El puente es como clavar voluntad y fundamento

248 17 3
                                    

Que ibas a marcharte, tu discurso reiterativo, no te puedes ni siquiera comenzar a imaginar lo mucho que me cansaba  escucharlo, y más a esa primera Mayte que se encargó de repetir que no se moriría sin ti... la necesidad nunca fue lo mío, ya sabes, mi profunda convicción de que nadie esta obligado a amar, siempre he pesado que ese fue mi mayor atractivo, para tí.

– ¿Así que te decidiste a no amar mas?– recuerdo tu tono de burla, ante mi sincera confesión, y es que para que voy a mentir, cuando me encontraste esa primera vez, estaba más que decidida, no sabia si me iba a quedar a vestir santos, pero mi corazón definitivamente estaba necesitado de un descanso; esos, los que vinieron antes de ti, habían logrado convertirlo en un terreno árido, lo que me irónicamente me hacía perfecta para ti, que no venias a sembrar.

Tú conocías de primera mano mi historial y al igual que yo, sabías que después de tanto desamor aprendí a repararme sola el corazón, cuando apareciste, estaba dedicada a cuidármelo, pero entonces viniste con tu mentalidad sin ataduras, con tus historias de mundos lejanos, con la magia oriental y el hedonismo mediterráneo, me pintaste otras tierras de ensoñadas comarcas, y lo compre, todo aquello que tus labios vendían.

Con el paso del tiempo me habitué a tu compañía, y tú, imagino también te acostumbraste a contar a mi lado el paso de los días, cuando esa primera tarde el momento nos atrapo, me uní a tu juego, a pesar de tus advertencias y con toda conciencia de causa, medio inmóvil y aferrada a los picaportes de las puertas, pero firme y decidida.

– ¿como se vive sin destino? – me atreví finalmente a preguntar, después de sobrevenir a esa primera tempestad que significaba haber caído en tus brazos, yo no entendía, como es que podías ser un ave que vive sin hogar.

Respondiste que era gracias a tu compañera constante – La soledad – esa a la que yo ya conocía, la que también era mi amiga, y aprendimos juntos a compartirla.

Yo vivía admirada de nuestra manera tan similar de ver la vida, entendías mis culpa, mis remordimientos… (–hubieras podido luchar mil batallas y terminar en el mismo lugar que hoy estas– no recuerdo si te lo agradecí pero después de esas palabras deje de usar mis tardes en imaginar lo que hubiera sido de mi vida, si hubiera luchado un poco más por mi matrimonio con Fernando, el problema, fue que en su lugar empecé a planear los atardeceres que quería ver a tu lado, las noches de luna llena en las que te quería abrazar ¡que estúpida verdad!)… también entendías mis sueños y hasta mis lunáticas manías.

A pesar del paso de los días ti querías seguir oyéndome decir, que no me iba a enamorar y te lo aseguro, tuve toda la intensión de cumplir, de no aferrarme a ti… Y  lo aseguro porque lo iba a hacer por mi, pero, te desnudas te ante mi, y que podía yo hacer, tu bajaste las murallas, y me mostraste todo lo escondido, me llenaste de trova, me desglosaste a Silvio, y me diste América Latina en tus ojos, Europa en tu labios, África en tu ser, Asia en tu paz y Oceanía en tus sueños.

Amaba tu libertad, la amaba tanto que si me lo hubieras pedido, te hubiera entregado la mía, fue entonces cuando llegó el final.

–Así que Gerardo finalmente se va – nunca supe hasta que grado Fernanda no te quería hasta que la vi, ese día tan sonriente por tu partida, pero su cara de regocijo se desvaneció tan pronto como vio la mía, no le molestaba ni un poco que te fueras, pero (lo vi en su mirada, siempre transparente) le dolió en alma haber tenido la razón, y ver en mi rostro que efectivamente ya te había entregado mi corazón y ahora ibas camino directo a romperlo, te lo cuento ahora para que entiendas porque nunca más te dirigió el saludo siquiera, y mira que ella nunca fue rencorosa pero ya ves, siempre te dije que eras bueno sacando de la gente sentimientos escondidos.

Nos saltamos del postre al digestivo, necesitaba algo que me ayudara a pensar con claridad y elegí el limoncello y con el valor pasajero que te da el alcohol, hice que Isabel y Fernanda me dejaran en la puerta de tu apartamento, ni siquiera llame, no sabía si estabas, se ofrecieron a esperarme pero las convencí de que era algo que me toca arreglar sola, tu tercer piso se me hizo un viaje eterno, y sin embargo, tan corto que no alcancé a preparar lo que debía decir, no hubiera importado de todas maneras, ver en tu puerta las maletas borro todo de mi mente.

– No pensabas ni siquiera despedirte – comencé sin siquiera acercarme aún – ¿Qué tan poco he sido en tu vida? – te cuestione parada cerca al ascensor dispuesta a huir en cualquier momento.

– Iba a ser más fácil – espero que escrito entiendas la cobardía de tu excusa.

Yo que solía admirar tú valentina, y la capacidad con la que extendías tus alas al volar, comprendí que lo único que  sabias era huir… pero no puede culparte, tu nunca me mentiste, fui yo quién lo malinterpretó… todo.

– Mayte te conozco, vas a terminar entregando el corazón y no quiero hacerte daño. – Cerré mis ojos, me subí de nuevo en el ascensor y al igual que tú, huí.

Te odié, por decirlo tarde, por no preverlo con tiempo, por el hecho de que fuera cierto, por tu falsa intención de protegerme, por no haberme protegido a mi misma, por extrañarte, por haber dañado nuestra amistad, pero más que nada por no poder vestirte de maldad y guardarte en mi memoria con el traje de villano, tú habías sido desde el principio siempre claro, y yo la terca.

EL PUENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora