1. La vida en las nubes

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Sin pensarlo, abrió la ventana y asomó la cabeza. Vivía en el piso 300. Abajo, se divisaba un grupo de personas esperando el transporte público y más al fondo, nubes y contaminación.

La pesadilla volvió y decidió no tener más recuerdos. Asomó el cuerpo completo por la ventana y saltó al vacío.

Elsa se encontraba esperando el bus cuando un objeto pesado cayó a su costado. Retrocedió espantada al darse cuenta de que era un hombre joven, que ahora miraba hacia la nada. Su cuerpo cayó sobre la banca y la destrozó por completo. Se escucharon gritos, pero Elsa sólo se dedicó a mirar los ojos del muerto. En sus ojos existía el terror absoluto.

La policía llegó tres minutos después de ocurrido y se inició el protocolo de rigor. La fuerza de orden era eficiente y sacaron a Elsa en segundos del lugar. Le dijeron que pronto la llamarían para dar una declaración.

Elsa subió al bus con destino a su casa pero trató de no pensar en el suicidio de ese hombre. Llegaría a su hogar y trataría de dormir. Sacó un paquete de papas fritas de su bolso y empezó a comer. Cuando estaba nerviosa siempre le atacaba el hambre.

-Esto es un desastre- dijo el sargento Ramírez a su compañero de patrulla.

-Ya van cinco en un sólo mes- respondió el cabo Melero, aguantando las náuseas. De los cinco suicidios, había tenido que presenciar cuatro contando éste y su estómago parecía no aclimatarse a trabajar en Homicidios.

-No me gustaría estar en el lugar del equipo de investigación- señaló Ramírez -Un par de suicidios pueden justificarse, pero ¿cinco? Yo buscaría un patrón...

-Pues ¿por qué no les dice usted, sargento?- dice Melero mientras dos detectives llegan a la escena. Ramírez lo mira con ironía y decide que ha tenido suficiente por este turno.

Los detectives Pascal y Fuenzalida trabajan juntos hace tres años y se nota. Se separan de inmediato, uno va a hablar con los forenses y la otra se acerca al cuerpo para examinarlo de cerca. Con cinco suicidios en un mes, el protocolo se hace rutinario. Suben al piso 300 del rascacielos y toman nota de todo. El muerto tenía 25 años, vivía solo y era ejecutivo bancario.

Pascal recorre el dormitorio e inspecciona la ventana por donde saltó la víctima.

-Federico Ringeling, un genio del sistema financiero. Probablemente trabajaba 27 horas diarias y el estrés lo hizo decir "adiós, mundo cruel"-dijo con una sonrisa sarcástica.

-¿No te extraña que ejecutivos y empresarios de renombre de repente decidan quitarse la vida?- le pregunta Fuenzalida, que inspecciona la colección de películas de Ringeling.

-Es un reflejo de nuestra sociedad actual, querida Lilian. Viven acelerados por ganar dinero que simplemente olvidan lo que es existir. De manera inevitable, lo recuerdan, pierden el interés y boom, saltan- dice Pascal haciendo el gesto hacia la ventana.

-Creo que deberíamos ver más allá de simples suicidios, eso es todo... ya sé que parece loco, pero creo que deberíamos investigar más, eso creo- replica Lilian al ver la expresión de Pascal.

Un pensamiento que quedó en el aire... Lilian era el cerebro pero Manuel Pascal era el instinto. Éste último la miró incrédulo y en su mente el caso quedó cerrado.

Pero para la detective Fuenzalida el caso le intrigaba demasiado. Cinco suicidios en un mes, todos ejecutivos de la banca privada o del gobierno. Todos tenían en su poder la famosa dormidora, la última innovación en tecnología del sueño. Era lo único que les permitía descansar el cerebro y tener un poco de paz por cinco horas. Lilian estuvo tentada de comprar uno igual pero al trabajar en Homicidios, te podían llamar a cualquier hora y un programa computacional no podía gobernar su cabeza en estos momentos.

El fin de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora