▪ Capítulo tres. ▪

5.5K 433 148
                                    

Abro los ojos, pero solo veo oscuridad. Literalmente, todo está de color negro. Levanto la cabeza, con las intenciones de ver algo más, pero eso no sucede. Me doy cuenta de que tengo un saco en mi cabeza, y estoy atada de manos y pies en una silla, supongo. Trato de safar el agarre de mis manos, pero la soga está demasiado ajustada, y me lastima con cada movimiento que haga.

Bufo con frustración e intento recordar lo que sucedió antes de que me trajeran aquí. La imagen de aquel castaño vino a mi mente. Con sus ojos azules y aquella larga y perfectamente recortada barba. Me golpeó con tal brutalidad que me dejó inconsciente.

Levanto la cabeza con brusquedad, pero me veo obligada a bajarla nuevamente al sentir un dolor punzante en la parte trasera de ésta. Suelto un pequeño gemido y cierro los ojos con fuerza al sentir el dolor intensificarse.

Me quedo quieta, esperando a que la molestia se vaya. Oigo pasos, seguido de una puerta abrirse.

- Demonios, ¿cómo se te ocurre traer a una loca a nuestra comunidad?.- habla una voz masculina.- ¿No pensaste en lo peligroso que puede ser?.

- Por favor, Gregory.- otra voz se hace presente, luego se escucha el ruido de la puerta cerrarse. Puedo distinguir la voz, es aquel hombre que me atacó en el bosque cuando estaba huyendo con Lydia. Demonios, Lydia.- Es solo una niña.

- ¿Una niña?.- el otro, supongo Gregory, suelta un exagerado suspiro.- Esa niña te dejo un ojo morado, y la nariz rota.- siento cierto orgullo de mí misma al escuchar que logré lastimarlo. Pero luego la decepción llega al darme cuenta de que no fue suficiente, después de todo, me tienen aquí.

Levanto un poco la cabeza y trato de ver algo a través de la tela, y distingo las siluetas de aquellos desconocidos. Uno de ellos se acerca a mí y extiende una de sus manos en dirección al saco en mi cabeza, pero la muevo con rapidez, evitando cualquier tipo de contacto.

- ¡Gregory, sostenla!.- pide al ver que me muevo con brusquedad. Siento un par de manos temblorosas sobre mis hombros, obligándome a quedarme quieta. La bolsa de tela se va de mi cabeza y cierro los ojos ante la claridad que llegó tan de repente.

Levanto la cabeza y me digno a mirar. Lo primero que capto es a un hombre de avanzada edad, de ojos claros exageradamente abiertos, y una barriga que prueba que come bien desde hace mucho, envuelto en un traje color gris de tirantes. El otro me mira con preocupación. En efecto tiene un ojo morado y su nariz tiene una forma rara. Tiene una camisa arremangada hasta los codos de color celeste y pantalones de un verde militar viejo. Está inclinado hacia adelante, reteniendo su peso sobre ambas manos apoyadas en sus rodillas para llegar a mi altura y mirarme a los ojos.

Le doy una mirada amenazante a aquel desconocido, pero él mantiene su mirada preocupada sobre mí.

- ¿Te sientes bien?.- cuestiona. Una de sus manos intenta tocar la zona trasera de mi cabeza, pero no se lo permito ya que gruño como un león enjaulado. Y es que así me siento en este momento.- Oye, tranquilizate, pequeña salvaje.- lo fulmino con la mirada ante el apodo tan estúpido que acaba de ponerme.

- ¿Dónde estoy?.- pregunto, tratando de ocultar mi nerviosismo.

- Estás en la colonia Hilltop.- responde.- ¿Te gustaría algo de beber?.- invita en tono amistoso.

- No tenemos porque tratarla así.- el anciano llama la atención de ambos.- Es un animal.- me señala mientras asiente con la cabeza, como si se diera la razón a sí mismo.

- Gregory, callate.- espeta el castaño con cansancio hacia el hombre, cosa que agradezco. Desde que llegó, no ha hecho más que tirarme mierda.- Ni siquiera sé porqué estás aquí.

▪Silent▪ [Carl Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora