Prefacio

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Gill

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Gill

Caminaba por los alrededores. Hace unos días me mudé a éstos alpes a vivir como ermitaño, apartado de todo. Así es mejor, aquí no me encontrarán.

Cuando participé en la cruzada de hace unos años, maté a muchas personas por el bien de nuestro ejército cristiano. ¿Éso me hace un buen hijo de Dios? En el campo de batalla no hay justicia, es algo que suelo repetir a menudo. Mucha gente inocente, herejes y albigenses murieron, incluso judíos.

Papá.

Escucho a lo lejos un ruido extraño, un "papá". Suena como un niño pequeño. Lo sigo, y entonces, del cielo me cae algo encima.

No es algo, es un niño pequeño. Lo alzo en alto y lo contemplo.

¡Ay! ¡Me ha pateado! ¡Y encima se empieza a reír...!

—¿Tus padres no te han dicho que es de mala educación patear a las personas? -le pregunto.

—Mamá.

—Yo no soy tu mamá.

—Papá.

—Tampoco, me llamo Gill.

—Papá.

—Por cierto, ¿dónde están tus padres? ¿Qué haces aquí solo?

—Papá.

—Parece que es lo único que sabes decir.

—Hemanita.

—O sea, tienes una hermana, bien, ¿y dónde está?

El niño no contesta, solo me mira con sus ojos azules, babea, agita las piernas y brazos, y ríe.

—Bien, parece que no eres de muchas palabras —le digo, se empieza a hacer tarde—. Ya me tengo que ir, pero no te puedo dejar aquí sola o algo malo te podría pasar.

Al final, me decido por llevarme al niño conmigo. Una vez dentro de la cueva, logro armarle en las ramas del techo una especie de cuna temporal, si se mueve demasiado y cae, debajo hay más mantas para amortiguar la caída. Solo debo estar al pendiente de que no se orille al precipicio, se acerque al fuego o se coma/chupe una piedra.

Solo tuve un hijo, que ahora está en manos de Dios, yo le deje su crianza absoluta a mi esposa, que igualmente en paz descanse; por lo que no sé nada de cuidar niños. Pero esta niña (sí, hace rato fue al baño y adivinen quién la limpió) se ve diferente a mi hijo.

Mi hijo era un niño muy calmado, a diferencia de esta niña que no para de moverse, va de aquí para allá, es muy juguetona. Por lo que veo, ésta niña sería una gran peleadora cuerpo a cuerpo, ya lleva un rato lanzándole puñetazos a la pared.

—¿Cuántos años tienes? -le pregunto arrimandole unas zarzamoras.

La niña me muestra tres dedos, ya veo.

—¿Cómo te llamas? -pregunto.

La niña no contesta, solo come. Parece que no sabe muchas palabras. Ahora que la veo bien, se ve muy pálida, como si toda su vida hubiera estado encerrada. A pesar de éso no se ve desnutrida, parece que la tenían muy bien alimentada, aunque tampoco está gorda.

Los días siguientes, cada día a la misma hora voy con ella a visitar el lugar donde la encontré, por si alguien regresa por ella, pero nunca hay nadie.

A la niña le gusta ir colgada a mi espalda. Ya llevo un mes cuidándola y no le puedo estár llamando "niña". Hasta que sepa cual es su verdadero nombre la llamaré Gine, como mi difunta esposa.

...

Éste prefacio era muy necesario uwu

Espero y lo hayan disfrutado.

Hacia Jerusalén.Where stories live. Discover now