Capítulo Dieciocho

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Lee Taemin quedó huérfano a los seis años de edad.

Su madre había fallecido por una enfermedad cuando él apenas tenía un año. Si le preguntaban, diría que fue por cáncer, pero realmente no se acordaba de lo que había sucedido.

Cinco años después murió su padre en un accidente de tráfico.

Taemin sí recordaba qué había sucedido ese día. Se acordaba de que la profesora de su colegio les había hecho dibujar lo que querían ser de mayores. Las niñas había dibujado a princesas y veterinarias. Los niños preferían el fútbol, o ser cantantes. Taemin no sabía qué quería ser de mayor, así que solo había dibujado unos cuantos árboles, simulando un bosque, porque su padre siempre le contaba cuentos de bosques antes de dormir, y a él le encantaban. Recuerda que los niños le habían llamado raro, y se habían reído cruelmente de él. Después de eso, se había entristecido, aunque su profesora le había elogiado por lo bonitos que eran sus árboles, y le había dicho que ya descubriría que quería ser de mayor; él se había quedado con la palabra raro en la mente.

Después de eso, Taemin no había jugado más, solo se había quedado ahí, callado y entristecido, esperando con demasiadas ansias a que su padre llegase a buscarle desde el trabajo. Esperó hasta que todos los niños fueron recogidos por sus padres, quedando solo él y la profesora en el aula. La mujer leía algo en su escritorio, miraba por la ventana y luego le observaba con pena. Taemin no sabía porqué le miraba así, pero sabía reconocer esos ojos tristes, porque su padre solía mirarle así de vez en cuando.

Un rato más tarde, cuando la puerta se abrió de improvisto, él casi salto en su pequeña silla, con los ojos iluminados esperando ver a su progenitor, pero quien le dio la bienvenida fue el director de su colegio. Él y su profesora hablaron apenas unos segundos, con la voz baja e intercalando miradas hacia él, y cuando su profesora asintió, dedicándole otra vez esa mirada llena de desanimo, su director volvió a abrir la puerta del aula, dejando entrar a una pareja en la sala.

Lo primero que pensó cuando los vio acercarse hacia él, fue que ella tenía los mismo ojos de su padre; marrones, apenados y abnegados en lágrimas.

Taemin ese día descubrió que esa mujer era la hermana de su padre; su tía. Que ella era la única familiar que le quedaba, porque su padre ya no estaba con él. Había perdido y ganado un familiar a la vez.

Durante los años siguientes, pensó egoistamente que había sido mejor así. Se consoló diciéndose a sí mismo que era mejor perder a sus padres a una edad temprana, porque así sufría menos, porque no los echaría tanto en falta. Porque después de todo tenía sus tíos, que eran como sus padres, y a sus primos que lo trataban como su hermano pequeño, incluso lo presentaban en la familia como un hermano más, y eso había conseguido calmar un poco el corazón devastado de Taemin.

El bálsamo le había durado poco. La vida se había encargado de ser cruel con Taemin una vez más. Al menos eso fue lo que pensó cuando se encontró a sí mismo en una comisaría de policía, lleno de hollín, tierra, y cenizas. Algunos agentes de policía le interrogaron con la ansiedad escrita en el rostro; él se había asustado, y se había negado a hablar con cualquiera a menos que fuera para preguntar sobre sus tíos o sus hermanos. Un hombre con rostro afable les había dicho a todos que su negativa era normal, que estaba en estado de shock y que seguramente no recordaba nada. El hombre tenía razón, porque por mucho que se esforzaba en saber que había ocurrido, en su mente parecía haber nada más que vacío.

Tal vez, por eso, no estuvo lo suficientemente preparado para escuchar lo que había pasado.

Le dijeron que un incendio había sido el causante de todo. Taemin escuchó la versión resumida y sin muchos detalles que le había ofrecido una mujer que se había identificado como psicóloga. Él, lo único que había entendido, es que se había quedado solo. Otra vez. Que en ese momento era un crío de doce años, solo y raro.

Después de medianoche. Where stories live. Discover now