Jet Lag.

721 78 12
                                    

Él se había acostumbrado al hecho de que todo moriría. La peor parte de su trabajo era ver a los animales morir, porque lejos de ser almas atormentadas, su aura era tan pura y fresca que le causaba un pesar enorme llevarlos a la muerte. Algunas veces eso era necesario, pues las pobres criaturas sufrían el peso de los años o de alguna enfermedad, como en los humanos pero eso no lo hacía sentir del todo bien.

Su vida o más bien estadía permanente en la tierra (Porque sería irónico llamarle vida cuando él era la muerte) había sido pasiva, demasiado para Pha pero las cosas pasaban así porque él lo deseaba. Veía como sus amigos se enamoraban, salían y llevaban una vida normal cuando él no lo hacía. Jamás nadie le llamó la atención, una vez se acostó con una prostituta y ahí fue cuando descubrió que tenía un alma empedernida como la de un poeta, porque el sexo casual no era lo suyo y aún no encontraba a nadie que lograra encenderle el alma, para que sus genitales se revolucionaran.

Hasta que un día vio ese punto de luz en la oscuridad. Recordaba ese día a la perfección, estaba con sus amigos en el festival del año al que siempre asistía, estaba con tres cervezas en su cuerpo humano y ahora tomaba un mojito con lima mientras conversaba con Steffano. El ambiente se sentía extraño, algo más tranquilo que antes y él simplemente se hundió allí. Pha siempre había sido muy tranquilo, esa era su personalidad aunque su naturaleza no combinara con ello, por lo que fue imposible no sufrir de un amor instantáneo al ver esos ojos color chocolate, una mirada de cachorro, frágil y dulce. Así podía describirlo.

No podía parar de observarlo, porque aquel joven era toda una delicia andante. Era tan pequeño, tan compacto, que Pha fácilmente calculó que le llegaría al pecho como mucho, su cabello se veía de lejos sedoso el cual lo invitaba a ser tocado, pero se retenía. Era blanco como la leche, demasiado, pero no se excedía. Se veía tan delicado a primera vista, que él mismo se juró que si alguna vez tocaba ese cuerpo, lo haría con una vehemencia suave.

Las cosas simplemente se dieron desde ese momento. Ellos se atraían como imanes, o al menos eso dijo Steffano agregando que fácilmente podía ver al Eros entre ellos, por lo que decidió dejar por una vez en su larga existencia esa pasividad que lo caracterizaba e ir por la presa, aunque no deseaba tratar al joven así, obvio era más que una presa. Se acercó a la barra en donde el chico tomaba una cerveza, le sonrió y halago sus ojos. La confianza fluyó desde el primer momento y Pha se dio cuenta de que ellos eran realmente el uno para el otro. Wayo, o como prefería que lo llamaran (Por propia petición) Yo era un estudiante de Arte, trabajaba a medio tiempo en una cafetería, así que obviamente su conversación se desvió más por el parte y piezas parecidas, ya que él trabajaba en un museo precisamente de pinturas.

Lo llevó en horas del amanecer a su casa, la sensación de protegerlo lo invadió, eso que había sentido muchas veces con sus victimarios, pero que sin embargo no podía salvarlos. Ahora eso era diferente, podía tener a salvo a Yo, lo sabía. Cuando estacionó al frente del Porche de la casa del joven sus labios aun escocían por un beso, desde el primer momento para ser exactos, pero no quería asustarlo, así que solo dejó un beso en su mejilla cargado de sentimiento y antes de despedirse, le invitó a salir. Steffano se reiría si le pillase en ese momento.

Ahora volviendo al presente. Jamás imaginó estar en esas condiciones, si imaginaba a su persona diciéndole a Yo la verdad sobre su naturaleza, pero jamás llegó a la conclusión de que el menor se daría cuenta de esa manera. Sabía que a pesar de que el menor estaba demasiado herido, lo veía, lo miraba atentamente y de manera asustada, una reacción demasiado normal al verlo transformado y Pha no supo que hacer, si llevarlo a su lecho de muerto rasgando en su pecho con la hoz o rescatarlo y llevarlo a un centro hospitalario, tomando el papel de "Príncipe" 

En ese momento se dio cuenta de que no podía mandar en su corazón, que tal vez su naturaleza estuviese en todo su ser pero no allí, en el centro de su pecho donde lejos de ser la muerte era simplemente humano. 

