𝑜𝑐𝘩𝑜

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—No no no. Él me quiere a mí, El, estoy seguro.

—Sé que te sientes conectado a él, Mike, pero no es así. Mike, pude mirar dentro de ti, y pude ver que ese monstruo o lo que sea, desea destruirme a mí, y sólo a mí.

—No, El, a ti no... a ti no —la última frase fue repetida por el muchacho mientras negaba con la cabeza y sus ojos se llenaban poco a poco de lágrimas.

—Sí, Mike, sí. Tengo que ir a enfrentarlo, de otro modo...

—No, El. No vayas, por favor —Mike lo suplicaba—. Por el amor de Dios, El, ¡no!

—Tengo que ir, Mike.

—No, ¡no! Déjalo así, por favor, ¡por favor!

—No, Mike, no me arriesgaré a que salgas herido.

—Eleven, ¡no! Demonios, ¡no! No quiero pasar por otros 353 días de torturas, ¿que no lo entiendes?

—Sí, Mike, ¡lo entiendo! ¡Perfectamente! Por eso hago esto, porque no soportaría vivir otra tarde más en la que tendría que verte sufriendo, ¡no no y no! ¿No lo entiendes? Lo hago por ti, ¡por ti! Pasar una vida sin ti, Mike, es peor que pasar una vida en el infierno. ¡No te descuidaré! Te protegeré y no me importa si mi vida de ello depende, ¿entiendes? Nada me hará retroceder, Mike, ni siquiera tú.

—¡No quiero que te hayas daño, El! ¡No quiero!

—¡No pienso cambiar de opinión! Te voy a proteger. cueste lo que cueste. No soporto verte así, Mike, de esta manera, herido... ¡Simplemente no! A lo mejor me necesitarás, y lo entiendo, pero prefiero morir a pasar una vida sin ti, por más egoísta que eso suene. Mike, solo no me puedo imaginar una vida en la que no voy a poder ver estos rulitos que me encantan, o en la que no te podré ver sonreír... No, solo no, ¿entiendes? No...

—Pero, El —el chico lloraba, suplicante.

—Por favor, Mike, no hagas esto más difícil.

—El, ¡no! —la chica tomó la cara de él entre sus manos, y depositó un beso rápido en sus labios para intentar calmarlo.

—Por favor, Mike, debes entenderlo —Eleven salió casi corriendo de la habitación para evitar discutir con él. Tomó con rapidez el teléfono de la casa, pidiéndole permiso a Karen, y marcó el teléfono de la casa de Joyce—. ¿Hola? ¿Mamá? Por favor, ven por mí.

—No no —Mike intentó arrebatarle el teléfono de las manos a Eleven, pero Eleven logró utilizar sus poderes para empujarlo.

—Por favor. Dile a papá o ven tú. Mamá, ¡por favor! —Mike le arrebató el teléfono a Eleven de un segundo a otro—. Demonios, no, ¡Mike!

—No no. No venga. No, Joyce, no venga, todo está bien —Eleven, con la paciencia por el piso, le quitó el teléfono de nuevo.

—Mamá, soy yo, El. No le prestes atención a Mike, él no quiere que me vaya pero debo hacerlo. Por favor, ven por mí —Eleven colgó—. No te metas, Mike —Eleven estaba cruzada de brazos y le dio una mirada acusadora. Avanzó hasta la sala de nuevo y se sentó en el sofá, aún con los brazos cruzados. Mike se acercó a ella, pero esta decidió levantarse e ir hasta la silla reclinable donde solía dormir Ted.

—¿Recuerdas cuándo te la mostré? —dijo Mike mirando a la silla, Eleven le ignoró completamente—. El, por favor no seas así... —Eleven ni siquiera se inmutó, e intentó no demostrar el nerviosismo que se hizo presente en su ser al momento en el que la mano del chico hizo contacto con la suya. La apartó lentamente y decidió acomodarse en la silla reclinable, como ella le decía en su cabeza—. Sé que estás molesta, El, y te entiendo, pero escúchame, ¿sí? —la chica no se volteó a verle, aunque le estaba prestando atención, y Mike decidió seguir hablando—. Sé que no puedo detenerte, ni darte una buena razón para que no vayas, pero te pido por favor que lo reconsideres... Sufrí mucho la primera vez que te perdí, no quiero sufrir de nuevo, y no sé si puedas entenderlo completamente. Sé que me amas, y sé que sabes que te amo, pero también sé que es muy difícil hacerte cambiar de parecer, El, y si esa es tu decisión, pienso respetarla a partir de ahora. No mentiré, haré lo que sea para detenerte, porque si eso llegase a ser tu ruina, sería la mía también. No me imagino un día en el que no estés, solo no... Ya sé que vives con Joyce y Hopper, pero pasas tanto tiempo aquí, que ya simplemente me acostumbré a ver tu cara soñolienta cada vez que te despiertas. Y tu cabello, ¡oh, Dios, tu cabello! Jamás encontrarás llevarte bien con un peine hasta que llega mi mamá o Joyce, porque ni a Hopper ni a mí nos importa eso. No quiero verte llegar herida, no quiero que pases por lo que pasó Will, no quiero verte en un lugar que no sea este, o acostumbrarme a sólo no verte. No quiero que te vayas, no quiero que no estés aquí, no quiero que te arriesgues, no quiero... Simplemente no quiero perderte, El, de pensarlo se me va el aliento —Mike miró a Eleven suplicante, pero ella no le devolvió la mirada—. Si no piensas hacerlo por tu propia seguridad, al menos, piensa en mí antes de dar un paso en falso, El, ya que cualquier cosa mínima podría costarte la vida —Mike, rindiéndose por completo y dándose cuenta de que Eleven se iría, se levantó del lugar del suelo en donde había estado arrodillado, y empezó a irse con lentitud hasta su habitación.

𝐆𝐢𝐫𝐚𝐬𝐨𝐥𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora