"Lo que pasó después": Capitulo extra

8.4K 667 74
                                    

Mi cuerpo se sentía realmente pesado, y por alguna razón me negaba a abrir los ojos. No quería que los rayos de luz que se filtraban a través de la ventana me cegaran. Además me sentía realmente confortado. Se estaba realmente cómodo allí, aunque muy estrecho.

Aun con mis ojos cerrados, toqué lo que al parecer era una pared frente a mí.

Era realmente extraño, ya que estaba muy suave y cálida. Continué tocando lo que sea que estuviese frente a mí, y ahora realmente dudaba de si aquello era una pared. Además, podía sentir como jugueteaban con mi cabello.

Con algo de sutileza intenté apartarme, pero no podía. Algo me tenía aprisionado. ¿Qué rayos estaba pasando aquí?

—Buenos días, mi adorable gatito.

Una voz a mi lado hizo que mis ojos se abrieran bruscamente de par en par. Al subir la mirada me encontré con el deslumbrante rostro de cierto chico pelirrojo de ojos grises. Castiel.

Un fuerte y poderoso grito de sorpresa se escapó de mis labios. Rápidamente me alejé lo más rápido posible, pero no calculé bien la distancia, ya que en cuestión de segundos caí fuertemente al piso. 

—Oye ¿estás bien? Eso fue peligroso —dijo Castiel mientras se asomaba por el borde de la cama.

—Idiota, me has pegado un susto de muerte —vociferé mientras intentaba contener el gemido de dolor que me había causado el golpe. Por otro lado, no es que hubiese olvidado lo que había sucedido la noche anterior, de hecho, con tan solo recordarlo mis mejillas se ruborizaban intensamente. Era solo que no esperaba que mi primera vista al despertar fuese el rostro de alguien mirándome. ¡Era sumamente aterrador!    

—Te veías tan adorable mientras dormías que quise molestarte un poco —sonrió juguetonamente.   

—Imbécil… —hubiese continuado con los insultos de no haber sido porque me percaté repentinamente de que ya había amanecido—. Oye, ¿Qué hora es? —me apresuré a preguntar, al tiempo que me levantaba del piso.

El pelirrojo estiró el brazo hacia un reloj que se encontraba en la mesita al lado de la cama, y con un gran bostezo respondió.  

—Son las 8:20 am… venga aún es temprano, sigamos durmiendo —como siempre su expresión era de una despreocupada, pero yo no estaba en posición de tomármelo con calma. 

—¿Temprano? ¿Estás loco? —vociferé en un estruendoso alarido.

—Oye, hoy es sábado, así que no hay clases.   

—Eso no es por lo que me preocupo —con una velocidad casi súper sónica tomé mi ropa, la cual yacía en el piso, y comencé a colocármela enseguida—. No regresé a casa en toda la noche. ¡Mis padres van a matarme!   

—Vamos gatito, ya cálmate —antes de que pudiese darme cuenta ya lo tenía frente a mí.

—Ya para con ese absurdo sobrenombre —le di un fuerte manotazo antes de que se acercara más. Tenía que evitar caer en sus pervertidas garras de nuevo. Lo más importante era regresar a casa y enfrentar el castigo que estaba seguro que mis padres me darían. Solo de pensarlo se me retorcía el estómago.

Salí de la habitación con pasos apresurados, pero al llegar a la sala, el perro de Castiel me detuvo. No había notado lo enorme que era ¿Por qué no se trataba de un tierno y adorable gatito? Nunca había sido bueno para tratar con los perros, y este me miraba fijamente, como si quisiera atacarme.

Lentamente me fui acercando hacia la puerta, pero éste no se movía de allí. Era como si tuviese una conexión con su pervertido dueño, y aquel le estuviese indicando que no me permitiese salir.

Al escuchar el primer ladrido no pude evitarlo y salí disparado hacia el sillón más cercano y me coloqué encima de este en modo de defensa. Por supuesto la risita de Castiel no se hizo esperar. Se encontraba detrás de mí, observando la escena como si fuese algo sumamente divertido.

—¿En serio le temes a mi adorado Demonio? —carcajeó.   

—C…, claro que no… —inmediatamente el perro me ladró de nuevo—. Vale, vale, solo aléjalo —chillé.  

Castiel hizo una pequeña mueca, como si lo estuviese pensando.

—Está bien… pero tendrás que hacer lo que yo quiera.

—¿Qué? Debes estar loco, no pienso hacer eso ni de coña.

No podía permitirme caer en su truco, porque sabía que el que terminaría perdiendo seria yo. El chico era un completo sádico si se lo proponía.

Nuevamente el ladrido de su perro a mi lado  hizo que me espantara

—E…, está bien, lo haré. Solo… llévatelo lejos.

La inmensa sonrisa del pelirrojo no se hizo esperar.

—Buen trabajo Demonio —dijo mientras se acercaba al perro y lo  acariciaba. En cuestión de segundos  ya lo había llevado hasta el patio trasero de la casa.

Carraspeé un poco la garganta —tratando de disimular el vergonzoso momento que había pasado— mientras me levantaba del sillón, cuando lo vi acercarse hacia mí.  

—¿Y bien? —me apresuré a preguntar—. ¿Qué vas a querer que haga por ti?

Su sonrisa se ensanchó enormemente, lo que hizo que la piel se me erizara. Con un ágil movimiento me atrajo hacia su cuerpo y me rodeó la cintura con ambos brazos.  

—Quiero que digas lo mucho que  me amas.

La sangre subió disparada hacia mi rostro, causando que los nervios se apoderaran de mi cuerpo.

-¿Q…, qué? Deja de decir idioteces —bramé—. Ni drogado diría algo como eso.

Traté desesperadamente de soltarme de su agarre, pero  sin éxito alguno cabe acotar.  

—Es una lástima —se encogió de hombros—. Entonces tendrás que venir esta noche, y todas las que yo quiera. Quizás consiga que me lo digas si te tengo gimiendo debajo de mí —sonrió divertido.  

—Eres un maldito pervertido. ¡No quiero! —grité completamente sonrojado por su comentario.  

—Entonces lo gritaré en todo el instituto. “Mi lindo gatito está terriblemente enamorado de mí, así que no permitiré que nadie se le acerque” ¿Eso quieres?  

Aun no salía de mi asombro. No podía creer lo descarado que era Castiel. ¿Acaso me estaba amenazando?  

Mordí mi labio inferior con frustración y no objeté nada en lo absoluto.  

—Así me gusta —se acercó y beso mi frente—. Nos vemos esta noche. Y si no vienes, yo iré por ti —nuevamente esbozó esa tétrica sonrisa que me helaba la piel.  

—Me voy.

Aproveché su descuido y lo empujé ligeramente para poder salir de allí lo más rápido posible.  

«¿En qué lio me he metido?»  —pensé en ese momento. Ahora nadie me podría salvar de las garras de aquel maníaco pervertido.

Intenté sacar de mi mente esos pensamientos, pues ahora lo más importante se vendría en mi casa, con mis padres; aunque ya se me ocurriría algo.

Supuse que a partir de ahora estaría inventando excusas constantemente para ver al pervertido, y eso no sería nada bueno ¿o sí?

Con una pequeña sonrisa de complicidad, continué mi camino.  

¿Del odio al amor? - [Yaoi] CastielxNathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora