PRÓLOGO

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PrólogoParece que el agua del mundo ya ha pasado varias veces por sus mejillas

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Prólogo
Parece que el agua del mundo ya ha pasado varias veces por sus mejillas. Llegas a cuestionarte el tiempo que lleva ahí, la falsedad a la que se vio enfrentado, tantos sentimientos que sus labios han evocado, tantas risas que sus propios oídos habrán escuchado, tal vez también es amigo del tiempo y trata de olvidar y trata de amar. Sus ojos habrán visto centellas y mares desvanecerse, y en la oscuridad de la noche aparecen sollozos, cantos a la indomable luna, ¿y si él mismo olvida su propia existencia? Qué será de aquel amigo del tiempo, qué será del príncipe incierto.
Muy lejos, después del brillo de miles de estrellas ahí habría de acabar el mundo y ahí habría de estar él, esperando, preguntándose una y otra vez, las veces que fuesen necesarias, tratando de amar.

Muy lejos, después del brillo de miles de estrellas ahí habría de acabar el mundo y ahí habría de estar él, esperando, preguntándose una y otra vez, las veces que fuesen necesarias, tratando de amar

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-Marchaos ya- le aconseja la precoz noche - Pero ¿qué será de él?... ¿Qué será del todo?
Las estrellas siguen tristes, aun sienten penas de sí mismas, pero... ¿qué desdicha se tendrán de aquellas?
-Ellas son diferentes- recuerda el príncipe -Ellas son silencio, son su propia luz y su propia perdición, aunque algún día todas mueran, seguirán en algún lugar del universo y se encontrarán... y volverán a brillas juntas.
El mundo nos obliga a perdernos en un suspiro, en un recuerdo hecho polvo... -Algún día la soledad se cansará de sí misma y llorará y reirá... perderá la cordura
Y... nadie nunca se acercó, porque nunca fue lo que esperaban, porque nunca fue lo que querían, solo quedó ahí sentado bajo las sombras de la luna, la humedad parecía eterna, los vientos parecían detenerse ante su presencia, él lo olvidaba y lo amaba. Le encantaba estar ahí, a veces pensaba que estando ahí ya nada malo pasaría, que hubiera deseado quedarse ahí y no volver, quedarse y mirar la eternidad pasar...

 Le encantaba estar ahí, a veces pensaba que estando ahí ya nada malo pasaría, que hubiera deseado quedarse ahí y no volver, quedarse y mirar la eternidad pasar

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A veces pensaba que no estaba vivo y solo moría y volvía en su propia mente. A veces solo era aire y a veces un montón de hojas, le gustaba pensar que era una flor y que algún día por casualidad alguien pasaría por ahí, y al verlo sacaría una sonrisa y lo quisieran... aunque sea por un momento.
Tal vez ni la eternidad lo recordaría, pero no importaría ya, él sería su propia eternidad.
Paso el tiempo, él ya no recordaba nada, no sabía si llevaba meses o solo segundos mirando la nada. Nadie se acordó de él, porque no quiso ser recordado, él nunca fue lo que debía, las voces... fueron cada vez desapareciendo, junto a los sueños junto a las ilusiones esperanzadas, junto al mundo irreal.
Pero nada sucedería ya, porque nada podría existir ahí, porque nunca podría encontrar... nada, ya nada significaría el mundo sin lo faltante sin lo que tal vez no existía.
Comparte la ansiedad del callado, nunca nos dirá tristeza de su alma. Márchate con tus deseos, con tus vanas ilusiones, desgarra los corazones calcinados, como flora nocturna, descansas y te regocijas en la locura.
Cuando el mundo nos obliga, la oscuridad se vuelve nuestra luz y la luz... se pierde en la memoria.

Gritos de silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora