III. ↑N↓

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— ¿No tienes nada que mencionar? Tal vez ¿un halago por mis despampanantes habilidades?

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— ¿No tienes nada que mencionar? Tal vez ¿un halago por mis despampanantes habilidades?

El silencio, fue su respuesta.

Odio el silencio. Pensó con desdén.— Mikaela Hyakuya ¡Me dirijo a ti! ¡Merezco tu atención!

Recibió ahora un tosco gruñido; También odio esta respuesta.

Un susurro seco, carente de emoción inundó la habitación de gamas color vino —. No pronuncies aquel enfermo apellido. No soy más un Hyakuya.

—. Pero, Mika —La general Hyakuya se detuvo, admirando los filosos colmillos retándola, calló abruptamente.

Soy un Tepes. Soy el Rey —sentenció.

La general intentó acercarse al caucásico, los brazos firmes y el corazón desbocado, deteniéndose con violencia al notar la figura fantasmal tras Mikaela, quien sonreía confiada y le abrazaba con fuerza. Sólo le quedó la resignación.

— ¿Por qué él está aquí?

La figura mostró con descaro su lengua a la vampiresa, disminuyendo con creces la poca distancia entre su persona y Mikaela, finalizando con un ósculo en la blanquecina mejilla del Rey.

Desconozco sobre lo que hablas. —Ignoró meciendo la cabeza y emprendiendo una caminata hasta su cómoda.

— ¡Hablo del estúpido que tienes por demonio!

Apenas finalizó la oración fue tomada con fuerza por el cuello hasta golpear su espalda contra la pared. El aire comenzó a escapar de su control, impidiéndole el habla y la tranquilidad en su respiración.

Basta de insolencias. Eres consciente de mi aprecio a ti, pero no soportaré actitudes como éstas. ¿Has de entender?

La vampiresa ahogó un quejido, asintiendo con fiereza, realizando lo posible para no permitir que lágrimas escaparan frente al Rey. Mikaela le soltó, cayendo al suelo sin cuidado, para otorgar una vista a su espalda, mientras la general trataba con creces regular su respiración.

¿Sólo has venido a traer quejas y soltar estupideces? —La otra no respondió, consecuencia del anterior acto de violencia— En tal situación, largo de aquí.

Asintió incluso aún si Mikaela no le observaba, rechinando los dientes— Lo que usted ordene, mi Rey.

Abandonó el suelo con lentitud y la mano derecha en su cuello, buscando inconscientemente protección. A pasos mínimos se giró hasta encontrar la puerta, antes de salir de la habitación, Mikaela llamó su atención.

Soy consciente de tus capacidades. Confió en ti, pero es de tu conocimiento que debes guardar respeto a mi persona y a Yuichiro ¿Comprendes, Akane?

Su nombre en los labios de Mikaela se le antojó a nostalgia y melancolía, buscó fuerza para no correr hasta el caucásico y llorar en sus, ahora fríos, brazos.

— Lo comprendo, mi Rey.

Escapó del lugar, manteniendo como última imagen mental la sonrisa que Yuchiro le otorgaba tras Mikaela.

The King |Owari No Seraph [AU] [RE ESCRIBIENDO] Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu