EPÍLOGO

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Michael Buble sonaba en los altavoces de su casa, si, su casa en el pueblo. Pequeña, acogedora y cerca de la casa de sus abuelos, a unos metros de la casa de Luke y su familia. Hace un par de meses la había adquirido, en un buen precio y desde entonces, él con sus amigos venían todos los domingos para arreglarla. Era una casa preciosa y Maggy, la esposa de Luke, lo había ayudado con el pequeño jardín y en poco tiempo, ya tenían hermosas flores, un pequeño árbol de tamarindo y de sandía, incluso había pensado en comprar un pedazo de chacra, pero su abuelo le había dicho que se lo daría. Era su nieto, y entre ambos había un lazo especial, aparte que era el único que tenía interés por los animales y la chacra que poseía.

Su habitación al final del pasillo, en esa se encontraban las habitaciones de sus hijos y dos de huéspedes, porque sus amigos solían apuntarse los fines de semana. Su habitación tenía una vista preciosa, un pequeño balcón donde podía sentarse con un libro y una taza de café, era pequeña y acogedora. Estaba llena de fotografías, peluches y libros en la mesa de noche, por lo general cuando estaban ahí, sus hijos no dormían en su habitación, sino consigo. Traían a Flame y a veces a Zeus.

Realmente venir al campo fue la mejor medicina que pudo encontrar, el pasado estaba cerrado por fin, había podido avanzar junto con sus hijos. Era feliz, si le hubieran dicho hace tres años atrás que tendría una familia feliz, Charles lo hubiera negado. Pero es que el destino era demasiado juguetón, le ponía pruebas y alejaba la felicidad.

— ¡Papá! —el grito de Aurora lo sobresaltó. Dejó de pasar el jabón por su cuerpo y se giró, moviendo la cortina, viendo a su hija inclinarse, con el ceño fruncido. Su Aurora, su nariz llena de puntitos y sus bonitos ojos, estaba vuelto loco por su hija—. No encuentro mi colgante, ese que me regalaste. ¿Lo has visto?

—En la maleta negra amor, en el bolsillo pequeño. ¿No lo recuerdas? —la niña asintió y terminó lanzándole un beso a su padre. Charles se giró y terminó de bañarse, enredó la toalla blanca alrededor de su cadera y se detuvo en el espejo.

Cortó algunas mechas doradas y rasuró su barba, no tan corta, ni tan larga. Se echó desodorante y luego peinó su cabello hacía atrás, para que ningún rizo cayera en su frente. Después de eso, tomó el pequeño radio dejando que la música se reprodujera, lo dejó en la mesa de noche y caminó hacia la puerta de su cuarto, echándole seguro así Aurora o los niños no entraran. Dejó la toalla y desnudo camino hacia el ropero, se puso unos bóxer blancos apegados y se sentó en la cama grande, viendo a su lado su traje color perla. Se puso las medias y el pantalón, se agachó atando los pasadores cortos de sus zapatos de vestir. Se puso de pie sacándole el gancho a la camisa y se la puso, maldijo y abrió el cajón sacando los gemelos con la inicial de su nombre.

Abotonó con cuidado y se puso encima el chaleco del mismo color, sonrió cuando escuchó Sway y movió los hombros, caminando hasta el espejo, viéndose. Se veía bien, de perla. Todo su traje y sus zapatos. Aplicó loción y luego se puso el saco. Arregló los últimos detalles y cuando estuvo listo salió, dejando la puerta abierta. Bajó con cuidado y sonrió al ver a su familia ahí, corriendo de un lado a otro y a los mellizos, cada uno en brazos de sus tíos. Erin llevaba un vestido perla con unos zapatos negros, su cabello recogido y algunos rizos negros caían en su frente con gracia, Patrick llevaba un traje igual que el suyo. Idénticos.

Su familia al verlo soltaron un silbido, riendo y diciéndole lo guapo que se veía. Si. Se sentía atractivo ese día.

Aurora venía bajando las escaleras con Diana, pero su padre solo la miró a ella. Estaba hermosa, aunque ella vistiendo cualquier cosa era hermosa. Su bebé estaba tan grande, ahora su nena se quejaba cuando intentaba cargarla o decirle que era su nena, estaba creciendo demasiado rápido, quería detener el tiempo y sostenerla en sus brazos. Su hija mayor rió al ver la cara de su padre, sostuvo su vestido perla largo y se dio una vuelta mientras su cabello se movía con delicadeza. Su mujercita, no lo pudo evitar. Tiró de su hija y la abrazó, con fuerza, y sin querer soltarla.

EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora