Capítulo veintisiete

2K 208 9
                                    

SAMANTHA

Desafortunadamente nuestra estancia en la maravillosa, bonita y tranquila Argentina ha terminado y aunque solo han sido unos escasos dos días y medio, puedo afirmar sin temor a exagerar que ha sido uno de los viajes más interesantes de mi vida. Y eso que he viajado varias veces.

Es cierto que casi todas las veces que he viajado ha sido nacionalmente, es decir, a lugares de Inglaterra, pero he de destacar que dentro de ella tenemos muchos lugares maravillosos fuera de los típicos. Por ejemplo, gozamos de la ciudad de Exeter, de la localidad de Bourton-on-the-Water o de pueblos como el de Cotswolds entre otros. Son lugares interesantes y, desgraciadamente —o afortunadamente, depende de cómo se vea—, no muy conocidos.

En realidad, cualquier lugar, sea conocido o no, vale la pena; todos tienen su pequeño encanto. Y si aun por encima uno tiene la suerte de tener como compañera o compañero de viajes a alguien como Nick, debe darse por bendecido. En definitiva, aunque el lugar es importante, la compañía es lo que marca la diferencia. Y yo tengo la mejor de las suertes en ese sentido.

Es cierto que las primeras horas fueron un verdadero infierno porque Nicholas estaba muy alterado pensando que Sandy estaba tratando de deshacerse de él a toda costa. Fue una idea totalmente absurda y descabellada, aunque en realidad puedo entender un poco su postura: sabe que le quedan unos cuatro meses de vida y que su madre le haya dado rienda suelta para disfrutar de ella lo ha confundido un poco porque cree que Sandy no está disfrutando de los últimos meses de vida de él. Y bueno, supongo que el saber que conocemos la existencia de esa lista fue lo que terminó de descolocarlo y lo que me hizo sentir la peor persona del mundo por muy buenas intenciones que tuviese y todavía tengo.

Ocultarle tal cosa me ha creado mucho estrés durante todo este tiempo, supongo que porque en teoría no hay secretos entre nosotros. O así era antes. Y cuando la rabia me movió y le confesé que conocía su lista de deseos, realmente tuve miedo porque Nick le da muchísima importancia a su privacidad y yo, de alguna forma, la he violado.

Por otra parte, y dejando de lado ese tema, no sé qué es lo que me está pasando exactamente con Nick. Quiero estar con él porque creo que nunca había sido tan feliz como lo soy ahora, pero el miedo que tenía él mismo de hacerle daño a las personas con su partida se me ha contagiado a mí. No quiero sufrir por partida doble perdiendo a mi mejor amigo y a mi pareja... es demasiado para poder soportarlo.

Parezco una chica fuerte, eso es lo que me gusta que los demás piensen de mí cuando me ven, pero la verdad es que emocionalmente soy demasiado débil. Y también algo cobarde, por eso no me atrevo a formalizar esto que él y yo tenemos, que ahora mismo no tiene ninguna etiqueta a pesar de que yo sí soy partidaria de ellas. Y creo que él también.

—Sam, hazme caso, anda.

Parpadeo dos veces y miro a Nick, quien me mira con una ceja arqueada mientras su rostro está adornado por una graciosa sonrisa. Su intensa mirada azulada se clava en mí como si de un cuchillo se tratase y me siento un poco incómoda. Seguramente lleve hablándome un montón de tiempo y yo, como me distraigo cada dos segundos, no le he hecho ni el mínimo caso.

—¡Pero si ya te lo estaba haciendo! —miento.

Él se da cuenta de que le miento, así que me da un pequeño y suave golpe en la frente con la palma de su mano. No protesto, supongo que me lo merezco.

Los dos estamos en la cama, tranquilos, con una película de fondo. Hemos llegado muy tarde a Galicia, donde pasaremos unos cuantos días, pero eso no es suficiente para que Nicholas pueda dormir, así que simplemente le estoy haciendo compañía hasta que se quede dormido. Y sinceramente espero que sea pronto, porque me está empezando a costar mantener los ojos abiertos.

—Oye, Nick —pronuncio de repente. Su ceja arqueada se iguala con la otra y su dulce mirada regresa a sus bonitos ojos, lo que me hace sonrojar. Él se ríe al ver el efecto que causa en mí, pero no le doy la más mínima importancia—. Sé que no te gusta hablar de esto y entendería que no quisieses responderme, pero... ¿Sabes qué vas a hacer con tu lista de deseos?

