¿Qué pasaría si toda la tercera generación viaja a la segunda? Y más concretamente al año 1996, en el quinto año de nuestros protagonistas. ¿Evitarán muertes? ¿Cambiarán pensamientos?
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Cuando los gemelos hubieron bajado de la tarima y abrazado a sus respectivos familiares y amigos de éstos, otro encapuchado se acercó para presentarse. Se notaba a leguas que se trataba de una chica por la forma de caminar, y al quitarse la capucha se pudo demostrar, era una joven rubia de ojos grises bastante hermosa.
—Hola pasado —dijo sonriente la ojigris—. Me llamo Meghan Malfoy y tengo 16 años. Voy a quinto curso, igual que los imbéciles que se han presentado antes...
—¡OYE! —exclamaron Fred y James fingiendo enojo.
Y esto provocó risas de todos los presentes y de ellos mismos.
—Bueno, sigo, soy Ravenclaw, como mi madre, y muy orgullosa que estoy de ello. Ah, por cierto, supongo que ya sabrán quién es mi padre, no hay demasiados Malfoy. Mi madre es Emily Lupin.
Los dos jóvenes se miraron sorprendidos, jamás se abrían esperado que en un futuro llegaran a casarse y encima tuvieran una hija. Draco no pensaría nunca casarse con una mestiza, y menos con la hija del hombre lobo Lupin.
—¿Preguntas? —preguntó Meg.
—¿Tienes novio cariño? —le preguntó su abuela Narcisa.
—No, nana Cissy, y tampoco estoy interesada en nadie de momento.
—No mientas Malfoy, todos sabemos que estás loca por mí.
—Púdrete Potter, sabes que te detesto. Jamás saldría contigo en mi sano juicio.
—Oh, vamos, hermosa. Algún día caerás —le dijo él con tono burlón.
—Quizás en tus mejores sueños —lo retó.
—En mis sueños siempre sales tú —y sonrió seductoramente.
—Genial —dijo la chica de forma sarcástica, rodando los ojos—. ¿Algo más?
—¿Quieres salir conmigo?
—¡POTTER! —le dijo molesta.
—¿Qué te gustaría hacer cuando acabes Hogwarts? —le preguntó su madre.
—Bueno, no quiero que te enfades ni nada, mami —dijo mirándola con su mejor cara de no haber roto un plato en su vida—. Quiero viajar por todo el mundo descubriendo animales fantásticos.
—¿Qué? ¡Pero eso es muy peligroso!
Incluso Draco estuvo de acuerdo en eso con ella, aunque jamás lo diría en voz alta.
—Vamos mamá, ya lo hemos hablado, y dejaste ir —le reprochó su hija.
—Pero solo porque Fred y yo íbamos —le dijo una encapuchada.
—Oye —se quejó Lorcan—. Lys y yo también vamos a ir.
—Pero a vosotros no os consideran responsables —le discutió la chica.
—¿Y a Fred sí? —saltó esta vez Lyssander.
—¡Oye! —se quejó el aludido.
—Fred, cariño, no es que seas el mejor ejemplo de responsable, sinceramente —le dijo Meg con una mueca.
—¡Oh, genial, gracias! —se burló—. Ahora vamos a ir todos contra Fred.
—Y sigues queriendo irte con ellos...
—No te lo tomes a mal, Potter, pero le caemos mejor que tú —dijo la encapuchada.
—En tus sueños, Nott, cariño.
—¡Fred! —gritaron a la vez—. ¿Quién te cae mejor?
El aludido se puso nervioso de pronto, sin saber qué decir, mientras alternaba su mirada entre ambos.
—Basta, esta es mi presentación —dijo Meg con voz firme.
Los chicos se volvieron a sentar en sus sitios. Meg les contó a los del pasado que esas peleas eran habituales entre ellos, pero que se querían en el fondo.
—¿Quiénes son tus padrinos, cielo? —preguntó esta vez Dorcas, mirando a su nieta.
—Son tío Theo y tía Liz —contestó ella, mirando a ambos con una sonrisa, que fue devuelta.
Finalmente, bajó del escenario y fue a saludar a todos sus familiares, parándose más en sus abuelos maternos, a los que no había podido conocer.
