Capítulo doce: Perdido en el bosque

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Estoy amando a una sombra, intentando atrapar la lluvia entre mis manos. Nunca escuché el silencio en mi casa, cara. Nunca lo escuché como ese día que tú me dejaste.

E

stás aquí. Las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa mientras guardaba con lentitud el celular en el bolsillo trasero de sus desgastados pantalones. Ella se acercó, moviéndose con lentitud y Chars no pudo evitar recorrerla con la mirada y mucho menos que su mirada se quedara más tiempo en aquellas largas piernas.

La chica sonrió abiertamente dándose una vuelta provocando que la pequeña falda de color durazno se subiera unos centímetros más. La blusa negra con un exagerado escote mandó señales directamente a él.

Estoy aquí contestó con la voz ronca entrelazando los dedos con los suyos. Ella se inclinó besando sus labios, pasando la lengua y luego mordiéndolos con deleite sin importarle que había dos hombres viéndolos. Chars bajó las manos a su cintura, enterrando los dedos en su piel y atrayéndola más a su cuerpo para que sintiera su corazón latir desbocado por ella. Vamos arriba, Zoe.

Vamos, galán. ―Sonrió subiendo las escaleras. Él envolvió las manos alrededor de su cintura y pegó el pecho a su espalda mientras subían las escaleras. Él no podía alejar las manos de ella, no podía alejar su boca de la suya. Zoe lo estaba consumiendo, lo estaba haciendo perder la razón.

Sacó las llaves de la habitación y la abrió. Zoe recorrió el lugar con la mirada y una sonrisa se plasmó en sus labios y tan pronto puso un pie en la habitación: se quitó los zapatos de tacón. Chars se quitó la chaqueta de piel y caminó hasta ella empujándola a la pared y enterrando su boca en la suya. Mordió sus labios, pidiendo acceso a su boca y la muchacha con suaves gemidos, se lo dio. Las manos del rubio bajaron hasta sus piernas, apretándolas deseoso, empujó su cuerpo y él terminó haciendo que rodeara su cadera para tenerla muy cerca.

Debimos ir por el helado ―señaló ronco Chars ladeando la cabeza, ella mordió su cuello, lamía y volvía a morderlo. El joven apretó los labios cuando escuchó su risa. ¿Qué es tan divertido?

Tú queriendo huir de mí, mi amor.

Quiero salir contigo; ir al parque, por un helado. ¿Qué hay de huir en eso? Hizo una mueca cuando Zoe terminó sacando su camisa y bajaba las manos hasta el cinturón de sus pantalones, como siempre terminaba haciendo, era su mejor manera de callarlo.

Cállate, Chars. No digas bobadas.

Eh... Detente, muñeca. ―Alejó sus manos de sus pantalones y la soltó lentamente. La muchacha lo miró fijamente, devorándole y él tuvo ganas de bajar la mirada. Desde que estaba con Zoe, Chars había perdido el ritmo de todo, su vida se basaba en hablar con ella y tenerla desnuda en aquella habitación de un viejo hotel a las afueras del pueblo. Un ritmo que él no quería llevar, era el rubio quien le decía de ir a cenar, ir por un café o una cena en su casa. ¿Qué estaba haciendo mal?. Ese día que te invité a salir, tú preferiste irte de fiesta. ¿Qué pasa contigo?

EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora