índice sobre sus labios. Mientras, busco algo parecido a un cuchillo con la mano para agarrarlo con fuerza. Entonces miro a Alex y camino delante de él.
—No hagas ruido —le susurro.
Poco después el timbre suena. Corro hacia la entrada y dejo la navaja. Prefiero estar preparada para lo que pueda pasar si les ha pasado algo a mis guardias. Busco un arma en alguno de los cajones. Compruebo que tiene balas y la cargo lo más rápido posible.
Inspiro y, a la vez que expiro de vuelta, abro la puerta. Jace y Alberto son los primeros a los que veo por sus rostros familiares. Pero entre ellos, se encuentra un tío firme y apuesto. Y jodidamente sexy.
El chico me mira desde los ojos hasta los pies para volver a mi plano visual. Después se fija en el arma que llevo detrás mía y vuelve a clavar su mirada en mí.
—Zara, este tío pregunta por alguien —Jace me mira de manera muy extraña.
Yo descargo la pistola y me revuelvo el pelo hacia atrás. Estoy demasiado cansada para montar una fiesta en casa.
—Haced que pase —y ellos obedecen —, podéis iros.
Noto la presencia del chico a mi espalda.
—No, señorita. Hoy nos quedamos —se interpone Alberto. Eso me da un signo de seguridad y, a la vez, de desconfianza. Por tanto, no le contradigo.
—De acuerdo. Avisadme si pasa algo —y cierro la puerta —. Pasa al salón —, le señalo el camino mientras escondo el cuchillo en el cajón deprisa. Él sigue sin abrir la boca y me hace caso.

Llegamos a la habitación y él se para en medio de la sala. Levanta la cabeza y se gira para analizar el sitio en el que se encuentra. Pasando por la cocina me asomo para ver si Alex sigue ahí. Pero me alivia saber que ha sido bastante listo como para irse de aquí en cuanto antes. No es que él me importe pero, no podría permitirme otra muerte inesperada hoy.

—¿Y bien? ¿Qué quieres? —pregunto directa hacia él. Veo su rostro por el reflejo del cristal que hay mirando hacia la playa, pero por muy pocos segundos, hasta que él se gira.
—Busco a Anastasia. Anastasia Hopes —contesta decidido, sin cortar la conexión visual que hay entre los dos.
—Me gustaría ayudarte —digo mientras me siento en el sofá, —pero esa Anastasia de la que tú hablas murió hace cinco años —miento.
—¿Ah, sí? Los informes no decían nada de eso —dice mientras inclina su cabeza para exagerar su gesto irónico.
—Tampoco dicen que siga viva —contesto de manera rápida. A continuación, me acomodo despacio cruzando mis piernas sobre el sillón—, ¿Quién eres?
—Un viejo amigo —juega, aunque con tono neutro.
Yo no puedo evitarlo y sonrío. Entonces me levanto y me acerco a él.
—¿Sabes? Podemos hacer las cosas bien o mal. Así que me resultaría más fácil si dejaras de jugar al pilla-pilla conmigo y... —y un ruido vuelve a interrumpirme.

Mi Mejor ArmaWhere stories live. Discover now