Capítulo 5.

2.1K 172 9
                                    

Nunca había sido fan de las armas, y aunque sabía usarlas, no lo hacía.

Mi padre nos había enseñado ya que le gusta la caza, pero no es lo mismo disparar a un animal como un conejo a una persona.

— No hay movimientos —escucho la voz del hombre de seguridad decir por el aparato en mi oreja—. Todas las luces están apagadas.

Eran las cuatro de la mañana, las empleadas de aquel table estaban todas dormidas y al parecer no había peligros de entrar. Iba a ser una emboscada, teníamos todos los perímetros cubiertos y había agentes del FBI, gracias a la ayuda de mi padre y Sterling, cubriéndonos y acompañándonos para esto.

Mi estómago era un total caos, mis manos, mi frente, todo me sudaba de los nervios y lo abrumado que me sentía. Iba a recuperar a Leah. Estaba tan cerca del final.

— Esperamos la orden para proceder —habla otra voz por el auricular.

— Necesito estar seguro de que no hay nadie despierto —reconozco la voz de Suarez decir—. No se escucha nada afuera de la habitación, pero saldré a verificar.

— Esperamos entonces.

Inquieto y desesperado, veo a mi lado y me encuentro a Harry con su teléfono teclear algo. Ruedo los ojos ante su falta de responsabilidad y lo golpeo.

— ¿En serio estás hablando por tu celular a mitad de una emboscada? —le pregunto molesto.

— Por si lo olvidas soy dueño de una empresa petrolera, tengo responsabilidades que atender.

— Yo también, pero también tengo prioridades —replico.

Harry me enseña el dedo de en medio y guarda su teléfono en quien sabe qué lugar de su uniforme. Nos habían vestido con la misma ropa que los hombres de Suarez por seguridad.

— No hay nadie —habla Suarez finalmente provocando que me enderece y regrese mi mirada al frente—. Esto es muy sospechoso. No hay nadie.

¿Qué?

De repente el sonido de un automóvil llama nuestra atención, tres camionetas GMC con el logo del FBI conducen a toda velocidad.

— ¡¿No, qué hacen?! —grita Suarez por el auricular—. ¡Van a darse cuenta!

Pero entonces, un sonido de como un disparo suena y en segundos, la camioneta sale volando por el aire y estalla en mil pedazos.

— ¡Bazuca! —gritan entre el grupo.

— ¡Procedan todos, ahora!

Había comenzado.

Todos los uniformados comienzan a correr a la entrada, disparos comienzan a sonar por todos lados y yo, asustado, observo hombres en el techo atacarnos, disparaban a las camionetas, a los agentes y algunos caían al ser alcanzados.

— ¡Sígame! —me grita un hombre entre la lluvia de fuego jalándome—. ¡Cúbranme, voy a entrar!

De repente, nos rodean sus compañeros y contraatacan a los del techo.

Sentía mi cuerpo temblar, no podía reaccionar ante todo esto. Nunca había sido un hombre de mafia, no era un Gandhia o Lazcano.

Cuando entramos al edificio, disparo a todos lados dándoles a aquellos que se interponían. El fuego cruzado estaba en su máximo esplendor, la euforia del momento entraba por los poros de todos y defendían su honor, su poderío de aquellos que trataban de derribarnos.

Veo un hombre de aspecto asiático golpear a uno de los agentes provocando que se le caiga el arma, este le responde con un puñetazo, pero el otro tenía el poder del plomo en sus manos. Lo derriba al hombre y riéndose le apunta. Sin pensarlo, subo mi metralleta y le disparo derribándolo al instante. Corro hasta aquel agente y lo ayudo a levantarse.

Dulce tentaciónWhere stories live. Discover now