Capítulo dieciséis

2.5K 252 18
                                    

SAMANTHA

—¿A dónde vamos? —pregunto mientras apoyo mi mano en su brazo para intentar que deje de andar. No puedo evitar volver a ver las pequeñas heridas de su mejilla. Él parece darse cuenta de lo que pretendo hacer, así frena un poco sus pasos, pero sigue andando con mi mano pegada a su brazo—. Prometiste que sería rápido, Nick. Quiero llegar a tiempo para coger mi orla.

—Y va a ser rápido, confía en mí.

Alzo la mirada hasta él, que sigue andando serio, y suspiro pesadamente. Sé que cuando Nick promete una cosa, siempre la cumple, así que supongo que no es una idea tan descabellada confiar en él.

Seguimos andando un ratito hasta que veo los baños donde tantas veces Olivia y yo nos hemos quedado en horario de clase porque a pesar de ser muy buenas estudiantes, es cierto que no siempre nos apetecía escuchar a profesores cuyas asignaturas no nos gustaban, como por ejemplo filosofía. Siempre nos parecía mejor idea escaparnos hasta aquí y hablar de cualquier tema que se nos ocurriese mientras todos nuestros compañeros se quedaban en clase, escuchando a nuestra profe, la favorita de Nicholas.

—Olivia y yo siempre faltábamos a clase de filosofía para venir a estos baños a hablar —le confieso con una risilla.

—Así que aquí era donde te metías... ¡eres una cabrona, siempre me dejabas solo y me aburría sin ti! —dice riéndose. Me gusta muchísimo más este Nick, el feliz—. Tú paseando por los baños y yo mientras quedándome en clase, escuchando a esa señora. O haciendo que la escuchaba, porque creo que nunca he atendido en ninguna de sus clases, eran un horror.

Me río.

Coge mi mano izquierda con fuerza y me pone delante de él, apoyando sus dos manos en mis hombros, guiándome hasta el baño de chicos. Sé que no me va a servir de nada protestar por no querer estar aquí, así que entro sin rechistar, llevándome una sorpresa al ver que está perfectamente limpio y que no huele a pis como me esperaba. Incluso me atrevo a decir que está mucho más limpio que el de las chicas, que a última hora daban tanto asco, que teníamos que marcharnos a la cafetería del instituto, arriesgándonos a que algún profe de guardia nos pillase, aunque en realidad siempre hemos tenido suerte y ningún profe sospechó de nosotros.

—Nunca te hemos invitado porque tú siempre has sido muy responsable.

Él suelta una carcajada tan fuerte que consigue ponerme la piel de gallina, pero no por la intensidad, sino porque no puedo evitar pensar que dentro de uno meses no podré volver a escuchar esas carcajadas que tanto me alegran, lo que me hace sentir incompleta antes de tiempo. No quiero pasar ni un día sin Nicholas y creo que nunca voy a estar preparada para hacerlo.

Poco a poco su risa va cesando hasta que los dos nos quedamos sumidos en un silencio algo incómodo. Nick posa su mirada en el lavabo y pasa su mano izquierda por él para después mirar su palma blanquecina, comprobando que está totalmente limpia. Mis cejas se alzan inconscientemente ante la extrañeza de sus actos y como si me hubiese visto, posa sus ojos azules sobre los míos, lo que me pone algo nerviosa. Nunca voy a entender por qué sus pupilas azules me intimidan tanto.

Cuando nuestras miradas se conectan, Nick se acerca a mí y posa sus manos heladas en mi cintura, provocando que mi corazón empiece latir frenéticamente, preocupándome. Sin ningún esfuerzo me levanta y me sienta en el lavabo, haciéndome entender el porqué de haber visto si estaba limpio anteriormente. Mi ceño se frunce, pero a pesar de lo confundida que estoy, no emito ninguna palabra, temiendo estropear el momento de tranquilidad y complicidad que hay entre nosotros.

—Sam... —susurra mientras cierra los ojos, eliminando nuestro cruce de miradas. Muerde su labio inferior con los incisivos superiores y no puedo evitar quedarme embobada viendo sus finos y rosados labios—. Lo que sucedió es que... bueno, Danna quiso terminar lo que algún día empezó —admite mientras se encoge de hombros—. Ella me pidió que nos alejásemos de la multitud para hablar tranquilamente y yo acepté; nos marchamos y aunque al principio fue todo muy bien y ella estaba muy agradable, el asunto se torció cuando me pidió disculpas y yo no las acepté. Le dije que no las aceptaba porque me lo ha hecho pasar muy mal en el pasado y ella no se tomó muy bien mi negativa —explica con tanta tranquilidad, que creo morir. Esto tiene que ser una maldita broma—. Se volvió literalmente loca y yo solo pude intentar protegerme: me agaché con las manos en la cabeza y esperé a que parase.

Eres eterno, NicholasWhere stories live. Discover now