El último suspiro "Legolas & Mérida"

Un extraño sentimiento

Narra Mérida

Pasó un mes desde la batalla, las cosas en el clan DunBroch se han ido calmando poco a poco. No se han vuelto a oír noticias de orcos merodeando por las aldeas cercanas, lo cual trajo consigo la muy anhelada paz.

Estos últimos días, he salido a pasear con Legolas. La mañana después de la nuestra primera salida, me invitó a dar una vuelta cerca del lago pues estaba interesado en recorrer el bosque y dado que yo tenía muchas preguntas, acepté acompañarlo como su guía por segunda ocasión.

Durante nuestro pequeño paseo, él me preguntó algunas cosas sobre mí, sobre mis intereses en explorar y en manejar el arco y la espada.

Con el pasar de los días, me di cuenta que disfrutaba bastante de su compañía, ya que nunca había conocido a nadie que se interesara por mis gustos y mis aficiones cómo el lo hacía a excepción tal vez de mi padre.

A la mañana siguiente, volvimos a pasear juntos, esta vez por las "Cataratas de Fuego". Durante los siguientes días acordamos continuar recorriendo el reino juntos. En más de una ocasión entrenamos con la espada en el patio de armas del castillo y por las noches, él, Aragorn y Gimli cenaban con nosotros relatando algunos hechos de la Tierra Media, los cuales mi madre adoraba.

Legolas me ha contando acerca la Edad de los Árboles y sobre los Valar, sobre las antiguas gemas "Silmarils" y la discordia que causaron en la el pasado con el temible Melkor. También me explicó que él es un elfo Sindar que creció al norte de la Tierra Media, en el bosque Negro y que formó parte de la llamada "Comunidad del Anillo" un grupo de individuos cuya misión fue atravesar todo el continente con el fin de destruir el Anillo Único de Sauron. No me cansaba de escuchar aquella aventura, se había convertido en mi relato favorito. Sabía que en algunos años, se convertiría en una leyenda cantada incluso por juglares errantes.

Yo estaba encantada con todo aquello, la Tierra Media se escuchaba como un sitio increíble, repleto de tierras ancestrales, criaturas fascinantes y reinos antiguos, me moría de ganas por explorarla a pesar de que mis conocimientos sobre las Tierras Exteriores hasta ese momento eran casi nulos. 

Un día, el elfo y yo salimos al bosque a practicar tiro con arco, Legolas era bastante bueno disparando flechas, era mejor que todos los arqueros que había visto en toda mi vida. Él tenía un estilo de pelea sumamente elegante y sutil, además, cuando caminaba, parecía que sus pies apenas tocaban el suelo. Era un guerrero excepcional, digno de relatos y canciones. Le mostré los blancos que he colocado entre las ramas de los árboles y juntos practicamos en ellas. Él genuinamente me ganaba con cada uno de sus disparos, parecía imposible pero tenía mejor puntería que yo. No dejaba de sorprenderme con sus habilidades.

Decidí que le pediría que me ayudara a entrenar, con su ayuda y sus consejos, podría mejorar mucho y volverme una guerrera tan experimentada como él, estaba dispuesta a decírselo al día siguiente.

Legolas y yo fuimos a pasear cerca de las montañas de LalliBroch, estaba a punto de pedirle que me enseñara el estilo de lucha de la gente del bosque cuando de repente, me dijo que a la mañana siguiente partiría del reino, pues Aragorn debía volver a Gondor y Gimli tenía asuntos que resolver en las Colinas de Hierro, Legolas por su parte, dijo que tenía que reunirse con su padre en el Bosque Negro antes del solsticio de invierno.

Yo no quería que el elfo se fuera, me agradaba su compañía, disfrutaba pasar tiempo con él, caminando por el bosque, escuchando todo lo que me contaba sobre tierras lejanas inundadas de magia, ansiaba con todas mis fuerzas conocer aquellos lugares; la gran ciudad de Gondor, la morada élfica Rivendell, el Abismo de Helm, el bosque de Fangorn y la maravillosa capital de Rohan, Edoras, en fin, deseaba algún día que Legolas me llevara a recorrer aquellos sitios, pero al final, caí en cuenta de que sólo son los tontos sueños de una chica curiosa y aventurera que está experimentando emociones nuevas.