CAPÍTULO DOS

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Sonríe mientras puedas, no sabes en que momento borraras esa pequeña muestra de alegría.

Existen dos días muy importantes en mi vida, uno de ellos fue el día en que Nació Lucy y el otro fue seis meses después cuando dimos el paso del sí en el altar

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Existen dos días muy importantes en mi vida, uno de ellos fue el día en que Nació Lucy y el otro fue seis meses después cuando dimos el paso del sí en el altar. Un vestido de encaje blanco cubría mi cuerpo, tenía los nervios a flor de piel, no eran dudas de si era lo correcto porque desde el primer momento en que le conocí sabía que era el correcto, no era inseguridad de si yo era suficiente para él, porque juntos nos complementamos para llegar a ser suficiente, solo era una emoción incontrolable, un deseo agigantado de sentirme completa, tenía a la niña más hermosa que pudiera desear y al hombre más atento que cualquiera pudiera tener, simplemente era perfecto, pero tenía que sellar eso que yo consideraba perfección con el matrimonio.

No sé si se podría describir la manera en que me sentí ese día, la mujer más feliz podría decir, sólo agradecí a Dios quien lo había puesto en mi camino.

—¿Lesley el pastel? —preguntó mi hermana Nía, con el pastel en su mano, se suponía que debía haber estado aquí temprano, pero la pastelería se retrasó y tuvimos que empezar sin pastel.

¡Vaya primer fiesta de cumpleaños!

Le señalé el lugar correcto de la mesa donde debía ponerlo. Hoy era el cumpleaños número cuatro de Lucy.

Habíamos alquilado un colchón inflable para que los niños jugaran, habían comido algodón de azúcar y me cuestionaba si tanto dulce no le daría mucha energía.

—¡Qué tierno! —exclamé cuando vi a Keegan salir de la habitación vestido de payaso.

Se acercó para besarme, pero lo alejé.

—Los payasos no deben besar a Mami —respondí riendo y me acerqué a mi madre que veía a los niños jugar.

Su sonrisa me recordó el momento en que me di cuenta de mi embarazo, cuando supe que iba a ser madre, cuando le di la noticia al principio pensó que solo estaba bromeando, su hija no podría salir embarazada sin aún estar casada -ella siempre había pensado que lo correcto era en el matrimonio-, cuando le expliqué que no era una broma, se puso a llorar, no me había enterado de que mi hermana mayor Nía, no era fértil, cuando eso tenía dos años de casada, mi madre me había confiado que ella y Shane tenían siete meses intentando tener un bebé y que aún hasta el sol de hoy era imposible, entró en depresión por un tiempo, pero con ayuda logró superarlo y hace año y medio habían adoptado a Eve, dos años menor que Lucy, una criatura hermosa, que cualquiera que la viese pensaría que era su hija de sangre, tenían los ojos del mismo color avellana y sus cabellos eran tan claros y dorados como el sol. Eve era la luz de Nia, nunca la había visto sonreír tanto como cuando tenía a la niña entre sus brazos, cuando la mimaba para dormirla o cuando conversaba cosas sin sentido con ella, solo era adorable de ver la conexión que tenían.

El momento de cantar cumpleaños llegó, los niños se reunieron cerca del pastel a cantar la canción y Lucy iba a soplar las velitas.

—Pide un deseo —dije mientras la alzaba para que estuviera a la altura adecuada.

Cerró sus ojitos.

—Quelo pastel. —sonreí ante su deseo infantil.

La fiesta de cumpleaños había salido bien y para nuestra suerte la niña se había dormido temprano, tanto jugar y corretear le tenía que pasar factura después.

Ahora me encontraba en la cama preguntándome cuándo fue que se me ocurrió la idea de celebrar un cumpleaños era extremadamente agotador. Keegan entró en la cama y yo puse mi cabeza en su pecho.

—Ha crecido tanto —dije disfrutando del suave movimiento de sus manos en mi pelo—. Siento que fue ayer que la tuve por primera vez en mis brazos.

—Y que tu madre quería que le pusiéramos el nombre de tu abuela.

—¿Tanto te molesta el nombre de Carmen? —pregunto.

—¿Ya no es suficiente con que todas ustedes se llame Carmen? Nía Carmen Sanders, Lesley Carmen William. ¡Por el amor de Dios Lesley! —rio al entender su frustración.

—Lo sé cariño, pero peor es que mamá quiera llamarnos por el segundo nombre a las dos y no sepamos a quien se refiere. —Pasó la mano por el pequeño rastro de barba—. Creo que está obsesionada. —Le doy un pequeño pico en los labios y vuelvo a mi posición anterior.

Nos perdimos en palabras sin razones e importancia, perdidos en un mundo donde todo está bien, sin saber que en algún momento eso que llamamos felicidad se vuelve tristeza.


Pendiendo De Un Hilo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora