Capítulo 1

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—¿Para qué me mandó llamar Coronel?— habló el rubio al mismo instante que entró por aquella puerta, no estaba de un muy buen humor debido a que ya era lo suficientemente tarde como para estar en su casa durmiendo sin preocupaciones, pero se había quedado a terminar de leer aquel libro de unas 500 hojas como mínimo.

  —¿Que no es obvio que necesito hablar contigo?— levantó su mirada con cierta clase de molestia, aquellos ojos oscuros lo denotaban; quizá se debía a tanto trabajo juntado o quizá los pendientes que no había acabado desde hace días pero qué mas daba. Si
su vista pudiera quemar de seguro ya hubiera consumido en llamas su oficina. — Tengo algunos datos que te pueden ser útiles. — Al escuchar eso último Edward sabía que nada bueno iba a salir de esto. Pues aquella expresión de molestia había cambiado a una de interés en cuestión de instantes. —Pero al conseguir esto, fue muy arriesgado, pues la Piedra Filosofal no es cualquier cosa.

—¿Entonces...?— Edward estaba realmente desconcertado ante las palabras del mayor, no entendía a qué quería llegar por lo que solo quedaba seguir escuchando.

—Quiero que me pagues Edward, pero no con dinero...— dicho eso, el peli negro se levantó de su asiento jalando a Edward hacia él para besarle. Aquel beso se sentía frío, sin sentimientos, con el único propósito de transmitir aquella lujuria que era típica del Coronel. Pero aquel chico interrumpió el beso, pues aquella sensación de los labios ajenos era un tanto extraña y le disgustaba que lo único que deseaba era mantener alejado y jamás verlo —...sería con tu cuerpo. — finalizó divertido.

—¡Ni pensarlo!— rechistó Edward con furia dispuesto a jamás regresar a aquella oficina.

Pero antes de salir aquella voz le detuvo con simples palabras. — ¿No piensas que puedes devolverle aquella forma humana a tu hermano más fácil? Quizá un poco de información extra que se mantiene muy oculta te puede ayudar. — su sonrisa maquiavélica hablaba por si sola, ya que había logrado su cometido, ya que pensaba que persuadía al niño de manera más sencilla con tales palabras. —Aunque sí no quieres, creo que solo los quemaré.

—¿Qué es lo que quieres que haga?— respondía Edward demasiado molesto con la cabeza inclinada al suelo, no quería ver a aquel ser tan despreciable.

Con aquel niño ahora bajo su mando, iba a ahorrarse un buen de dinero que cada noche invertía en mujeres, lo cual era de lo más agradable a su punto de vista. Caminó a donde se encontraba Edward con un pequeño papel en mano; acorralándole con la puerta.

—Te espero esta noche en mi casa. — murmuró en su oído para guardar aquel pequeño papel en el bolsillo de la gabardina. —Esa es la dirección de mi casa.— lamió suavemente su oído dando una leve mordida en el lóbulo. Que la diferencia en estatura le ayudaba demasiado pues Edward se sentía completamente intimidado ante el mayor, pues se había atado a él de una manera tan despreciable.

Al salir Edward simplemente se fue a encerrar a la biblioteca pues no quería estar cerca de nadie y aquel lugar era demasiado tranquilo. ¿Por qué estar con él de esa manera y no de la manera romántica? Pues Edward desde hace algo de tiempo había comenzado a sentir algo por aquel Coronel que ni el comprendía del todo, pues parecía tener sentimientos tan contrarios en aquellos momentos de incertidumbre, pues sentía entre amor y odio a aquel Coronel, pero después de lo que había pasado hace unos minutos solo podía sentir odio. Y si el Coronel hubiera tenido conocimiento de aquellos confusos sentimientos, hubiera tomado ventaja sobre ello pues lo único que quería era divertirse con el joven muchacho de hermosos cabellos dorados.

—¿Sucede algo Señor?— La cara de complacencia de Mustang era tan obvia que hacía que la Teniente sospechase de él, pues a pesar de que ella sabía todo acerca del hombre, aún habían muchas cosas que seguía sin conocer.

Untiled 1Where stories live. Discover now