Capítulo XXX

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Jane

Con la promesa de que no iba a escapar, James me permitió salir de la habitación para acompañarlo en sus actividades experimentales en el laboratorio improvisado que él mismo había construido en la casa.

El dolor que la mitad de mi novio había experimentado antes prácticamente había desaparecido y ahora volvía a moverse con agilidad. Su sarcasmo ante la vida también había regresado.

—Hola, Capuchín—saludó al pequeño ratón, que se encontraba solo en la jaula, como si se tratase de un bebé—. Hoy será un día importante...y contamos con la presencia de la realeza.

—Deja de hablarle como si fuera un niño pequeño, ¿quieres?

—Capuchín es como un niño pequeño...

James se alejó de la jaula y fue por una silla para que yo pudiera sentarme. Cerró la puerta, encendió una lámpara blanca que se encontraba en el techo, y luego tomó una jaula que contenía dos ratoncitos idénticos al que había llamado "Capuchín". Sacó a uno de los dos.

—Hola, Capuchín, 14-1.

— ¿Capuchín 14-1?—pregunté, burlándome—. Creo que alguien perdió la originalidad con el primero.

James me miró desafiante y luego alzó una ceja.

—Entonces ésta va a ser Jane, y su otra parte será Asher, ¿contenta?

—Idiota...

Rodé los ojos y él dejó de prestarme atención para dedicarse por completo a su experimento. Primero midió al ratón C141 en todos los sentidos: tamaño, signos vitales, color; después lo regresó a la jaula y realizó el mismo procedimiento con el otro ratón.

—Siguen siendo exactamente iguales—afirmó mientras escribía en una hoja—. Eso nos demuestra que la supervivencia de un individuo separado en dos.

Me miró y sonrió maliciosamente.

—Quizá uno debe morir para que ocurra una separación completa—dijo, antes de alejarse de la mesa de experimentos e ir a preparar una extraña sustancia color verdoso.

Me quedé helada y rogué para que su estúpido experimento no diera el resultado que él quería porque, si funcionaba, James no tardaría en ir a acabar con la vida de Paul.

McCartney sacó una jeringa del cajón que tenía más cerca y succionó un poco de la sustancia verdosa con ella. Después se acercó nuevamente a la mesa donde se encontraban los ratones para tomar a uno de ellos.

—Capuchín 14-2...espero que entiendas que esto es para la ciencia.

Sin decir algo más, le inyectó la sustancia. Al principio, el ratoncito que tenía James en la mano se retorcía y emitía chillidos horrendos, mientras que el ratoncito que estaba en la jaula hacía exactamente lo mismo. Después de un par de minutos: el ruido cesó.

James colocó al ratón muerto sobre la mesa y observó el comportamiento del ratón que se encontraba en la jaula. No se movía, pero tenía los ojos abiertos y seguía respirando con lentitud.

— ¡Lo logré!—exclamó McCartney mientras sacaba al ratoncito de la jaula para poder verlo mejor—. ¡Están separados, Jane! ¡Uno y uno hacen dos!

Él me miró con una sonrisa enorme en el rostro, pero yo desvié la mirada al pequeño ratoncito que tenía en la mano. Sus respiraciones eran cada vez más pausadas. James también lo notó.

—Maldición...—puso al ratoncito en una bandeja plateada y corrió a buscar algo en la estantería. Desvié la vista al ratón inyectado y noté cómo aún estaba vivo—. Aquí está, aquí está.

James regresó con una sustancia blanquecina en otro frasco pero, justo cuando iba a aplicársela al ratón, ambos ratoncitos fallecieron. McCartney maldijo en voz alta una y otra vez por su experimento fallido.

John

Desperté muy temprano y fui corriendo a prepararle el desayuno a Paul. La espalda me dolía por haber dormido en el sofá, pero no iba a permitir que mi chico pasara otra noche en una cama ajena. Revisé lo que teníamos en la cocina y opté por hacerle un desayuno inglés y un café: necesitaba que tuviera mucha energía porque quería que fuéramos a dar un paseo.

—Buenos días, bello durmiente—lo saludé al entrar a mi habitación, después me dirigí a darle el desayuno—. ¿Qué tal dormiste, galletita? ¿Soñaste conmigo?

—Hola, Johnny—él se sonrojó y comenzó a comer de inmediato—. Yo...dormí muy bien, pero no recuerdo qué soñé.

Sonreí y asentí lentamente.

— ¿Sabes? Pensé que hoy podríamos salir a dar un paseo—le comenté, esperando no ser rechazado—, ya sabes, tú y yo.

—No lo sé, Johnny...sigo un poco cansado.

Suspiré y comencé a resignarme a tener que ir a casa de Cynthia para ver a Julian.

—Le había dicho a Cynthia que hoy visitaría a Julian—le conté a Paul—, pero eso no es importante. Tú eres lo que me importa, Paulie, quiero estar contigo todo el tiempo que me sea posible. Y, créeme, sigo arrepentido por lo que te hice.

—Bueno, quizá podríamos visitar a Jules—contestó él, antes de darle un sorbo a su café—. Puedo tolerar el cansancio. Será divertido ir a jugar con él, y quizá podamos llegar a una juguetería antes para comprarle juguetes. Los niños aman los juguetes.

Sonreí y le robé un poco de su comida, cosa que lo hizo reír y ofrecerme más.

Terminamos desayunando juntos.







Mi inspiración volvió gracias a que mi novia estuvo insistiendo en que escribiera.

También me brindó la inspiración necesaria para el siguiente poema:


Poema al refrigerador

A ti, que recibes las sobras de comida en tus huecos,

que mantienes la leche y el queso frescos,

que congelas el agua para refrescar mis bebidas

y conservas en buen estado mis queridas salchichas.


A ti, maravilla del ingenio humano y la electricidad,

aunque seas demasiado frío por dentro,

me gustaría agradecer por saciar mi necesidad.

The Other Me [McLennon]Onde histórias criam vida. Descubra agora