Parte 17: En Noche Eterna

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Tras pasar un par de horas más recibiendo indicaciones importantes por parte de Sophie, Farid consideró que estaba lo suficientemente preparado como para dar por iniciada su misión. Con dicho sentimiento de seguridad, salió rápidamente de la Central, mientras que repasaba su objetivo en la mente.

«Debo hacer uso de mi poder para ingresar a Noche Eterna y, una vez allí, he de ingeniármelas para encontrar a Eriziel», pensó, mientras descendía de la colina por un camino de piedra tallada, que había utilizado antes para llegar a la Central. «Tras encontrarla, debo convencerla que acepte venir conmigo para establecer un diálogo con Sophie, y así puedan llegar a un acuerdo»

Finalmente, llegó hasta la entrada de la ciudad. Pudo percatarse que los pocos habitantes que estaban a su vista parecían aún más decaídos y agotados que antes. Un escalofrío recorrió su espalda, mientras que aquellas personas continuaban su monótono andar.

—Mamá, papá, Alexia... —murmuró, afligido por lo que podría estar pasando su familia en esos precisos momentos. No obstante, decidió desechar todos los malos pensamientos que no harían más que entorpecer su misión—. Si quiero protegerlos, debo cumplir esta encomienda lo más rápidamente que me sea posible.

Aspiró profundamente, intentando que su alma y mente se llenaran de la seguridad que necesitaba. Tras ello, estiró el brazo derecho y observó su muñeca, en donde llevaba un extraño aparato que constaba de una muñequera con una pantalla. En ese momento, no recordaba exactamente cuál era el nombre de aquel aparato, pero, según lo que Sophie le había explicado, le sería muy útil al permitirle activar su habilidad de salto interdimensional, además de ayudarlo a ubicarse dentro de Noche Eterna.

Farid revisó la muñequera y presionó varios botones al azar, ya que tampoco recordaba exactamente cómo funcionaba. En ese instante, lamentó su nula capacidad de atención, en especial en situaciones tan críticas como aquella. Ya le había pasado antes, cuando se enfrentaba a exámenes importantes que, habiendo estudiado por horas la noche anterior a la evaluación, no tenía ni idea de que qué escribir cuando tenía la prueba frente a él. Sin embargo, en ese momento no era un simple puntaje académico el que estaba en juego, sino el destino de su ciudad y, aún peor, de toda la humanidad.

Tras numerosos intentos, y sin saber muy bien la forma, Farid consiguió encender la muñequera. Al instante, sintió una incómoda sensación de pesadez, mientras que sus músculos se tensaron hasta producirle un dolor intenso en todo el cuerpo. Comenzó a marearse hasta perder el equilibrio, al mismo tiempo que observaba que los edificios a su alrededor perdían nitidez y se deformaban de manera estrambótica. Tras eso, un fuerte jalón lo obligó a caer al piso de manera violenta.

—¿Por qué ha sucedido todo eso? La primera vez que ingresé a Noche Eterna no pasé por algo tan horrible —se dijo a sí mismo, mientras se levantaba adolorido del suelo—. ¡Vaya! En verdad no resulta nada agradable obligar a mi cuerpo a utilizar el salto interdimensional.

Suspiró con cansancio y observó a su alrededor. La ciudad que tenía ante sí era muy similar a la del mundo real, con la diferencia que estaba completamente desierta. No había ninguna persona, vehículo ni animal a su vista, lo cual se reflejaba en el silencio sepulcral que reinaba en el ambiente. Asimismo, el brillo inusual con el que la luna bañaba las edificaciones, daba un aspecto fantasioso a todo el lugar. Esos elementos, en cualquier otro caso, hubiesen resultado maravillosos, pero a Farid se le antojaron muy intimidantes.

El chico quedó petrificado por un instante, sin decidirse a mover ni un solo dedo. Lentamente, fue recuperando el control de sí mismo y se puso en marcha, para no perder ni un segundo más. Caminó por las calles desiertas durante un tiempo considerable, hasta que la fatiga le impidió seguir avanzando. Se sentó a un lado de la calle, apoyado en la pared de un edificio, y analizó su situación.

—Ahora que lo pienso, el brazalete que me entregó Sophie debería guiarme en este lugar —recordó Farid, tras breves segundos de reflexión—. ¡Cómo pude ser tan idiota como para ir caminando sin rumbo!

Sin malgastar más el tiempo, Farid revisó la pantalla de la muñequera. En la pantalla observó un contador de tiempo, una figura humana que reflejaba sus signos vitales, y algo que parecía ser una especie de mapa en tres dimensiones. Farid apretó la figura del mapa y, al instante, el brazalete emitió una proyección de Noche Eterna que se esparció por el suelo frente a Farid, quien se apresuró a revisarlo. Un punto rojo llamó al instante su atención y, tras unos momentos, supuso que señalaba su propia ubicación. También vio una zona circular resaltada en amarillo, la cual parecía indicar el lugar donde había realizado el salto interdimensional que, además, representaba el único lugar en donde podía volver a activar el brazalete para regresar a su mundo. Sin embargo, la proyección no parecía brindarle más información, por lo que seguía sin saber a dónde ir a buscar.

Luego de revisar el mapa holográfico una y otra vez, Farid se percató que Noche Eterna había representado fielmente la ciudad del mundo real con una sola excepción: en su centro existía un gran emplazamiento libre de edificios. Según lo que el chico recordaba, su ciudad se caracterizaba por no poseer ningún área de esparcimiento ni entretenimiento, por lo que dicho espacio vacío parecía ser un añadido único en Noche Eterna.

Enese preciso instante, Farid sintió que lo comprendía por completo. Se apresuróa memorizar el recorrido que había desde el punto rojo de su ubicación hasta lazona central, y desactivó la pulsera. Tras ello, comenzó a correr con todas susfuerzas con dirección al centro de Noche Eterna. Una corazonada le decía queallí encontraría a Eriziel. Al fin y al cabo, fue en ese mismo lugar donde lahabía visto por primera vez: la Plaza de la Fuente.

Nazo no Gaikeisunbō | Arco 1: Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora