Capítulo 40: Plan.

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Después de una larga y satisfactoria siesta, Mikasa abrió los ojos y se encontró con un fuerte brazo que le rodeaba la cintura, impidiéndole levantarse. La azabache sintió un repentino calor en todo su cuerpo, y los recuerdos de esa tarde se hicieron presentes causándole un muy evidente rubor en sus pálidas mejillas.

Con cuidado de no despertar al hombre que dormitaba a su lado, Mikasa se giró hacia él y, como era de esperarse, al ver la perfección del rostro de Levi mientras dormía la azabache no pudo hacer más que sentir a su corazón acelerarse y a su sonrojo aumentar sin control. Fue en ese instante en el que Mikasa confirmó que realmente deseaba una vida junto a él, ser el primero en ver al despertar y el último al dormir.

Sabía que lo que hicieron les traería severas consecuencias, pero a ninguno de los dos pareció importarles en el momento; lo único que querían era desatar esa pasión que tenían acumulada dentro.

En realidad, el verdadero problema en esos momentos era Kenny. Mikasa no estaba segura de porqué aún después de tantas horas su tío no aparecía o ni siquiera la había llamado, pero en cuanto la posibilidad de que Kenny aceptara la relación que han mantenido los azabaches se cruzó por su mente, Mikasa la rechazó enseguida; era imposible que de un segundo a otro ese hombre recapacitara y los dejara ser felices. 

Entonces, ¿qué era lo que Kenny estaba esperando? No se sabía, pero Mikasa no estaba dispuesta a averiguarlo. Quería pasar todo el tiempo que se le permitiera con Levi, y si por ella fuese se mudaría con él esa misma noche, pero a petición del azabache, se juntarían después de la graduación, que sería llevada a cabo dentro de pocos días.

La sola idea de vivir con él le emocionaba en exceso, tanto que deseó adelantar el tiempo y así llegar más rápido a ese día, pero por desgracia, aún quedaba poco menos de una semana para culminar con sus estudios y ser oficialmente graduada de la preparatoria.

Mientras todos estos pensamientos atravesaban la mente de Mikasa, los azules ojos de Levi se abrieron con pereza y se encontraron con la mirada perdida de su amada mocosa. Le pareció extraño verla de esa forma, pero no pudo negar que un sentimiento de felicidad se hizo presente en él gracias a que su deseo se había cumplido: despertar una vez más a lado de la persona que amaba, Mikasa. El brazo que sujetaba a la pelinegra suavizó su agarre y una mano recorrió con descaro el cuerpo de la chica hasta llegar a posarse sobre la sonrojada mejilla de ésta, quien al sentir el contacto de aquellos dedos con su piel salió de su ensimismamiento y enfocó su mirada en los penetrantes ojos de su amante.

— Te fuiste a Mikasalandia por un momento.

— Lo siento, Levi... sólo estaba pensando.

— ¿En...?

Tenía que ser discreta, no quería que el azabache pensara que estaba muy emocionada por el plan que tenían —aunque fuera verdad—. De inmediato su mente se fue directo a la razón de sus preocupaciones.

— ¿Qué harías si Kenny llegara en este mismo instante y nos viera así?

— Llamaría a la policía porque un sujeto no esperado ni deseado ha irrumpido en la tranquilidad de mi hogar.

Mikasa rodó los ojos provocando una media sonrisa en el mayor, y al ver este gesto la azabache no pudo evitar devolverle una radiante sonrisa; ese enano la traía loca.

— Creo que estamos abusando de nuestra suerte, mocosa. Lo mejor será que te vayas, y ni se te ocurra volver aquí si no lo hemos hablado antes, ¿entendido?

No era una petición, no era una sugerencia, era una orden directa y aunque Mikasa odiaba que le dieran órdenes de esa manera, en el fondo sabía que Levi tenía razón: o se iba ahora, o su tío los encontraría en esas condiciones y se encargaría de hacer desaparecer a Levi sin dejar rastro alguno.

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