IX (Parte 4) - Sobre un Sentimiento Peculiar

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Su primer pensamiento al despertar fue: ¿Cómo diablos es que las aves se atreven a cantar en una mañana tan mierda? Su segundo pensamiento fue que debía ver la hora. No estaba seguro, pero los del equipo de natación probablemente tendrían práctica esa tarde, y si había dormido demasiado estaría en serios problemas.

Escuchó una campana a lo lejos. Scott abrió los ojos lentamente y dejó que se acostumbraran a la luz de la mañana que inundaba el lugar. Se removió un poco para buscar su móvil, y su cuerpo entero se tensó en señal de protesta. Ahora el dolor se sentía más puntual, y Scott no estaba seguro si había mejorado o empeorado.

Suspiró con alivio al ver que apenas había pasado la primera clase; no se había perdido de mucho. Dudaba poder aparecerse a clases con su aspecto actual sin convertirse de inmediato en el centro de atención, y decidió rápidamente que iría a otro lugar tan pronto el dolor mejorase un poco más. Donde Wallace, quizá, aunque Scott detestaba tener que dar una explicación y recibir la misma cara de lástima de su jefe y amigo cuando se aparecía pidiéndole una mano.

Con movimientos aletargados, se aplicó una vez más el medicamento en sus ojos exhaustos y, recostado, estaba pensando en qué plan seguir cuando el cansancio lo venció y cayó dormido de nuevo, por un rato más.

Cuando despertó por segunda vez ni siquiera pudo formar un pensamiento. Los ojos de Vinny sobre él lo sorprendieron de tal manera que ni siquiera pudo moverse.

-Oh, Dios -dijo Vinny en una exhalación de alivio-. Al fin recuperaste el conocimiento, Scott.

-Vinny -dijo el otro chico luego de un minuto. Le costaba creer que en verdad era Vinny ahí, con él, arrodillado junto a las butacas, viéndolo de arriba abajo con rostro preocupado, especialmente al reparar en las marcas que los golpes habían dejado.

-Tenemos que ir a la enfermería -Vinny insistió, casi en tono ansioso. Scott parpadeó algunas veces, y el peso de todo lo que estaba sucediendo cayó sobre sus hombros de inmediato.

-Mierda -gruñó, y se irguió como pudo sobre sus codos, respirando hondo al sentir las punzadas a lo largo de su cuerpo-. Vinny, en serio, ¿qué diablos haces aquí? ¿No deberías estar en clases? ¿Cómo diablos diste conmigo?

Iba a verlos. No; ya los había visto: los golpes, las marcas, el triste estado en que dormía cuando sucedían esas cosas. Vinny demandaría explicaciones, porque era un mocoso curioso, y entonces Scott no tendría más remedio que cerrarse de nuevo, y enviarlo al demonio...

-Los Tres John me informaron, Scott. Puede que no te des cuenta tú, pero los demás sí que notan cuándo llegas a clases y cuándo no. Ya íbamos por la tercera clase y no aparecías. Pensé que podías haberte quedado dormido, pero esto no es para nada lo que tenía en mente.

-Largo -dijo Scott, severo, casi como un reflejo-. Vete, Vinny. Sal de aquí. Yo me las arreglo solo. Vete.

Pero Vinny no se movía. Seguía arrodillado a su lado, viéndose preocupado, desesperado. Las miradas de ambos chicos se encontraron, y y fieron paso a un breve duelo de voluntades: Scott se sentía incómodo, patético, maldito, pero Vinny no tenía la más mínima intención de apartarse. En sus ojos se leía claro como el agua que moría por saber qué era exactamente lo que había sucedió, cuándo, cómo, por qué. Aún así, no preguntó nada.

-Necesitas ir a la enfermería, Scott.

-No tienes que decirme qué necesito o no hacer...

-Te llevo. Vamos; te ayudo a caminar hasta allá.

Scott se sentó por completo y entrecerró los ojos al recibir la queja de su costado.

-No voy a ir contigo para que me curen. Puedo ir yo solo.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora