4. Café en una nueva taza

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¿Qué había pasado realmente?

Aquella era una buena pregunta o, más bien, una pregunta excelente.

Rebecca se revolvió atrapada entre las sábanas. El sol se colaba a través de su ventana sin cortinas y le impedía continuar con su tan ansiado sueño. La noche anterior había sido muy larga y ahora lo que más anhelaba tanto su cuerpo como su mente era un descanso duradero. Pero el sol de domingo se lo impedía. Le dio la espalda a la ventana por cuarta vez aquella mañana. Abrió un ojo con dificultad, descifrando la posición de las agujas de su reloj despertador. La una y media de la tarde. Aún era temprano. A pesar de haber dormido casi siete horas, no le era suficiente. La cabeza le daba vueltas, el sol de la mañana le hería los ojos, sus músculos se sentían pesados y no tenía fuerzas ni para continuar respirando. Aún así, inspirando hondo y con los ojos fuertemente cerrados, se obligó a salir de la cama. Sus pies entraron en contacto con el frío suelo y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Algunos recuerdos de la noche anterior llegaron a ella, haciendo que sus mejillas adquirieran rápidamente aquel tono rojizo que tanto la caracterizaba. Se puso en pie de forma repentina, haciendo que un ligero mareo la embargara. En cuanto recuperó la estabilidad se dirigió al cuarto de baño. Aún vestía con los pantalones metalizados de la noche anterior, pero se había desecho de la camisa y permanecía únicamente con su sujetador de encaje, también estrenado para aquella ocasión. Necesitaba urgentemente una ducha que la hiciera desprenderse de todo lo que había ocurrido, de todo lo que permanecía pegado a su piel como una segunda capa. Abrió el paso del agua mientras se desvestía con rapidez, sin dejar de sentir aquellos pinchazos en la cabeza, fruto de la resaca. Cuando el agua estuvo lo suficientemente caliente, la joven se sumergió en la cascada que caía desde la pared, purificándola como nunca antes lo había hecho.

Más alejado del cuarto de baño, Ashton estaba seguro de que aquel colchón duro y estrecho no era el de su cama. Pero tampoco podía ser el de la cama de alguna chica con la que hubiera ligado el día anterior. Si ese fuera el caso, estaría cómodamente acostado junto a ella o esperando, probablemente, a que le llevaran el desayuno a la cama. Algunos retazos de la noche anterior inundaron su mente junto a los pinchazos propios producidos por la resaca. A pesar de que salir de fiesta se había convertido en un deporte para él desde hacía ya algunos años, aún no había logrado acostumbrarse a los terribles efectos del alcohol. Pero aún así, no dejaba de beber cuando se encontraba con sus amigos. Desde algún lugar de aquel apartamento le llegaba el caer del agua en una ducha, lo que le hizo comprender que no se encontraba en su casa. Pero, si no se encontraba en su propio apartamento de lujo frente al mismísimo Big Ben, en la otra orilla del río Támesis, ¿dónde se encontraba? Y lo que le pareció, en aquel momento, incluso más importante, ¿con quién se hallaba?

A su mente llegó entonces la imagen de una rubia despampanante enfundada en unos ajustadísimos pantalones metalizados con la que había intentado ligar la noche anterior. Pero aquella rubia se había girado y lo había acuchillado con una mirada tan profunda como el mar. Mientras se deleitaba con la repetición del encuentro con Rebecca, fue abriendo los ojos con dificultad. Se relamió los resecos labios, sin dejar de contemplar el techo de la estancia. Todo era demasiado normal, demasiado gris en comparación con sus propios muebles. Pero no le desagradaba. A pesar de la falta de gusto y de lo barato de la decoración, había un toque personal que inundaba la estancia. Algo que podía sentirse aún sin contemplarlo todo a su alrededor. La caída del agua en algún lugar del apartamento cesó de repente. Se escuchó perfectamente el abrirse de alguna puerta corredera y después, silencio. Un silencio que duró apenas unos minutos. Ashton seguía con la vista clavada en el techo. Comenzaba a recordar todo lo que había ocurrido la noche anterior. A pesar de aquel juramento tan desgastado en su mente, se había interesado por la rubia. Ashton se había interesado en Rebecca de verdad. Pensó que, quizás, ella era la indicada para curar su corazón herido. Ella era tan o incluso más imperfecta que él mismo, tenía sus problemas y sus lagunas, también estaba recubierta de una capa de barro como una segunda piel. ¿Por qué entonces no elegirla a ella como la que lo curaría de todos sus males? Alguien que pudiera comprenderlo, sin duda. Alguien que se sintiera tan miserable como él mismo se sentía.

La cara oculta de la lunaWhere stories live. Discover now