Un Fin (Inspirado En: La Leyenda De Korra)

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Por fin todo había acabado. Sostenía la taza con ambas manos, buscando que el té calentara un poco mis manos llenas de largas y profundas cicatrizes. Sonreí a pesar de todo, pues mi esfuerzo había servido de algo, aunque sabía muy en el fondo de que algo me faltaba. Esos ojos rubí con un brillo que me confirmaba que su portadora no era alguien común. Su sonrisa piadosa y amorosa a partes iguales, que no hacían mas que levantarme cuando creía que ya no existía nada por lo que luchar. Las delicadas y hermosas manos que solo se dedicaban a curar las heridas más profundas y complicadas que yo tenía... Eso era lo que me faltaba.

Levanté la vista para buscarla, pero lo único que veía era gente trajeada y elegante que disfrutaba de un logro en el que ellos ni siquiera habían participado. Sacudí mi cabeza mientras caminaba hacia la habitación más grande que había. Si la conocía bien, ella nunca estaría con gente arrogante y asquerosa, así que descartaba que estuviera en la sala, o en el comedor. Entre tanta confusión recordé una de las noches más maravillosas de mi vida, cuando ella y yo nos sentamos en el tejado de una pequeña choza destrozada en medio de la nada, solo para ver el grán paraje de hielo que nos rodeaba mientras sosteníamos nuestras tazas en busca de calor. Debía de estar en el balcón.

Con mi bebida aún en las manos, y con una bufanda cubriendo todo mi cuello, me apresuré a mi zona favorita del palacio. Llegué sin muchos problemas, pero había algo que no sabía. No estaba lista para lo que vería. Con un precioso traje azul que cubría todo su cuerpo, ella miraba a las montañas. Pude sentír como mi corazón se aceleró dramáticamente con tan solo verla, y aunque la pena paralizara mi cuerpo, me encaminé hacia la bella figura, fingiendo una sonrisa de calma, que no triste, y unos ojos alegres, que no enérgicos.

- Linda noche... ¿No? - Su dulce voz cortó el silencio como si de una katana se tratara.

- Bastante, me hace recordar por todo lo que pasamos... Digo, me hace recordar muchas... Eh... Ya sabes. - Golpee mi frente ante mi torpeza, siempre tenía que arruinar las cosas. Me giré lentamente para ver su reacción, pero para cuando me giré, ella ya estaba mirándome.

- Hey, ya hablamos de que no es bueno que te golpees. Si te arrepientes de algo que dices solo retíralo. - Su mano derecha fué directamente a mi frente, tocándola para asegurarse de que no me hubiera hecho ninguna clase de daño. - Tienes que aprender a controlar tu fuerza, podrías haberte hecho daño...

- Lo lamento, intentaré no hacerlo... - Pude sentir como mis mejillas se encendieron por el gesto, estaba acostumbrada a sentír sus manos por todas las veces que tenía que curarme, pero desde hace tiempo que no puedo evitar sonrojarme.

Si había algo que odiaba y amaba de ella era como sonreía después de que alguien se disculpara, era como si supiera que tenía razón, y solo hacía ese gesto para recalcarlo, además de hacerte sentir mal por cualquier cosa que hayas dicho o hecho.

Una vez más, movió su mano hacia otra dirección, esta vez fué a mi cuello, donde sujetó suavemente la bufanda que ella misma había hecho para mi. Sus ojos se fijaron en esta, como si estuviera analizando cada detalle que tenía.

- Es... La bufanda que te hice en aquella cueva... - Su voz me hizo recordar a aquella vez. Fue hace ya tiempo, yo estaba en lo que parecía ser un caso de hipotermia, y como no podía permitir que alguien tan tonta como yo muriera de esa manera, me abrigó con todo lo que pudo, incluyendo una bufanda que ella misma hizo en menos de 20 minutos con unos cuantos hilos rojos.

- ¿Cómo podría no usarla? Le debo la vida a esta bufanda, y también te la debo a tí - Con el poco coraje que me quedaba miré esos ojos rojos que tanto amaba. Aún estaban mirando ese pedazo de tela vieja que tanto significado tenía para ambas, por lo que pude acercarme un poco más a ella, obviamente, para que la viera mejor.

- No me debes nada... - Ante la afirmación, ella dió un paso adelante, dejando que la distancia entre nosotras fueran unos meros centímetros. - ¿Sábes porqué fuí contigo en aquel viaje...?

- Nunca quisiste contarme... Solo te montaste en mi caballo y me ordenaste que siguiera - Tenía miedo de que se pudiera escuchar como mi corazón estaba a punto de estallar, ni siquiera podía mantener mi vista en un punto fijo.

- Quería vivir mi vida al límite, no sentirme aferrada a absolutamente nada, sentír cosas que nadie mas a sentido... Ya tenía planeado escapar desde hacía tiempo, pero justo cuando quería hacerlo, llegaste tú. Armando un escándalo por un caballo que nisiquiera era tuyo. - Rió en voz baja antes de levantar la cabeza. Yo era un poco más alta que ella, por lo que necesitaba hacerlo para poder verme a los ojos - Pensé que eras la oportunidad perfecta, que me llevarías lejos, como si solo fueras un medio de transporte... Pero... Me equivoqué. Quería escapar de la rutina, pero contigo mi rutina era perfecta. Quería sentir cosas nuevas, y tu me enseñaste un sentimiento completamente nuevo y salvaje... Pero siempre hubo algo que odié de ti.

- E-Eh? - Me sentía confundida. Apenas podía procesar todo lo que estaba diciendo, pero esas ultimas palabras golpearon directamente mis sentimientos. No me extrañaba, ya había salvado un pueblo entero de la destrucción, y no había muerto, obviamente algo tenía que salir mal para que todo estuviera equilibrado.

- Bueno... De hecho, odio 2 cosas... Odio como siempre te tomas todo personal antes de dejar a la gente terminar sus oraciones... -Entre mi confusión, sus palabras, y el dulce sonido de la brisa, algo jaló de mi cuello con una fuerza tremenda. Solo hubo una cosa que me hizo imaginar lo que estaba pasando, y fue esa sensación cálida en mis labios, seguida de una curiosa reacción de mi cuerpo, que solo me hizo cerrar los ojos para disfrutar el momento. - Y también... Odio como, a pesar de buscar no aferrarme a nada, todo lo que hacías era aferrarme más a tí...

Después de eso, solo abrí los ojos en busca de respuestas. ¿Acaso era una alucinación? ¿El mejor sueño de mi vida? No. Ella estaba allí. Yo estaba allí, en el balcón, ella con su hermoso vestido azul, y yo con mi simple túnica amarilla.

Después de aquél momento, ambas nos quedamos absortas en los ojos de cada una, yo en sus bellas pupilas rojas, y ella en mis usuales ojos negros. Lo que más recuerdo de esa noche fue cómo nos quedamos viendo a las montañas, esperando por el amanecer mientras sujetabamos nuestras manos y compartíamos una sola taza de té.



Historias De Un Adicto Al CaféWhere stories live. Discover now