Tomó la pequeña luz que brillaba sobre el cuerpo aún consiente de su chico y la besó, para luego encaminarla a su hogar y sellarla. Miró con dolor como a Yo se le cristalizaron los ojos y solo tomó su cuerpo al estilo princesa y volvió a su estado humano, para llevarlo a algún hospital. 

Caminó con él lejos del acantilado y se transportó a el lugar más cercano. El alma de Yo ahora estaba a salvo, no tenía de que preocuparse, salvo el hecho de que posiblemente ese chico no lo quisiera cerca y él entendía aquello. 

El chico fue llevado instantáneamente en un camilla para la sala de revisión. ¿Debía irse o esperar? Debía irse. Dio los datos correspondientes de Yo y se largó. 

Salió a la calle y en ese momento el auto de Forth apareció. Tomó la manija de la puerta y la abrió entrando allí. Por primera vez se sintió extraño, el pelinegro nunca fue muy amoroso con él, buen amigo sí, pero era más tosco que quien sabe qué, aunque hoy, lo miraba con una especial tristeza y preocupación. 

-¿Ahora que harás? 

-¿Qué me aconsejas? -Respondió distraidamente mirando por la ventanilla.

-En algún momento se daría cuenta lo sabes... -Pha rió. 

-No has respondido a mi pregunta, Forth. 

-Deberías hablar con él. 

-Oh, vamos. Ese niñito si que te ha cambiado, mira que suenas tan racional... Imbécil -Intentó sonar cariñoso. 

-Beam no ha hecho nada. Solo creo que no deberías hacerte a un lado -Suspiró cansino. 

-¿Cómo sabes que me haría a un lado? -Alzó una ceja mirándolo divertidamente.

-Te conozco demasiado, ¿Se te olvida que hemos trabajado en el mismo gremio por siglos? -Le dio un codazo. 

La plática quedó allí, Pha no podía refutarle nada a Forth y no precisamente porque fuese su jefe, sino porque tenía razón. O al menos solo pensaba en alejarse cuando salió del hospital. 

Cuando llegó a el parking de su departamento se bajó junto con su amigo. Los dos caminaron de manera silenciosa hasta el ascensor. Cuando llegaron a su piso, caminaron por el pasillo y entraron a el departamento. 

Una escena bastante normal apareció frente a sus ojos. El flamante italiano estaba sobre su novio mientras los dos se fundían en un gran y candente beso. Cuando escucharon la presencia de ellos dos, el ojí-azul solo se bajó de aquel regazo y les sonrió. 

-¿Qué tal Jay? -Saludó Forth al novio de Steffano. 

-¿Por qué viene cubierto de sangre? -Preguntó Park señalando a Phana. 

-Oh, gajes del oficio, ya sabes -Interrumpió Steffano sonriendole. 

Levantó su mirada azul y miró hacía la cocina. Se agachó para dejar un beso en los labios de su novio y caminó por el departamento, luego de ver la blanca espalda desaparecer, intentó pasar desapercibido por Forth y Jay. Entró a la cocina y allí lo esperaba el chico como si fuese su madre a la hora de tratar asuntos que estaban lejos de ser intrascendentes. 

-Cámbiate, apestas a muerto -Añadió mirándolo con asco. 

-Gracias -Sonó dudoso -¿Qué quieres?

-Solo me preguntaba que ibas a hacer, debes decidir ahora porque si no lo haces, las cosas podrían cambiar en la vida de ese chico y no me interesa en lo más mínimo que vuelvas a ser el amargado de antes -Se cruzó de brazos. 

Pha algunas veces odiaba el don de Steffano. Siempre indagaba en el destino, futuro y pasado de las personas. Más de una vez le preguntó que si Yo y él estaban destinados a ser, pero nunca dijo nada y ahora venía a soltar toda esa información. 

-¿Por qué me dices todo eso? -Preguntó sin poderlo creer -Te he preguntando miles de cosas y nunca has querido responder nada, pero ahora, cuando no lo pido, sueltas todo. 

-Porque soy tu amigo -Susurró y salió de la cocina. 

¿Que haría ahora? 





Diaboliquement.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