47. Adiós, hermano.

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EIDEN

Nunca lo habría imaginado, ni en mis peores pesadillas habría pensado que podría sentir un dolor semejante. El dolor de la pérdida, lo llaman. Jamás había tenido nada ni a nadie de verdad, jamás había sentido la necesidad de tener a alguien, de hacer a alguien completamente mía, de aferrarme a alguien con tanta intensidad. El pánico, el puto pánico que me da perderla, no entraba en mis planes.

Nada de esto entraba en mis planes.

—Dijiste y hasta prometiste que sí Alessia te echaba de su vida para siempre lo aceptarías. —Dijo Jace, estaba apoyado del marco de la puerta de brazos cruzados. — No debes echarte a morir, Eiden. Odio verte tan débil. Tú no eres así, cabrón.

—La he destrozado a ella y también lo que teníamos. —Me senté al borde la cama y escondí mi cabeza entre mis manos. — Haré lo que haga falta, sea lo que sea, para compensar mis errores.

—Joder, no sigas. Párale, ya.

Lucho contra el impulso de empotrarle los dientes en el paladar. Me paso los dedos por el pelo y hago una mueca cuando siento el dolor en los nudillos. Esta vez, los cortes son más profundos que de costumbre. Darle de puñetazos a la pared de ladrillo del apartamento ha causado más daño en mis manos del que pensaba. No es nada comparado con cómo me siento por dentro. No sabía que esta clase de dolor existiera, es mucho peor que cualquier dolor físico que pueda infligirme a mí mismo.

—creo que deberías darle un tiempo.

—¡¡¡QUE MÁS TIEMPO!!! —le grito. — Han pasado cinco meses y, ¿quieres que le des más tiempo?

—Solo digo que una chica cuando está dolida no quiere ver ni en pintura a la persona que le hizo daño. —replica.

Me levanto de mala gana. — ¿Tú que sabes? lo que más me molesta, Jace, es que si te estuviera pasando lo mismo con Isabella ¡ESTARÍAS PEOR! —Terminé gritando.

—Esto no tiene nada que ver con Isabella y conmigo, Joder, te dejo sola con tu maldita rabieta. —dice Jace con un suspiro, y cierra la puerta.

— ¡Joder! —grito dando vueltas en el sitio.

Daría cualquier cosa por verla morderse el carnoso labio inferior cuando se concentra, o que me dirija su adorable mirada asesina una vez más.


ALESSIA

— ¿Cómo mierda se les ocurre a ustedes ir a la casa de Greg? —grita mi madre desesperada, parece que le iba dar algo cuando se lo comentamos.

—Eso fue anoche mamá, y no pasó nada, se lo dijimos y como se quedaron boquiabiertos y casi a punto de entrar en coma. Alessia y yo salimos corriendo. —Isabella ríe. — Pero, no pasa nada, mamá. Ya lo conocimos y ya no vamos a tener que ver más nada con ellos. Te lo prometemos.

—Una promesa de tu parte Isabella, es tan difícil de creer. Es como si hiciera un pacto con el diablo, sabiendo que tarde o temprano se la cobrará. —dijo mi mamá seguido de un suspiro.

—Ay, mamá, me haces ver como una maldita perra.

Isabella y mi mamá se ponen a conversar, pero entro en un trance nublado por el rostro de Eiden, que no me concentro en lo que dicen. Me pongo a pesar en la última vez que lo vi y en lo mal que lo dejé.

¿Dónde está? ¿Qué está haciendo ahora? Una parte de mí quiero volverlo a ver, pero la otra parte quiere golpearlo y sacarlo de mi cabeza.

— ¿Verdad, Alessia? —la pregunta de Isabella me saca de mis pensamientos.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora