1. No soy un fantasma

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Aquel chico solitario que se sienta al final de la clase, si es que, por una especie de milagro, consigue llegar hasta la puerta y no quedar en mitad de la carretera como un cachorro desorientado. El que se da media vuelta cuando intentas hablarle, tan antipático. Él, que podría evolucionar a una sombra sin que nadie se percatase, era de todo, excepto Keith Kogane.

Un extraño tipo que podría brillar a la luz de la luna como una gran bola de discoteca, y hacer competencia con ella, pues su blanca piel incitaba a algunos comentarios por parte de los alumnos más pequeños en una extraña hipótesis de que era un vampiro. No quedaba del todo claro, y cuando los profesores le daban un pequeño golpe en la cabeza a cada uno de ellos por pensar ese tipo de cosas, su pelo negro y largo como el carbón, y su inclinación por quedarse en lugares oscuros hacía que, sin mucha lógica, los mayores también comenzaran a sospechar.

Pero Keith Kogane no era un vampiro, si se le tuviera que relacionar con algún muerto viviente, probablemente lo más lógico sería suponer que fuera un fantasma. Y así pensaba una de las chicas de su escuela, con total seguridad, mientras se subía las gafas con un solo dedo y levantaba una ceja como si estuviera haciendo una investigación dentro de su cabeza. Keith nunca habló con ella, aunque esta tampoco servía de ayuda, pues se limitaba a observarle desde lo lejos.

No se podría contar el día a día del muchacho como cualquier otro de sus compañeros, que lleno de ilusión quedaría parado frente a sus padres a contarle todas las buenas notas que había obtenido ese día, o algo parecido por lo cual debería ser elogiado. Más bien, serían unas vagas palabras que soltaría justo antes de volver a su habitación y permanecer allí hasta el día siguiente. Y así era cada mañana cuando volvía de clase. Dejaba la mochila en el sofá, sin siquiera molestarse de donde está había caído, se sentaba en su silla adjudicada, que siempre hacía un sonido molesto pero que después de tanto tiempo, terminó acostumbrándose. Su madre le preguntaba que tal había ido su día mientras dejaba caer la sopa desde el cucharon hasta su plato, y Keith le soltaba ¨Bien¨ como si pronunciar aquella mentira fuera algo mortal para él. Su madre se sentaba y deslizaba su plato hasta su hijo, ella comenzaba a comer y en ese momento el silencio se adueñaba de la habitación, con la única melodía de las agujas del reloj moviéndose. Al terminar, Keith lavaba su plato y con la excusa de ¨Iré a hacer deberes¨ subía las escaleras rápidamente para desplomarse en su cama y hacer un esfuerzo por olvidar todo lo que había vivido, hoy, repitiendo el proceso al día siguiente, y al siguiente, y así...mes tras mes, en un caos que, hasta ese momento, creía que jamás terminaría. 

Mis páginas queman, Lance.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang