El chacal

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-¿amor?-

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-¿amor?-

-tú última lección, Pip-

-...-

-te he enseñado ya sobre la bondad, la inocencia, la fidelidad y otros conceptos del ser, pero hoy toca el turno de unos de los más complejos y universales, como lo es el amor-

-¿los demonios aman?-

-todos aman Pip, por eso es algo muy complejo de explicar, el amor tiene miles de caras y ninguna es igual a otra, inocente, incondicional, apasionada, egoísta, perversa, pura, sacrificada...cada cara del amor es distinta, pero ahora solo estudiaremos su lado incondicional y puro-

-¿tú me amas, Damien?-

-más de lo que podrías siquiera imaginar-

-¿y con cual de todas esas caras?-

-con todas y con ninguna, mi amor por ti abarca desde el más puro sentimiento hasta el más perverso de ellos, mataría al diablo y me arrodillaría ante dios solo por complacerte-

-eso es demasiado viniendo del anticristo-

-¿y tú? ¿Me amas, Philliph?-

-si mi amo, aunque no sé si podría darte un ejemplo tan bueno como el que me acabas de dar-

-oh, claro que puedes...tu sabes cómo-

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Tres semanas habían pasado ya desde la muerte de Butters y los nervios del pueblo en general seguían crispados, Yates había regresado una vez más al orfanato y se había dado cuenta de que el nombres de Leopold Stotch había sido añadido, supuso que Philliph Pirrup había regresado a hacerlo, y desde entonces mantenía el orfanato en vigilancia, así como las salidas al pueblo y algunos sectores del bosque por donde se pudiera huir, su instinto le decía que Pirrup estaba aún en South Park, y no solo el, si no también Damien Thorn, del cual sospechaba se trataba de cómplice, Yates había hecho una exhaustiva investigación en torno al pelinegro y no se encontró nada más allá de su nombre, ni siquiera la directora Victoria sabía nada de él, solo lo había contratado por sus excelentes títulos en filosofía, los cuales al parecer eran falsos así, así como su licencia de conducir y otros documentos, los dueños del departamento donde se había estado alojando tampoco sabían mucho, solo que había llegado un día cualquiera -sospechosamente un mes antes de la muerte de Gary- y les pago varios meses por adelantado, decían que era misterioso y tan silencioso que el departamento parecía estar siempre vacío y obscuro, para el comandante era claro que esos dos estaban liados desde el principio, y que no se irían al menos hasta terminar su macabra lista, aunque Yates se rompía la cabeza intentando averiguar para que, ¿que pasaría después de matar a cien personas? ¿lo dejarían? ¿iniciarían otra lista? esas preguntas le provocaban jaqueca la cual se vio intensificada al escuchar un escándalo fuera de su oficina, el comandante, ya enojado, se levantó de su silla y salió hacia los cubículos de sus compañeros donde una desesperada madre lloraba en los brazos de su esposo, junto a un chico que les acompañaba, Yates los observo unos segundos, podía reconocerlos fácilmente, los había interrogado un par de veces después de descubrir que Pirrup estaba involucrado en los asesinatos, ellos habían sido sus jefes, los señores Tweak, y el chico pelinegro a su lado era Craig Tucker

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