Oigo un suspiro salir del fondo de su garganta y prefiero bajar la mirada a mis manos. Él enrolla sus piernas con las mías, así que vuelvo a mirarle; su respingona nariz cubierta de pecas de color arena está totalmente arrugada, como si estuviera oliendo algo que huele mal. Automáticamente temo ser ese algo.

—No lo sé —pronuncia con voz ronca—. Supongo que ahora que lo sabes, puedes ayudarme a cumplirlos —dice, sabiendo que eso es lo que quiero escuchar—. Pero me gustaría que intentases no mencionarla ni conmigo, ni con nadie. Simplemente vemos qué cosas podemos hacer, las hacemos y listo —me explica mientras acaricia mi brazo con su pulgar—. Por favor.

Aunque no entiendo exactamente el porqué de su decisión, asiento varias veces con la cabeza para darle a entender que, como siempre, tendrá mi apoyo. Pongo mi mano en su mejilla recién afeitada y acerco mi cara a la suya para darle un beso en los labios, sintiendo como el calor vuelve a subirse a mis mejillas.

No entiendo por qué le tengo vergüenza después de tantos y tantos besos que ya nos hemos dado. Esta vergüenza empieza a rozar la ridiculez.

—Mañana te voy a dar una sorpresa que te va a encantar, estoy segurísima.

Nicholas busca —y logra encontrar— la forma de girarse totalmente para que nos quedemos cara a cara, ambos de costado en el colchón. Después coge mis manos entre las suyas y deja que sus ojos oceánicos caigan hacia ellas; las acaricia con sus pulgares y suspira mientras cierra los párpados unos segundos.

Su reacción me descoloca mucho; a pesar de todavía no saber qué es lo que tengo planeado, es como si no le gustase que le esté preparando una nueva sorpresa a pesar de que sabe que lo hago con la mejor de las intenciones: solo busco hacerlo feliz. Y la verdad es que, si después de tantas horas buscando información en el ordenador no le gusta mi sorpresa, esto me caerá como un balde de agua fría por la espalda.

—¿Qué pasa? —pregunto mientras frunzo el ceño.

—Nada, solo pienso —dice, encogiéndose de hombros—. No entiendo qué es lo que ves en mí para querer seguir estando conmigo a pesar de que a veces soy un cabrón contigo —reconoce—. Pero sea lo que sea eso que ves, debería empezar a agradecerlo; no sé si a Dios o a quién exactamente, porque soy agnóstico, pero seguro que debo agradecérselo a alguien —dice con cierto tono de broma—. Yo nunca estaría al lado de una persona que me corta las alas como yo hago contigo y mucho menos al lado de una persona que no parece ver todo lo bueno que hago por ella. Y tú sin embargo...

No puedo creer que este ser orgulloso que tengo frente a mí esté dejando de lado su coraza y se esté abriendo de esta forma conmigo a pesar de que a él le cuesta mucho. Aunque es una persona extremamente cariñosa, a la que le gusta dar y recibir amor, por alguna razón siempre ha tenido miedo de mostrar sus sentimientos, como si alguien fuese a burlarse de él por hacerlo. Conmigo puede estar seguro de que no me voy a burlar de él, porque me encanta escuchar su lado meloso. Me dan ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca más.

—Y siempre voy a estarlo.

—Te quiero —susurra para después posar sus labios sobre los míos

Sonrío contra sus finos labios y mis brazos rodean su pálido cuello para atraerlo lo máximo posible a mí, provocando que nuestros pechos choquen. A Nicholas eso no parece molestarle, porque hace como si nada hubiese pasado y me besa como nunca antes lo había hecho: de la forma más hambrienta que sale de dentro de él.

Sus grandes y frías manos acarician mi espalda con desesperación, pareciendo como si quisiese moldearme como a una pieza de barro. Mi cuerpo se estremece en un escalofrío que a él parece causarle cierta gracia a juzgar por la risita que suelta contra mis labios. Río con él mientras encuentro la diversión y la relajación en la parte baja de su nuca, donde mis dedos juegan despreocupadamente con su pelo negro durante lo que parecen horas.

Eres eterno, NicholasWhere stories live. Discover now