Dulces besos

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Con cuidado de no hacer ruido, me levanté de la cama, caminé hacia el balcón y apoyé ambas manos en el frío mármol, respirando el dulce aroma a flores que se colaba en la habitación. La fina camisa que llevaba puesta se mecía suavemente al compás del aire, dando la bienvenida a un nuevo día, un tranquilo y soleado día. Cerré los ojos, dejándome llevar por los sonidos que me rodeaban: el mar a lo lejos, los pájaros entonando sus canciones sobre mi cabeza, las hojas de los árboles acompañando de fondo... Aquella era la clase de tranquilidad que siempre había deseado experimentar y, aunque mi mente permanecía siempre alerta, dejé que mi cuerpo se relajase un poco y disfrutase del entorno.

Detrás de mí escuché cómo él se movía por la habitación. Sabía que se había despertado y que no tardaría en venir a mi encuentro, pero no me moví, interpreté mi papel a la perfección. Mientras mi cuerpo disfrutaba del frescor de la mañana, mis sentidos estaban pendientes de lo que pasaba en el interior de la habitación. Le oí salir de la cama, desperezarse con un ligero gruñido y sus pies descalzos moviéndose hacia a mí después. Conté los pasos, agucé el oído. Cuando le tuve detrás de mí me puse ligeramente tenso, de forma casi imperceptible. Y entonces sus manos rodearon con suavidad mi cintura, se entrelazaron en mi vientre y me pegaron a él. Noté su calor en mi espalda y la fuerza de sus brazos rodeándome, y abrí los ojos con una media sonrisa asomando en mis labios.

Segundos después, sus labios se posaron en mi cuello, recorriendo mi piel con suaves besos. Entreabrí la boca ligeramente, dejando salir un largo suspiro. Aquella era mi mayor debilidad. Daba igual cuántas veces me besase, notar su aliento en mi cuerpo, la forma de su boca en cada rincón de mi cuello, sus dulces besos marcando mi piel, me alteraba de una forma intolerable. Odiaba esa parte de mí que se entregaba completamente a esa forma de amor. Me hacía perder la lucidez, las ideas se mezclaban en mi mente sin dejarme pensar con claridad.

- Damen... - susurré, llevando una de mis manos a su pelo.

Le oí reírse por lo bajo, su aliento haciéndome cosquillas en la piel.

- Buenos días... – respondió él, susurrando en mi oído.

Dejó un último beso en mi hombro antes de subir a mi mejilla y depositar allí otro beso. Con un rápido movimiento me dio la vuelta, arrinconándome entre el balcón y su cuerpo. No se había vestido y su cuerpo aun guardaba el calor de las sábanas. Recorrí su pecho con una de mis manos, siguiendo el camino de mis dedos con la mirada, notando como él no apartaba sus ojos de mi rostro. Detuve mis caricias cerca en su ombligo, alzando la mirada para encontrarme con la suya.

Sus ojos guardaban un brillo intenso y fiero, mezclado con los últimos restos de sueño, mientras su respiración se aceleraba con el roce de mis dedos. Con un gruñido acercó sus labios a los míos y depositó en ellos un largo y suave beso. Al separarse de mí se quedó a escasos centímetros, mi nariz aun rozando la suya y su aliento calentando mi piel. Sus manos recorrían mi espalda, estudiaban con detalle cada punto de esta y me pegaban cuanto podían a su cuerpo. Cuando nuestros labios volvieron a juntarse, me besó con tranquilidad, su lengua jugando con la mía, como si quisiese explorar por completo mi boca. Fue un beso tan largo e intenso que, al separarnos, ambos teníamos la respiración agitada.

- No me canso de ti... - susurró Damen poco después.

Sonreí casi sin darme cuenta, alzando una ceja y acercándome de nuevo a sus labios. Le besé con suavidad, dejando que mis labios rozasen ligeramente los suyos y que mi aliento se mezclase con el suyo.

- Tampoco pienso dejar que lo hagas... - fue mi respuesta.

Damen, con una media sonrisa, volvió a besarme con dulzura, mientras yo pegaba mi cuerpo al suyo, rodeando su cuello con mis brazos y jugando con su pelo. Nuestras bocas se movían al mismo ritmo mientras nuestras lenguas bailaban la una con la otra en su interior. Podía notar el corazón de Damen latiendo con fuerza, acompasándose al mío.

- Laurent... - dijo Damen antes de volver a besarme lentamente, tal y como él sabía que me gustaba.

Y mientras el sol empezaba a calentar nuestros cuerpos y nos daba la bienvenida a un nuevo día, nosotros nos besamos sin descanso, como si el tiempo, para nosotros, se hubiese detenido en ese mismo momento. 

Dulces besosWhere stories live. Discover now