Cap. 4: Perfect

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Eran las 13:30, el calor del sol se había calmado y se podía sentir un clima agradable. Después de pensarlo brevemente, Tim sabía cuál sería su próximo destino, la plaza central. En este lugar se solía reunir un montón de gente, desde niños jugando con sus juguetes hasta ancianos contando sus historias, y por supuesto, jóvenes aprovechando el Wi-Fi gratuito.

Tim empezó a caminar hasta por la acera en dirección al lugar, seguía tratando de encajar las piezas del rompecabezas, intentaba juntas aquellas declaraciones tan contradictorias entre sí. Finalmente pensó que lo mejor era averiguar más cosas y luego preocuparse por sacar conclusiones.

Unos pocos minutos después, se encontraba en la entrada de la enorme y cuidada plaza. Había mucha actividad, unos niños más pequeños que Tim corrían de un lado a otro mientras lanzaban burbujas de jabón. Un grupo de jóvenes estaban sentados en el borde de la fuente, charlando y riendo. A un lado, donde habían varias mesas, se podía ver a un grupo de adultos mayores jugando ajedrez. Entre ellos estaba un anciano solitario, mirando la mesa a la espera de que alguien se sentara a hacerle compañía. Esa persona fue Tim, que se acercó y se sentó en la mesa, justo en frente del hombre. Este lo miro y le dijo:

-De acuerdo, muchacho. Pero que sepas que no he perdido un juego en 17 años.- dice con una risa orgullosa, mientras se disponía a acomodar el juego de ajedrez que tenía a un lado.

-No, la verdad no sé jugar ajedrez. Quise venir a conversar- dice Tim educadamente.

El anciano ríe nuevamente y responde.

-¿En serio?, los niños de tu edad ya no le dan ni la hora a los viejos como yo.-

-Usted conoce a mi abuelo, el señor Timoteo, el viene aquí a jugar con usted a veces.- dice Tim.

-Oh ya decía que me sonaba tu cara.- dice el señor –Eres el pequeño Tim, tu abuelo me habla mucho de ti, dice que eres muy inteligente.-

-Gracias.- dice Tim con una amplia sonrisa. –Disculpe pero no recuerdo su nombre...-

-Coronel Héctor Orosco Cipriano Leal, mucho gusto.- dice el señor estrechando la mano del niño.

El coronel Héctor había sido el mejor amigo del señor Timoteo desde sus tiempos de escuela. Se separaron durante varios años cuando Héctor decidió alistarse en el ejército y Timoteo se volvió estudiante de literatura, para años después reencontrarse en su pueblo natal. El coronel era viudo y sus hijos de habían ido a vivir al extranjero, por lo que su amigo era prácticamente la única compañía que le quedaba.

–Entonces, ¿de qué quieres hablar? Puedo contarte muchas cosas.- dice Héctor con voz orgullosa.

-Quiero saber lo que es el amor.- dijo Tim mientras sacaba su cuaderno.

El señor dejo salir una gran carcajada, entonces le pregunto a Tim:

-¿No eres muy joven para hablar de eso?- le dice.

-Todos me lo dicen, pero lo hago porque es una investigación para la escuela y yo quería un tema que fuera difícil.- responde Tim alistando su bolígrafo.

-Oh entiendo, la escuela es lo más importante.- dice Héctor asintiendo. –Mi deber como adulto es ayudar a los niños a culturizarse, así que pregunta lo que quieras.-

-¿Qué es realmente el amor?- pregunta Tim mientras mira atentamente al coronel.

Héctor suelta un suspiro melancólico y entonces dice:

-Te contaré una historia. Cuando estuve en mis tiempos de servicio militar, conocí a una hermosa joven, y era hermosa sí, pero también era la mujer más fuerte que jamás haya conocido. Tenía carácter, asertividad, era firme con sus decisiones y al mismo tiempo no había persona más bondadosa. Ella me daba fuerzas para seguir en aquel infierno de balas. Recuerdo haberla visto en la fiesta que se celebró al terminar la guerra, cuando la vi en aquel vestido, luciendo tan hermosa, pensé que no la merecía. Esa fue la mejor noche de mi vida, ahí supe que ella era la mujer para mí.-

-¿Se casaron?- pregunta Tim.

-Obviamente, estuvimos casados 30 años. Aún recuerdo verla caminar por el altar, por ese pequeño instante yo fui el hombre más feliz de la tierra. Durante el matrimonio tuvimos nuestros altibajos claro, pero siempre salíamos adelante. Era extraño, llegue al rango de coronel en el ejército, pero cada vez que ella no estaba yo me sentía desprotegido.- dijo Héctor bajando la cabeza y mostrando una pequeña sonrisa nostálgica.

-¿Dónde está ahora?- pregunta Tim de nuevo.

-Falleció hace 13 años.- dice el coronel con voz apagada.

-Lo siento, señor.- dijo Tim con respeto.

-Gracias, muchacho.- responde Héctor limpiándose lentamente los ojos con su dedo. –Ahora, respondiendo bien a tu pregunta. El amor es vida, eso sin duda. Te mantiene cuerdo en la locura, te mantiene de pie cuando la vida te tira al suelo, te muestra la luz cuando estas en la completa oscuridad. Es algo que guardas y preservas para siempre, algo por lo que vale la pena luchar con todas tus fuerzas. Algo que reparas cuando se daña, no lo reemplazas, porque el amor no es dispensable. Es el tesoro más valioso, la dicha más grande, el compromiso más fuerte, el remedio más eficaz, tu mejor compañero. Es simple, cuando amas y te aman, puedes ser plenamente feliz. Mírame, llevo más de una década sin mi amada, pero aun así no la reemplazaría por nada. Y aunque no crea mucho en cosas como el más allá, me reconforta pensar que ella aun vela por mí, y que cuando tenga que irme podré volver a estar junto a ella, con Julia, mi amor.-

El señor no puedo evitar soltar una pequeña lágrima al decir todo aquello. Tim no pudo evitar pensar en su abuelo que también había perdido a su esposa, debió ser igual de duro para él.

-Eso fue muy bonito, señor Héctor.- dice Tim terminando de escribir en su cuaderno.

-¡Llámame Coronel Héctor, jovencito!- exclama Héctor que había recuperado el ánimo en un segundo.

-¡Sí señor!- grita Tim sorprendido haciendo un saludo militar.

-Jajajaja, eres todo un caballero.- bromea el coronel. –Espero que mi historia te haga sacar una buena nota.-

-Yo también, se... coronel Héctor.- decía Tim alegre mientras terminaba de redactar. -Permiso para retirarme.-

-Permiso concedido, soldado.- responde el coronel de forma alegre.

Tim se apresura a guardar sus cosas, y ponerse en marcha una vez más. Mientras se aleja por la plaza va sacudiendo la mano despidiéndose del señor. Su próximo destino era el último lugar al que un estudiante pensaría ir en vacaciones, la escuela.

La palabra con AWhere stories live. Discover now