▪ Capítulo nueve ▪

3.2K 244 140
                                    

Con el canasto en mano y una completa mueca de confusión por el entusiasmo de aquella mujer, comienzo a subir las escaleras en dirección al baño. Hago equilibrio contra la pared mientras toco la puerta del lavado.

- ¿Tienes alguna toalla ahí, Matthew?.- pregunto por sobre el sonido de la regadera.

- ¡Demonios, sabía que me faltaba algo!.- le escucho exclamar con cierta molestia a lo que ruedo los ojos.

- ¡Ni se te ocurra correr la cortina, voy a dejarte algunas cosas. ¿Ok?!.- advierto y, luego de recibir una respusta afirmativa de su parte, abro la puerta y me meto en el caluroso cuarto de baño.

Una cortina de color azul cubre el cuerpo de Matthew, mientras este tararea alguna canción que no logro reconocer. Dejo la canasta sobre el retrete y comienzo a sacar las cosas, guardándolas en sus lugares correspondientes. Dejo la hoja de afeitar y la crema en el mueble que tiene un espejo encima del lavado, recordando las quejas de Matt por su desordenada barba.

- BUTTERFLY, BUTTERFLY, BUTTERFLY, BUTTERFLY FLY AWAY.- grita Matthew dándome un susto de muerte, rollos de papel un desodorante cae al suelo como consecuencia, causando un fuerte estruendo.

- ¡Matthew, maldita sea, me asustaste, inútil!.- exclamo con molestia mientras recojo lo que cayó. La letra de esa canción merodea en mi cabeza, y un pequeño foquito se enciende en esta.- ¿Eso era Hanna Montana?.- cuestiono con diversión.

Casi puedo ver la cara de desesperación del rubio al hacerle saber que reconozco esa canción.

- Eh... am...- titubea, por lo que no puedo evitar soltar una carcajada.- ¡Tenía una hermana que la amaba!.- responde del otro lado.

Lo que más me sorprendió de esa respuesta fue que no había rastro de tristeza en su voz, ni siquiera una pizca de nostalgia. Sino que todo lo contrario. Tal vez cierto orgullo por la hermana que tuvo, o feliz.

Sin aviso alguno, abandono la habitación con un Matthew cantando apasionadamente dentro. Niego con la cabeza con una sonrisa divertida al cerrar la puerta y vuelvo a la planta baja para dejar el canasto al pie de la escalera.

Vuelvo a subir las escaleras para, esta vez, encerrarme en mi habitación. Dejo el arma y los cargadores dentro del cajón de mi mesita de noche y me saco las zapatillas para reemplazarlas por crocs negras, soltando un exagerado suspiro al notar lo cómodos que estos feos suecos son.

No sé, realmente, qué hacer en este momento, por lo que comienzo a buscar algo interesante en el cuarto. Reviso en los cajones del closet, de la mesa de noche, y hasta debajo de la cama. Pero no encontré ni siquiera un mísero lápiz. Mis pies se mueven por sí solos hasta llegar a la ventana, la cual abro con facilidad. Saco la mitad de mi cuerpo y miro hacia abajo y arriba. No sé de dónde sale mi valentía, pero comienzo a salir hasta lograr llegar al tejado. Estuve a punto de caer dos o tres veces, pero finalmente lo logré.

Me siento en la orilla de este y observo todo lo que entra en mi campo visual. Alguna que otra pareja camina tomados de la mano, mientras un niño pasea a su perro. Michonne camina junto a Carl y una niña rubia, desde aquí se nota la sonrisa llena de amor que la mujer le regala a ambos. Estoy tan concentrada en esto que al sentir una mano sobre mi hombro, me sobresalto y tomo aquella mano con fuerza.

- ¡Soy yo!.- se apresura a exclamar mi hermana con rapidez.

- Maldita sea, Lydia. Me asustaste.- le digo lo obvio con cierto tono de molestia.

Ella comienza a reírse a carcajadas, por lo que frunzo el ceño más de lo que lo tenía.

- Debiste ver tu cara.- dice entre medio de carcajadas.- Fue como...- se interrumpe un segundo para hacer una mueca de putrefacción, pero después vuelve a reír como loca.

▪Silent▪ [Carl Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora