Capítulo 4: ¿Chris?

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Solo quedan un puñado del equipo esperándome en la cocina, donde han llevado a la chica a la que había disparado siendo consciente de que el lugar donde había apuntado no resultaría mortal. Cuando entro allí junto a mi invitado todos paran de hablar y posan su atención en el desconocido, incluida la intrusa.
—No habla —dice Sam cuando vuelve a centrarse en lo que realmente a mí me importa.
—Ya hablará —contesto yo tranquila, dirigiéndome a ella lentamente. Siento como el chico se queda detrás de mí sin decir palabra, aunque sienta curiosidad.
—¿Quién es ese? —pregunta Giara despectiva. Está mascando chicle con la boca abierta. Algo que sabe que no soporto aunque me contengo y me giro para mirar a quién señala con la mirada.
—Un amigo —le aclaro.
La cocina vuelve a convertirse en una autopista a las cuatro de la mañana. Solo se oye el viento que corre, sin prisa, y va a través de toda la casa entrando por el salón y el vidrio roto. Aunque eso no dura por mucho tiempo.
—Todo empezó después de que él llegara —añade otro.
—Tiene razón —asiente Wendy.
Yo me vuelvo a la chica, ya asustada, y cierro los ojos cuando todos empiezan a reprocharse e insultarse los unos a los otros y a culpar al que ahora se ha convertido en sospechoso del ataque.
—Basta —alzo un poco más la voz por encimo de los balbuceos —, y llevaos a la chica —. Todos se miran entre ellos y dos chicas cogen a la herida por los brazos mientras ella se revuelve en sí misma fracasando en su intento de escapar.

Mis otros dos guardias del jardín se quedan delante de la puerta esperando órdenes y yo asiento con la cabeza para que vayan al despacho, donde el chico y yo nos dirigimos. Entramos en silencio, y los dos hombres se quedan detrás de la puerta.
—¿Qué coño haces aquí? ¿Qué quieres? ¿Quién diablos eres? —cuestiono sin ninguna pausa, solo acercándome a él furiosa, con mis cejas medio fruncidas.
—Ya dije que soy un viejo amigo —, me replica él con calma.
—Bien, tú lo has querido —le digo mientras cojo la pistola del sofá y la cargo. Segundos más tarde, me pongo frente a él y apunto al pecho izquierdo con el arma, a metro y medio de él —. Te lo volveré a repetir una vez más, ¿por qué has venido?
—¿Crees que si tuviese algo que ver no te hubiera disparado en cuanto hubiera tenido ocasión? —se encoge de hombros. Pero inmediatamente, después de oír su respuesta, bajo el arma a la altura de su pierna y aprieto el gatillo soltando un sonido amortiguado por todo el despacho. Él suelta una queja aunque muy flojo. Los dos guardias tocan la puerta desde fuera y yo les afirmo que no pasa nada.
—¿A qué venía eso? —pregunta el chico, algo molesto, tapándose la herida que aún sangra.
—No me has contestado a la pregunta —contesto guardándome la pistola en el bolsillo de atrás. Aunque no es que me quepa del todo así que la descargo por si a caso existe la posibilidad de que, al caerse, se dispare —. ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién te lo ha dicho? ¿Para quién trabajas?
—Eh, eh, eh... Tranquila. Te lo responderé todo —intenta calmarme aunque se queja un poco. Suspira agotado y después fija sus ojos en mí—. Lo sé porque conocí a tus padres —responde al rendirse y sentarse en un pequeño sofá al lado de la ventana de la habitación.
—¿Qué? —no puedo evitar estar confusa. ¿Él conocía a mis padres? Pero ¿cómo? No podía cuadrar nada de lo que estaba pasando.
—¿No me reconoces? —pregunta él extrañado y frunciendo el ceño. Intenta levantarse y camina hacia mí, aunque muy lentamente y apoyando uno de sus pies todo su peso.
Yo me fijo en él y poso mi mirada en una foto enmarcada del despacho. Ahí veo a mis padres sentados en el suelo a mi lado. Justo a la derecha de esa foto hay otra en la que nunca me he fijado. Hay una niña pequeña, de unos dos años, cosa que me confirma con facilidad que soy yo, y a su lado un niño de unos tres o cuatro años y riéndose.
Entonces vuelvo a mirar al chico y lo veo. ¿Es posible que sea el mismo que el de la foto? ¿Es posible que me hayan encontrado? ¿Y si es de la poli? No, si fuera de la poli ya me hubiera arrestado. La cuestión era, ¿le reconocía la Anastasia de ahora?
—¿Chris? —preguntó como en un suspiro, algo esperanzada. Él me sonríe y yo corro la poca distancia que hay entre nosotros para abrazarlo.
Él acepta mi abrazo y me acaricia el pelo, aunque jadea un poco en cuanto le rozo la pierna sin querer.
—Lo siento —miro hacia si herida y luego a él mientras me río. Él repite mi acción —. Deja que te lo cure.

—¿Cómo sabías que seguiría aquí? —pregunto alzando una ceja.
—No lo sé —él se encoge de hombros para después morderse el labio ya que acabo de sacar la pequeña y no tan incrustada bala sobre su piel, —pensé que por qué no —añade aún dolido pero más relajado y sin dejar de mirar de reojo mi ocupación en este momento.
—¿Y por qué me has estado buscando? —insinúo produciendo el sonido de esas palabras muy despacio y articulado.
—Eh... —él tartamudea. Dirige una de sus manos a su cuello y vuelve a colocarla sobre el cojín del sofá —. Tengo noticias —carraspea finalmente.
Alzo mi mirada y observo que el mantiene la suya en la herida hasta que se da cuenta de mi reacción. Nos quedamos unos segundos parados e intercambiando una conexión visual.

Noticias... Lo mismo me dijeron cuando enviaron la carta sobre la desaparición de mi madre en combate. Y cuando el inspector Hudson se acercó para venirme a buscar a mi casa, para enterarme de que mi padre había muerto. En realidad, no necesito saber lo que tiene que decirme. Supongo que a él le intrigaría saber el por qué o tal vez crea que su viaje no ha valido realmente la pena. Aunque tampoco sé de dónde ha venido. Y eso me proporciona una curiosidad mucho más grande que cualquier propósito que tenga para venir hasta aquí.

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⏰ Last updated: Sep 03, 2018 ⏰

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