8. Miedo

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Una lluvia incesante caía sobre Buenos Aires desde la madrugada del lunes 9 de octubre.

La tormenta era también eléctrica. Monstruosa a decir verdad.

Y qué decir de los vientos, que soplaban más fuerte que nunca.

Un día horrible.

¿Acaso la naturaleza está expresando su rabia con los asesinatos que se cometieron?

Pocos creen en esas cosas. T.A.I es uno de ellos, y tiene una interpretación única de las señales que le da la vida.

Damián Barrios y Pablo Ficader se reunieron desde temprano en la escuela, previa a la entrada de todos los alumnos.

-El colegio no puede seguir abierto -comenzó Pablo con la conversación. El comisario lo observó por unos segundos mientras se sentaba en una silla y acomodaba su maletín.

-Buenos días, Pablo. Un gusto verte -recalcó Damián, mostrando su ofensa por la falta de educación del director de la escuela.

-Perdón, estoy como loco. El asesino va a terminar por matarme sin ni siquiera tocarme -respondió Pablo Ficader sincero, haciendo clara muestra de su frustración.

-Lo entiendo, pero yo no tengo la culpa -agregó el comisario tomando un sorbo de su café-. Pablo, yo entiendo tu preocupación por los chicos, pero lo peor que podes hacer es cerrar la escuela. Creo que los chicos acá están contenidos, y yo puedo garantizarles una seguridad que en sus casas no van a tener. Si cerras la secundaria solo vas a causar más pánico y temor en los pibes, que ya bastante asustados están. Y con razón.

Pablo Ficader se reclinó en su asiento, evaluando las palabras de Damián.

-Te voy a hacer caso, pero necesito que me digas qué vas a hacer para reforzar la seguridad.

-Si queremos tener un control total sobre los chicos de tercero, hay que poner cámaras en todas las áreas que sean posibles. De esa manera, T.A.I se va a quedar con menos opciones -dijo Damián Barrios.

-Me parece bien. Quiero que esto termine cuanto antes, no me imagino el dolor por el que están pasando todas estas familias -comentó el director de la escuela antes de chequear la hora en su reloj-. Ya están por entrar los chicos, Damián. Como siempre digo, muchas gracias.

-A vos -concluyó el comisario estrechándole la mano.

La primera hora de la mañana le correspondía a la profesora de salud y adolescencia, Marta Toledo.

Tomó lista. Catorce presentes de catorce alumnos.

Increíble, ¿no? Hace dos semanas eran dieciséis.

Gonzalo, Darío y Ramiro estaban como en un mundo paralelo, totalmente desconectados de la realidad.

Seguramente los cuerpos sin vida de sus amigos los atormentan hasta en sus sueños, impidiéndoles olvidar lo sucedido y forzándolos a vivir la escena una y mil veces más.

El resto de los alumnos también se mostraban afligidos, pero intentaban ponerle voluntad y sacar lo mejor de sí.

-Buenos días chicos -dijo la profesora de salud y adolescencia para comenzar la clase.

-Creo que no son tan buenos -saltó Darío. Sus compañeros asintieron lentamente, apenados.

-Ya lo sé. Es por eso que hoy solo vamos a hablar de T.A.I -sorprendió Marta. Los alumnos quedaron alucinados.

-¿Por qué profe? -preguntó Estefanía Durango, escéptica. ¿Acaso sospecha de ella?

-Están viviendo una situación que es aterradora. Creo que lo mejor es que digamos lo que pensamos y nos descarguemos. ¿O prefieren que continúe con el temario y hablemos del miembro reproductor masculino? -retrucó Marta que sabía manejar a los adolescentes a la perfección. Los chicos estallaron en gritos, negados a seguir analizando la reproducción de los humanos.

-¿Alguno intentó ver el link que T.A.I dejó en sus cartas? -preguntó Diego Lapaño.

-¿Cómo lo vamos a ver si todos los que vieron las cartas están muertos? A la policía no se lo podemos pedir porque estaríamos interfiriendo con la investigación. Si vas a hablar intenta decir algo coherente, gordito -contestó Gonzalo, furioso.

-Gonzalo, por favor. Los modales -replicó Marta.

-Profe, este hijo de puta me tiene cansado. No aparece nunca y cuando aparece hace comentarios como cagándose de la risa de Mariano y Pedro. Te podés ir bien a la mierda -respondió de vuelta Gonzalo. Estaba fuera de sus cabales, con el rostro enrojecido y su vena del cuello a punto de estallar. Diego solo atinó a agachar la cabeza.

-Perfón, salí del aula hasta que te calmes -dijo la profesora ofuscada. Gonzalo se levantó sin pronunciar palabra y cumplió con la sanción disciplinaria de Marta.

-¿Vieron lo que acaba de pasar? Solo podemos ponerle una palabra a esa reacción: miedo. Y todos estamos igual que él.

Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora