8. ― letting go.

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letting go. DAY6.

Me había aferrado a ti
durante tanto tiempo
Pero ahora, te dejaré ir.

No hay nada que
pueda hacer por ti
Es la única manera
de hacerte feliz.

Te dejaré ir,
te dejaré ir,
te dejaré ir.

***

Chanyeol nunca había estado allí antes.

Estaba frente a una casa pintada en tonos pasteles, de dos pisos y con flores, que identificó como margaritas, bordeando cada lugar posible. Había algunos lirios alrededor y cultivos de alimentos que no reconoció se extendían hasta donde llegaba su corta visión. Todo se veía verde, agradable y la brisa templada arrastraba un aroma dulzón.

Notó que estaba sobre el pasto, como si hubiese dormido sobre él y tenía el olor a tierra en los brazos. Se puso de pie lentamente, quitándose algunas hormigas inofensivas de encima y comenzó a buscar con la mirada algo que le diera más información acerca de su ubicación, sin lograrlo con éxito. La cabeza se le revolvía con teorías, dudas y confusión. Era seguro que estaba en una especie de granja, quizás de alguna familia del campo, pero, aparte de eso, no podía saber más nada.

Una voz dulce pronunciando su nombre le hizo estremecer el corazón y todo pensamiento anterior fue ahuyentado por la silueta dueña de esas palabras. Chanyeol parpadeó varias veces y se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz, tan sonriente como podía.

—¡Abuela! —chilló el menor corriendo hacia ella con pies torpes y corazón rebosante de felicidad.

—Mi niño... —lo llamó risueña ella y lo abrazó con fuerza por un rato. Chanyeol cerró los ojos mientras sus brazos suaves le transmitían calidez y amor—. ¿Dónde has estado, Yeolie? Te había estado buscando.

Chanyeol se separó de su abuela y ladeó la cabeza, preguntándole por qué. Ella le sonrió afable y atrapó sus pequeñas manos entre las suyas. Él contempló su cabello oscuro decorado con algunas canas rebeldes que se escapaban del perfecto peinado.

—Sentémonos primero. —Unos cuantos pasos hacia adelante y ambos tomaron asiento sobre los escalones de madera de la entrada, que crujieron ante el contacto. La mujer suspiró y el menor la observó expectante.

—¿Qué es, abuelita? ¿De nuevo te vas a Daegu? —Chanyeol hizo un mohín con los labios y la anciana frente a él negó con la cabeza, reprimiendo un suspiro—. ¿No? Entonces, ¿qué es?

—Escúchame, ¿sí? —Ella le apartó un cabello que se acercaba a su ojo y él asintió con la cabeza, ávido de curiosidad.

—Te he visto, mi niño. —Una expresión triste cambió el rostro alegre que solía llevar la abuela de los Park—. Has estado llorando mucho, lo sé. No tienes que negármelo. Tampoco has comido y ni siquiera has sonreído estos días. ¿Por qué te has puesto así, Yeollie? Verte de esa forma me duele.

Chanyeol no le quiso explicar. No quiso contarle que había pasado mucho tiempo desde la última vez que había podido comer en paz durante el recreo o desde la última vez que había sonreído de verdad. Tampoco quiso decirle que los cómics que ella misma le había regalado con cariño ya no existían, porque esos niños que tanto lo odiaban los habían roto en pedacitos.

Se limitó a bajar la cabeza, con los ojos enrojecidos, mientras se mordía la mejilla para evitar llorar. Su abuela le acarició la mano, sabiendo que no le diría nada para no preocuparla y le sonrió con tristeza. Pasado un momento alzó la mirada, viendo sus arrugas y su piel pecosa por el sol. Profundizó en sus ojos encantadores y quiso perderse en ellos, para no regresar nunca más a la escuela.

stay with me » p. chanyeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora