Un camino de piedras

2.9K 272 18
                                    

Hacía ya rato que Lexa no escuchaba nada al otro lado de la puerta de Clarke, ¿Se habría dormido? No entendía por qué había huido así tras corresponder a su beso. Era cierto que se había precipitado y se había dejado llevar por un impulso, seguramente incitado por el vino y las imperiosas ganas de sentirla a su lado tras un año de ausencia, pero estaba convencida de que Clarke sentía lo mismo y en esos momentos, al otro lado de esa puerta cerrada por primera vez desde que se conocían, Lexa estaba confusa y tremendamente dolida, necesitaba hablar con Clarke, entender qué había ocurrido y sobre todo saber si Clarke sentía lo mismo que ella, si también se le aceleraba el corazón, le hervían las entrañas y se le congelaba el aliento, necesitaba saber si Clarke la amaba pues solo el amor podía explicar cómo se sentía en esos momentos, la certeza de estar completamente enamorada de la rubia la golpeó y quiso llorar, impotente y sintiéndose estúpida. Tendría que haberlo sabido, las señales estaban ahí y no quiso verlas, no quiso entender por qué solo Clarke podía calmarla, por qué desde el primer día su mirada, su sonrisa se convirtió en una necesidad para ella, por qué solo dormía sin pesadillas en sus brazos... Sentada contra la puerta de esa habitación donde se habían apagado tantos miedos en el pasado, Lexa lloraba al pensar en Tyler, en lo injusto que era no poder amarlo como a Clarke, el muchacho era bueno con ella, la trataba como a una reina y le hacía feliz siempre que podía, era detallista y generoso, confundió amor con soledad y cariño, ahora lo sabía y se sentía culpable.

Agotada por el largo viaje, con los ojos rojos e hinchados por su silencioso llanto y su interior cargado de dudas, se levantó y se acostó en su cama, durmiéndose al instante sin saber que Clarke no había pegado ojo, atenta a sus movimientos desde la puerta de su habitación, con el corazón desbocado y la mente llena de horror. Con los dedos en sus labios, acariciándolos mientras las lágrimas caían silenciosas por sus mejillas. Lexa le había besado, su niña, la misma que tenía una vida lejos de ahí, la misma que tenía un hombre que la esperaba, la misma por la que no dormía, a la que amaba con todo su ser y se suponía que era inalcanzable.

Como un avispero, su mente colapsada por todos los pensamientos que intentaba desechar, no quería hablar con ella de ese beso, no le daría importancia y si Lexa la abordaba lo más sensato sería apartar el tema y olvidarlo. La castaña era joven, impulsiva y seguramente estaría confundida, y ella a sus treinta y un años no podía permitirse perder la cabeza por una muchacha de diecinueve quien a ojos de todos era semejante a una hija. Sin duda una relación con ella no tenía pies ni cabeza, era un camino de piedras, con más tropiezos que alegrías, era mucho mejor dejarlo pasar antes de que fuese a más puesto que Lexa sería feliz con Tyler si se olvidaba de ese desliz, aunque ella no tuviese salida, aunque ella estuviese perdida pues en cuanto la castaña besó sus labios certificó que Clarke le pertenecía, lo haría siempre, la amaría en silencio y la apartaría de ella para que fuese feliz.

Se metió en la cama y no pudo dormir, no pudo apartar sus dedos de sus labios, memorizando cada segundo de ese beso que su castaña le había regalado sabiendo que sería el único que recibiría de ella, el primero y el último, no pudo dormir mirando al techo y llorando, sabiendo que a la mañana siguiente tendría que enfrentarse a la peor situación de su vida, enfrentarse a Lexa y decirle que no había significado nada ese beso, mentirle ya que los labios de la castaña sobre los suyos había sido lo mejor que le había pasado en la vida.

A la mañana siguiente Lexa despertó con el agradable olor a tortitas que llegaba de la cocina, Clarke estaba preparando el desayuno y aunque no tenía nada de hambre se levantó de un salto para ir al encuentro de la rubia, necesitaba hablar con ella o su mente estallaría. Entró en la cocina y la encontró preparándole un plato, café y zumo, concentrada en su labor. Se quedó quieta un instante contemplándola con la boca seca y el corazón desbocado, nunca antes se había fijado pero ver a Clarke concentrada en tareas comunes le parecía fascinante, le parecía la mujer más bella del mundo. Los ojos aguamarina de la rubia se posaron en los suyos y le regaló una sonrisa que consiguió derretirla por completo ¿Cómo no se había dado cuenta antes de cuáles eran sus auténticos sentimientos por ella? Eran más que evidentes y ella no se había percatado.

Un camino de piedrasWhere stories live. Discover now