Capítulo 2: Los intrusos

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Un sastre llegó a la mansión la semana siguiente y a Ello le obligaron a levantarse temprano para que le tomara unas medidas. Le extrañó ver a su madre parada en un rincón de su habitación con una expresión de emoción alegre que no recordaba haberle visto esbozar en mucho tiempo, pero sí tenía memoria de la última ocasión para la cual le tomaron medidas.

- Madre, tendremos que ir a una boda?

- Así es- le respondió aproximándose a su hijo con las manos cruzadas en la falda de su vestido de verano.

- Y quién se va a casar? La tía Lizzy? Ella es muy fea, ni siquiera un ciego pediría su mano.

A Ello le causó gracia haber causado una risa en el viejo sastre que se encontraba midiendo el ancho de su espalda, y que su madre reprendiera al hombre con solo dirigirle una mirada severa.

- No hables así de tu tía, no es su culpa haber sacado los rasgos de su padre.

Si se hubiese volteado, Ello se habría dado cuenta de que no fue el inflo los mofletes para no estallar en una risa. La señora Goldenstone recogió la falda de su vestido y se sentó en el banquillo donde Ello había extendido sus piernas para que el viejo sastre no tuviera que forzar su cintura.

- Cariño- le llamó dulcemente para que le mirara-, recuerdas al señor Henley, mi primo?

- Ya se va a ir?- cuestionó el pequeño con entusiasmo, sin ocultar su sonrisa.

Ansiaba tanto que llegara ese día, no soportaba estar en la misma habitación que el reverendo Henley, por más que se mantuviera callado. Había algo en su presencia que le resultaba incómodo y hasta perturbador. No le agradaban las sonrisas que le dirigía a su madre ni que se hablaran en susurros que no lograba interpretar. Su vestimenta era un caso aparte; tan sombrío que contrastaba enormemente con los días cálidos y las prendas ligeras y frescas que vestían el resto de los invitados y habitantes de la mansión.

- No, él...- su madre hizo una pausa desviando la mirada antes de continuar- me contó que se conocieron en los establos y tú no fuiste muy amable.

- Se lo merecía.

- Ello- le reprendió la señora Goldenstone dedicándole otra de sus miradas severas-. Más te vale que empiecen a llevarse bien, porque me convertiré en su esposa y tú en su hijastro este fin de semana. Ya hemos enviado las invitaciones a los familiares que no han venido a vacacionar aquí, sólo falta alistar tu traje y...

- Qué?!- Ello profirió una exclamación muy aguda que perturbo los oídos del sastre parado detrás de él, quien a pesar de su vejez, conservaba una excelente audición. Esperaba que su madre se riera y le dijera que le había jugado una broma pesada, pero ella se mantuvo seria- Te has vuelto loca, madre?

- No me hables así, hijo- aseveró la mujer sin perder la compostura.

- El señor Henley es un hombre despreciable! No me agrada ni yo a él!

- Tú no lo conoces como yo, éramos muy amigos de pequeños.

- Y por qué nunca me hablaste de él?

- Porque...nunca se presentó la oportunidad- dijo volviendo a desviar la mirada, actitud que a Ello le estaba empezando a resultar de lo más extraña; normalmente su madre siempre mira a los ojos a las personas cuando les habla-. Además- prosiguió volviendo a hacer contacto visual-, tú siempre andabas correteando por ahí y no prestabas atención a las conversaciones de los mayores.

- No debes casarte con él! Es una locura!- insistió el menor alzando su voz cuanto le era posible.

- Ni tú ni nadie más tiene derecho a decirme qué debo hacer con mi vida; ya soy una mujer adulta. 

Cinder(Ello)Where stories live. Discover now