VI

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Toda Invernalia aguardaba en el patio principal, esperando con gran excitación recibir a la corte real. La familia Stark estaba en primera fila, vestidos todos con sus mejores galas, desgraciadamente eso también incluía a Shiera. Lord Eddard la había obligado a acudir a esa reunión y a vestir su mejor vestido: Un largo vestido verde con hombreras con forma de escamas blancas y una capa lívida y abrigada.

Bran estaba realmente emocionado, el joven Stark tenía una sonrisa de oreja a oreja, durante las últimas semanas Shiera le había preguntado el por qué de su alegría y Bran solo no paraba de bramas alegremente que vería al rey, que por fin estaría frente al rey de los Siete Reinos. El Rey de las Siete blasfemias, mofó Shiera, para sí misma. Su padre le había hablado de él, del gran Robert Baratheon cuyo único objetivo era ver la casa Velaryon y toda aquella persona con sangre de dragón en sus venas ensartados en una picota.

Los caballeros de Marcaderiva estaban bastante nervioso, pues Shiera contemplaba como todos ellos sujetaban sus yelmos con una mano y la empuñadura de las espadas con la otra. Parecían totalmente preparados a verter sangre Baratheon sobre la tierra de Invernalia y a la pequeña Velaryon no podría importarle menos.

Arya se acercó corriendo y su padre la detuvo.

-Eh, eh...¿Y este yelmo?- Inquirió lord Stark, quitando el casco de la cabeza de su hija- Anda, ve a tu sitio.

El señor pasó el yelmo a ser Rodrick, el maestro de armas.

Arya se acercó a Bran.

-¡Aparta!- Bramó ella empujando a su hermano.

Bran obedeció pero al actuar con tanta premura chocó contra Shiera y eso hizo que ella perdiese el equilibrio pero por suerte Bran la sujetó del brazo, impidiendo su caída.

-Perdón- Habló el niño Stark, cohibido.

La niña valyria le dedicó una dulce sonrisa y al instante escuchó el sonido de los cascos de unos chocar contra el suelo y el relinchar de unos caballos. Por la puerta entró una comitiva de altos caballeros, enarbolando alto y glorioso los estandartes del ciervo y el león. Caballeros de la tormenta, y jinetes de Occidente, también se divisaba la guardia real, el sueño hecho carne del prometido de Shiera. Tras ello entró el rey.

La Velaryon se forzó por no reír ¿Ese era el bravo y valeroso Robert Baratheon? Los Siete debían burlarse de ella, pues si semejante hombre había vencido a la dinastía más poderosa que el mundo había conocido...

Tras el rey y sus caballeros entró una gran carroza de color rojo escarlata. La comitiva paró, el rey desmontó y todos hincaron rodilla ante su presencia. Shiera no quería, ese rey no se merecía absolutamente nada pero aún así se arrodilló, al igual que sus caballeros. Debía recordar la misiva de su padre, debía cumplir sus instrucciones. Ya habría tiempo para el odio más adelante.

La Velaryon contempló como de la carroza bajaban la reina y sus dos hijos menores.

El rey quedó estático ante lord Stark y con un movimiento de sus manos ordenó al Guardián del Norte levantar. Eddard se levantó y tras él, todos los demás.

-¿Y el gnomo?- Susurró Arya.

Sansa arrugó el ceño, enfadada.

-Quieres callar...

Mientras el rey y lord Eddard se miraban fijamente.

-Que gordo estáis- Afirmó sin pudor el obeso monarca.

Lord Eddard lució una mueca, algo parecido a una sonrisa, y señaló con la mirad la panza del Baratheon. Ambos se rieron y  se abrazaron.

Robert saludó a lady Stark y tras eso se volvió a su amigo.

El Viejo, El Verdadero, El ValienteWhere stories live. Discover now