Día 13

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La mañana de trabajo ha sido muy aburrida. Las mismas caras de siempre. Los mismos comentarios. Los mismos gestos. Se ha acercado a mí mucha gente. Algunos son para mí casi desconocidos. Me dan la mano. Me dicen que lamentan lo de mi chica. Yo pongo cara de pena, pero por dentro pienso que son idiotas. Se me ha acercado un tipo con el que jamás había hablado. Me dice que es el director de la sección de marketing. Que se encarga de las campañas publicitarias y las acciones con clientes. Joder. Acciones con clientes. ¿Qué mierda es esta? ¿Dónde coño estamos metidos? Oigo hablar a esta gentuza y sólo puedo pensar en sus ojos apuñalados, sus lenguas cortadas, sus genitales destrozados y desgarrados.

Odio esta gente del trabajo que intenta utilizar términos técnicos, espectaculares, para referirse a pantomimas y chorradas. Acción de marketing. Una puta carta, una invitación a una comida o un cartel es una acción de marketing. Imbécil. Después de hablar todo el día con capullos decido que yo no mato gente: cambio el estado de sus vidas. Los hago mejores.

Es una pena que esta gentuza enturbie un día tan importante para mí. Hace cinco años que falleció mi madre. Al salir de la oficina me dirijo hacia el cementerio. Antes decido pasar por una floristería. Quiero poner un buen ramo de flores sobre la tumba de la única persona decente que pisó este mundo. La dependienta del establecimiento me atiende con amabilidad. Tiene un buen cuerpo. Su cara es bonita. Me mira. La muy zorra está deseando cerrar la puerta y follarme allí mismo. Lo sé. Soy un tipo atractivo y muy agradable, pero no soy un puto salido de mierda. Sé que podría hacérselo allí mismo. Sin embargo sólo soy amable con ella. No pretendo metérsela en un día tan especial para mí.

La miro. Ella envuelve las flores con cuidado. Decido que no estaría mal echar un polvo un día de estos. Compro una rosa aparte del ramo y antes de salir de la tienda se la doy. Se queda cortada. Sonrío. Se acerca a mí y me besa en los labios. Alguien entra en ese momento en la tienda. Me da una tarjeta con su teléfono y me despide amablemente. Soy un Don Juan. Mientras me acerco a la tumba de mi madre voy pensando en el poder que me ha sido otorgado. Soy capaz de seducir a una dependienta salida ninfómana y matarla mientras la digo que la quiero. Seguro que lo acabaré haciendo. Llego frente a la tumba de mi madre muerta. Rezo. Madre, intento hacer que te sientas orgullosa de mí. Tienes un gran hijo.


Diario de un PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora